El viaje

ARS POÉTICA SOBRE EL
RITO NUPCIAL DE LAS ÁGUILAS
por
MANUEL LOZANO


 

Durante el rito nupcial las águilas se persiguen, volando a gran velocidad y  elevándose a trescientos metros. Luego, entrelazando sus garras, la pareja hace en el aire cinco o más  vueltas completas, precipitándose en una caída de alrededor de ciento cincuenta metros…

 

Digo que es necesario ser vidente, hacerse vidente.
Arthur Rimbaud, Carta a Paul Démeny

 

Ella es la orante.
Desde el principio supo anudar el vago murmullo con la feroz carcajada,
la imantación de una criatura al viento con la lenta tiranía de los viajes,
hasta arder en el fulgor de las perversas lentejuelas de estos ojos.
¿Me deshabito en cada huella,
me desposan con los látigos de una máscara crucificada en mis espaldas?
Pienso exactitud y se oscurecen los cielos y la tierra:
ya oigo el grito final desde la Cruz Misericorde.
¿Qué fue del ávido arcoiris descuartizando murallas,
lamiendo más y más la corteza de un fruto lacerado?
Desciendo –al fin- por el sílex candoroso y el légamo impaciente,
a través de escaleras que están en el principio
y nos delatan, y nos desprecian, y nos desnacen
como el rito ascensional de las glicinas.
Son fósiles de feria los que mastico, así,
-piedra zoológica hirviendo de memoria a memoria-,
delante de los proclamados a caer en altos desagües del diluvio.
¡La máscara de cera tan vesperal, de placenta retenida en los dientes,
reventada de hermosos animales que conozco!

 

 

Ella amamanta un séquito de hambrientos.
Sean con nosotros las cucharas de la historia y del sueño las llaves.

 

 

Ella es la pestilente.

Ahogó en congoja las falsas joyas de la esfinge, escarbó

sacratísima y desnuda esta lava que cae por su piel

como pez derretido por la noche más antigua.

¡Quién haría el recuento de la fiebre y del vuelo,

de su abierta juventud trizada en incontables vidrios

bajo el temblor de la lluvia!

Tienes el frío de tu herencia.

Deambulas por la mansión envuelta en arpilleras

carcomidas por las ratas de una alucinación a solas.

Infame esta jauría.

Sabes la entrada, pero nadie te espera de ese lado.

Arcilla irrenunciable, humus fascinador del desierto,

¿y el grito en la luz no nos tatúa?

Allí donde te hieren, nadie reclama por el juego. 

 

 

Ella es la sortílega.
Espinó las yemas indigeribles del árbol de razón
con uvas traídas del trueno o del silencio.
(Hay un grimorio inscripto en cada ruego,
con follaje de oro en tu costado.
Ahora vigila y bruñe lo que aúllas. Sángralo.)
La rosa azul movible de Judea
me busca para expiar nuestro bautismo
en las riberas donde el terror se proclama heredero.
¿Por qué estos colmillos, este letárgico perfume
salpicado por la harina de toda soledad?
Apagas las luces de mi madriguera.
Sobrevives con relámpago verídico
a las colmenas de la anunciación.

 

 

Ella es la desertora.

Se exilió de las costumbres de los hombres

hacia los médanos que borran su congoja feroz con el milagro.

¿Adónde la salvaje Navidad celebrada en Andrómeda?

Me hospeda un oasis baldío.

¿Es que no oyes el fosforescente perro de sus tumbas ocultas?

¿Y no se descascaran las paredes que te cubren?

¿No lloras como Lázaro tu sangre revivida?

Palabra tras palabra fundabas este mundo,

pervertías sus custodios, decapitabas los templos.

Su permanencia ya es mi canto de vidente.

 

 

Ella danza entre ataúdes rotos.

Habrá de bendecirlos por lo que fueron,

por el miasma dispuesto a incendiarnos,

por este vacío enguantado revelándome

eco y voz.

 

cenefa Rito nupcial de las águilas

 

Ella es la sacrílega.

Comió carroña para poblar de desesperación

el balbuceo entretejido de aquel viejo fantasma.

Ahora traga trozos de espejo (pequeñas dinastías cenicientas),

de un solo soplo los traga.

Deberás contemplar mi casa cubierta de muecas y de almizcle,

aun con estas manos.

¿Qué Génesis me balanceó en este oleaje,

precipitándome a la desobediente procesión del peligro?

¡Palabras en mi clausura, en mi credo inicial,

en mi adagio de carne por las sombras del mundo,

separando el duelo de todo porvenir con su antorcha llameante,

con cada trapo de sed y su reguero vampiro!

