Meryl Streep, Jonathan Demme
y los hermanos Coen ponen el glamour en San Sebastián

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Guillermo Ortiz López

 

Acosado por el prestigio hollywoodiense de otros grandes festivales internacionales, como Venecia, Cannes o Roma, e incluso por la alegría y entusiasmo de festivales nacionales claramente emergentes, como el de Málaga, el Festival de cine de San Sebastián llega a su 56ª edición basándose en sus activos de siempre: mucho cine latinoamericano, una programación de calidad, y pocas estrellas rutilantes, apenas Meryl Streep y Antonio Banderas, que recogerán los Premios Donostia, más las visitas esporádicas de Ben Stiller, Woody Allen, Javier Bardem...

Y es que año tras año, nos encontramos en San Sebastián con la misma dicotomía: cine comercial-cine de autor. Es una dicotomía que se da fuera de San Sebastián, por supuesto, pero que tiene, económicamente y en términos de prestigio, unas consecuencias complicadas para el festival.

El Zinemaldia apuesta por cine comprometido, bien hecho, que refleje la realidad. Apuesta por nuevos realizadores y por proyectos concienzudos. No suele dejar demasiado terreno a la frivolidad ni al humor. No suele aceptar superproducciones ni convierte el Kursaal en un remedo de Sunset Boulevard.

Es un festival austero, seco, recio, sincero, vasco.

El problema que eso tiene es que su popularidad va bajando a marchas forzadas. Hace un par de años el gran reclamo para la prensa y el público mayoritarios fue ni más ni menos que David Hasselhoff. El año pasado lo fue un Richard Gere, claramente venido a menos. En alguna ocasión, las películas galardonadas ni siquiera llegan a distribuirse en España.

¿Qué buscar en San Sebastián?

Pero, por supuesto, sigue habiendo motivos para ir a San Sebastián a ver buen cine. De entrada, siempre hay motivos para ir a San Sebastián, en cualquier momento del año. Además, este año, aparte de la Sección Oficial y la tradicionalmente irregular Zabaltegi, el Festival ha organizado una maravillosa retrospectiva de Mario Monicelli, un maestro del cine italiano de los 50, 60 y 70. Los ciclos se completarán con los habituales Horizontes Latinos, Made in Spain más una retrospectiva de Terence Davies —La Biblia de Neón— y lo mejor del cine japonés más negro, con autores como Murakawa o Fukasaku.

Entre las películas a seguir este año están Génova, la nueva de Michael Winterbottom —un clásico de este festival—, La boda de Rachel, último trabajo de Jonathan Demme —director de El silencio de los corderos y presidente del Jurado de esta edición—, Tiro en la cabeza, de Jaime Rosales, Camino, de Javier Fesser, la adaptación al cine del best-seller, El niño con el pijama de rayas y, para los amantes de la comedia disparatada e irónica, Tropic Thunder, una guerra muy perra, de Ben Stiller, que probablemente se pasee por San Sebastián para animar un poco el cotarro.

Eso no es todo: la inauguración servirá de «pre-estreno» en España de Vicky Cristina Barcelona, película con la que, esperemos, Woody Allen se redima de aquel engendro que era El sueño de Casandra, El director neoyorquino por excelencia pasará por la alfombra roja, acompañado de Javier Bardem. También rescatada de otro gran festival, en este caso el de Venecia, se proyectará Quemar después de leer, de los hermanos Coen, con Brad Pitt, John Malkovich y George Clooney como protagonistas.

No es de esperar que ninguno de ellos se pase a posar por la playa de Zurriola, pero ¿quién sabe? En San Sebastián, a veces, también hay finales felices.

 

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