FU-MANCHÚ VUELVE

por
Guillermo Ortiz López


La primera vez que pensé en una influencia de Álex de la Iglesia sobre Quentin Tarantino —por extraño que pueda parecer— fue al ver Asesinos Natos. El guión está co-firmado por el director estadounidense, y, si el lector recuerda la película, tiene una serie de escenas en las que un reportero retransmite en directo la huída de la pareja protagonista. Cuando lo vi pensé inmediatamente en una secuencia semejante de Acción Mutante, primera película del cineasta vasco y que, muy posiblemente, llegara a los ojos de Tarantino en algún momento, siendo como es, un amante de la «serie Z». Por eso no es de extrañar que «Fu- Manchú» sea el proyecto más esperado de Alex de la Iglesia y que el bueno de Quentin se le haya adelantado.

Porque Kill Bill es básicamente una adaptación de esa saga y de otras del estilo. Peleas, buenos y malos, chorros de sangre, chicas guapas con trajes ceñidos. Echando la vista atrás a Pulp Fiction, allí ya Uma Thurman hablaba del piloto de una serie que había protagonizado y que se parecía mucho a Los Ángeles de Charlie. Esta podría ser una película sobre esa serie. La pretensión estética está clara desde el principio, con un feísmo buscado, unas escenas imposibles, algunos diálogos impostados... en el fondo no es más que una parodia, un chiste, la recreación de los sueños de infancia del director. Infancia que, por lo que vemos, ha debido de ser muy dura.

Realmente hay poco que reprocharle a Tarantino, un director que parece estar bastante de vuelta de todo y que si sigue haciendo películas es para divertirse. No me cabe la menor duda de que se lo ha pasado bomba, recopilando escenas de películas de los 70, releyendo páginas de cómic, buscando material interesante. Le imagino registrando su videoteca y derrochando ilusión con sus productores. Por eso es complicado criticar esta película, porque es casi la película de un niño sin más pretensión que entretenerse. A veces parece que estemos en una secuela de Matrix (esas peleas de uno contra cien con artes marciales), otras en una película manga, con su exageración, su toque «gore», y por supuesto todo el rato parece que estemos en un video-clip, pero eso ya es habitual en el director. Aún diría más: parece el último vídeo de Britney Spears, y que cada uno saque sus conclusiones.

En resumen: Kill Bill es una película que pretende recrear sólo una estética. La de la serie Z americana de los 50’, 60’ y, sobre todo, 70’. Es decir, la parte más alocada de la «cultura pop». Tiene muchos de los toques geniales del director: movimientos de cámara, diálogos, una soberbia elección de la banda sonora... pero muy poco detrás de esa fachada. Si Pulp Fiction ya pretendía ser un elogio del cómic, como su propio nombre indicaba, no es que esta película nos aporte mucho más.

No podemos esperar grandes cambios en la segunda entrega (estamos hablando del volumen uno y sin duda habrá un volumen dos con Darryl Hannah y David Carradine), y, desde luego, al que le guste la acción alocada, con un puntito de ironía y buena música, ya sabe qué película ir a ver. Lo que nos preocupa de alguna manera es si Tarantino algún día saldrá de este círculo solipsista de comics-series-fetiches y nos contará alguna otra cosa. No tiene pinta, porque parece muy conformista con su propio trabajo, pero sería agradable verlo algún día.

Con Álex de la Iglesia ya hemos perdido la esperanza.




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