En la moneda, raspas tu tajo:

entonces avanzo con risa de esplendor por esta selva de águilas

y me corono.

 

_____________________
Edimburgo, 27 de septiembre de 2004
(Este poema pertenece al libro “La Rueca Dorada”, de Manuel Lozano, habiendo sido seleccionado para la 7.ª edición de la Nueva Antología de Poesía Hispanoamericana, Lord Byron, de Lima).

 

separador Rito nupcial de las águilas
VELADO NOMBRE BAJO DIAMANTE

 

a Jerónimo, en la cueva de Belén

 

Deshaciendo cacerías, oscureciéndome
en la pérgola de glicinas donde pudiera morir
lo que desnudo, lo que alejo,
un día saltaré a las barrancas
para ver cómo se abren las puertas.
El niño cubre su cara de esmeraldas
y se inclina, ansia salvífica.
Tal vez caiga la lluvia sobre el horizonte,
¿pero qué sauce de pavor no está oscilando
frente a este fuego que vuelve?
El incendio enamorado guarda hojas vampiras.
Todo es arder en la tristeza, Anatole,
aun cuando las horas se busquen en la nada
para cantar de mi cuerpo
una nostalgia de húmedo perfume.
La arena ocultará tu pelambre.
Nadie habrá huido tan lejos,
ni arrancado un lirio de la columna rota.
Ya me atraviesan los tules
como felpas de araña bajo la tierra.
Si tu savia me abandona,
te encuentro —feral— revolcándote en las tumbas.
Escucho el sonajero contra las paredes.
¿De qué herida de sol sale esta sangre?
Me arrojo al tobogán sin costados
para que huelan los desechos de esta vejez.
Escamas que raspan, labios partidos,
fosforada sed del amante,
¿qué ácido lechoso sube por el sótano?
Ya me atraviesan los tules.

 

____________________
París, septiembre de 2004
(Este texto acaba de ser seleccionado por la revista de papel Transparencias,
de Almería, España, para su edición de diciembre de 2004)

 

NOTA AL POEMA:

Nació en Dalmacia (Yugoslavia) en el año 342. San Jerónimo cuyo nombre significa «el que tiene un nombre sagrado», consagró toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras y es considerado uno de los mejores, si no el mejor, en este oficio.

En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, quien era pagano. El santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito, y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero casi nunca dedicaba tempo a la lectura espiritual.

Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero allá aunque rezaba mucho, ayunaba, y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz, descubriendo que su misión no era vivir en la soledad.

De regreso a la ciudad, los obispos de Italia junto con el Papa nombraron como Secretario a San Ambrosio, pero éste cayó enfermó, y decidió nombrar a San Jerónimo, cargo que desempeñó con mucha eficiencia y sabiduría. Viendo sus extraordinarios dotes y conocimientos, el Papa San Dámaso lo nombró como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y luego lo designó para hacer la traducción de la Biblia. Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, y esa traducción llamada «Vulgata» (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica durante 15 siglos.

Alrededor de los 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre.

Sus últimos 35 años los pasó en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para atender a los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.

Escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de la religión. La Iglesia ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Escrituras. Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años.

 

MICHEL DE GHELDERODE

 

I

Andenes bajo los muros.

¿Pero de qué júbilo cantas

el sol asesinado por los ojos?

II

Las babas del perro

jamás reflejan la historia inenarrable

de un lobo hecho de humo y lamentos.

III

De un lado, el cirio.

Del otro, las larvas errantes

para la canción del viento.

IV

El manantial

es una fábula sin compasión,

sin redención para el enigma.

V

Recuérdame

con esta procesión de lavas

tatuadas en la lengua.

VI 

Recuérdalo

sin esperanzas, escupiendo

cascotes en la tumba    

de sus padres

VII

Mirabas

a través del óxido devorador

un coágulo de luz:

raíz en carne viva.

VIII

¡La plegaria

vuelve a ser rosa adamascada

en la mano vieja

de Madame Druit!

IX 

El enterrador saluda a nadie

con ojos cegados

por el mundo.

Se seca el sudor.

Más atrás el grito,

choza de la conciencia.

¿Habrá estado la supliciante?

 

Colette

Colette 1932 (2) by Agence de presse Mondial Photo-Presse – Bibliothèque nationale de France. Licensed under Public domain via Wikimedia Commons.

📩 Contactar con el autor: fied_bsas [at] arnet.com.ar

Camina por el puente

 

Poemas Rito nupcial de las águilas

Artículo publicado en Revista AlmiarMargen Cero™ (2004-2005) – Aviso legal

 

(60 lecturas, 1 reciente)