Escalera
Olga Muñoz
 

Y miró una y otra vez aquella escalera. Estaba ahí, invitándola con sus escalones brillantes y aquél pasamanos por el que tantas y tantas veces se habían deslizado sus esperanzas.

Lo dudó unos segundos, ¡parecía tan fácil…! Un momento y todo lo que tanto envidiaba estaría ya al alcance de su mano y «para siempre». Imaginó cómo, el lunes siguiente, al entrar el primer celador, la vería allí, inerte, con una sonrisa iniciada en sus labios entreabiertos de los que asomaba un hilillo de sangre. Imaginó el pavor de las profesoras, la angustia de las monjas, el remordimiento de las compañeras. Así se darían cuenta de ¡cómo la habían hecho sufrir durante tantos años! Y siguió imaginando un mundo sin ella: Margarita, la empollona de la clase, lloraría muchísimo; hacía tres días le había pedido ayuda para un examen y no le hizo caso. Imaginó cómo ahora todas las compañeras querrían guardar un recuerdo suyo. Abrirían su cajonera y se pelearían por tener cualquier cosa de ella: un trozo de goma, la carpeta con fotos de Brad Pitt, sus horquillas del pelo, y, sobre todo, aquella pulsera de hilos retorcidos: el único regalo que le había hecho un chico.

Sería estupendo, sería…, era ya, la protagonista. Seguro que un día al mes, justo «ese día», se rezaría por ella el Ángelus, y a las 12, la más lista de la clase, quien tendría el honor de hacerlo en voz alta. Y…, y…

Sonó la campanilla de final del recreo y con ella el final de su «reinado». Fue otra vez quien había sido siempre. Sus compañeras corrían a clase sin apenas reparar en ella, y, una vez más, se sintió ignorada, pequeña…, muy pequeña.

Se quedó sola, no entró en clase, se quedó pensando en todo lo que acababa de imaginar. Se sentó en la escalera que la había acompañado en su locura desde hacia años y, así, sentada en sus peldaños, terminó esta novela.

Y supo, al fin, que la imaginación es más fuerte que ninguna otra fuerza, que la felicidad no está en lo que los otros quieren darnos sino en lo que nosotros nos queremos dar. Y allí, en aquella escalera, fue la protagonista del resto de su vida.

 


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Ilustración relato: Fotografía por Pedro M. Martínez ©





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