Prueba de amor
El hombre saltarín se enamoró
de la mujer inmóvil. Pasaba para un lado, para el otro, y cada vez se detenía
un poco más frente a ella. La mujer lo miraba de una manera que él decidió
que era la manera en que quería verse reflejado y por amor a ella sacrificó
su movimiento. Solemne, apasionado, le juró amor, y ella, que nunca había
sido querida con semejante entrega, sintió tanta alegría que brincó por primera
vez en su vida.
Al hacerlo, la mujer sintió
unas ganas locas de seguir probando el movimiento. El ex hombre saltarín la
vio que saltaba, riéndose, para un lado, para el otro. Cada vez saltaba más,
y más lejos. Pensó que era un capricho pasajero, y sonrió también. Ella lo
miraba como él deseaba ser reflejado. Todo era perfecto. Casi perfecto...
Melancólico, espera inmóvil
a que su amada pase algún día por el lugar donde él le declaró su amor. La
esperanza tiene la culpa de que no quiera moverse.
📗 (De la serie Con poco, suficiente) © Rosa Elvira Peláez, Buenos Aires, septiembre 2001 · CONTACTAR CON LA AUTORA: wemi[at]terra.com.ar
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