Laura Muñoz Hermida

Laura Muñoz: escribir como uno quiere hacerlo

Entrevista por Pedro M. Martínez


Mira siempre muy de frente. Los iris de Laura Muñoz frisan el color verde. Podría explicarles que son transparentes, pero no sería exacto; su mirada sí lo es, pero el color verde se oscurece o aclara dependiendo de la luz: a veces parece negro, otras esmeralda, en ocasiones caoba… Hemos quedado en la cafetería de un hotel de Madrid para hablar de su primera novela. Detrás de ella puedo ver cómo se alza el edificio de la Telefónica; curiosa coincidencia: la Gran Vía madrileña cumple cien años de historia y yo tengo entre las manos una novela que relata lo que ocurre durante cien días en el curso de un juego estremecedor. A Laura la conocí en los muros del Facebook, luego estuve en la presentación de _Score: 100 días —su debut literario— que se realizó en el Barrio de las Letras, de Madrid, con un éxito que para sí quisieran muchos autores ya consagrados en el Parnaso de las letras de esta ciudad, que crea y devora libros entre cámaras digitales y camareras posmodernas que acaban de hacer un Erasmus y saben lo difícil que lo van a tener en el futuro.

Charlamos un rato mientras pedimos un algo para tomar. Son las doce de la mañana y cuesta decidirse: demasiado tarde para un café, demasiado pronto para una cerveza, ¿un zumo, tal vez? No, que tienen mucho azúcar. Saco la grabadora y, como siempre, tardo unos minutos en conseguir que funcione, me prometo que algún día de estos leeré las instrucciones de uso. Hace algo de calor. El verano se echa encima. Laura me mira…

—¿Se puede disfrutar escribiendo una novela tan terrible como ésta? —tenía esta pregunta reservada para el final de la entrevista, pero algo me impulsa a hacerla ahora.

—Yo lo he hecho y te voy a explicar porqué. Me he divertido haciéndola aunque sea todo tétrico y feo, porque es una novela fea, no es una historia bonita; a lo mejor la palabra correcta es que he disfrutado porque yo con eso me he desahogado, es un poco de rabia interior también. No podría escribir una historia romántica.

—¿Cómo es eso de que proyectas la rabia tuya en la novela…?

—Escribí la novela sólo para mí, cuando escribo no pienso en nadie más. Solté todo lo malo, lo bueno me lo he guardado. Son experiencias personales, feas, que he tenido en mi vida y, bueno, he utilizado la escritura para volcarlas… a lo mejor no me daba por llorar, me daba por escribir, es una forma de terapia. Quizá yo he notado en algún momento de mi vida cómo me quemaba la garganta sin que me ocurriera, por supuesto, lo que le pasa a uno de los personajes de Score… Hay simbología, sí, pero la gente que no me conoce no va a pensar «pues mira esto significa, esto le pasó…». No me identifico con los personajes de la novela, es evidente que no he vivido las situaciones que describo, pero sí con muchas sensaciones que he experimentado.

—En el currículo que incluyes en el libro dices que eres «seguidora acérrima» de Quentin Tarantino, ¿no te parece que una declaración tan rotunda puede condicionar el desarrollo de la novela?

—Pensé en ponerlo o no, es cierto, incluso consulté con la editorial si les parecía una buena idea. Me he fijado mucho en Tarantino, en los guiones, en los diálogos, en esos movimientos en el tiempo que usa, que son geniales, pero pensamos que era una buena idea y no lo hicimos para atraer público, que lo puede parecer, pero es la verdad y, además, la cita puede ser mala para mí: alguien que lea la novela podría decir ¡pues no es para tanto…!

Laura Muñoz con su novela

Me apunta a continuación que va muy poco al cine, que su afición es la lectura. Sonríe cuando le comento que, en mi opinión, sí se nota la influencia del director norteamericano en varios momentos de la trama de Score. Laura se fuma los libros, pero no es capaz de continuar más allá de las diez primeras páginas si la historia no le engancha: «Es posible que sea un error, que sea una mala lectora, pero si no me ha producido nada no puedo». Lo que comenta me recuerda a los lectores de las grandes editoriales, la diferencia es que ellos lo hacen por razones profesionales. «Yo escribí mi novela —prosigue— pretendiendo que las personas que la leyeran, que pensaba que iban a ser mi marido y mis padres, quedaran impresionadas desde el principio por la rabia que hay en sus páginas. Eso fue lo que busqué».

—Así pues tú has escrito una novela porque te apetecía, lo cual es formidable, pero ¿no te ha dado algo de miedo meterte con un tema que ya puede estar algo sobrepasado? —me surge aquí el recuerdo de El silencio de los corderos.

—No, no, ¿sabes qué pasa?, el tema no lo elegí, me salió… He hablado con gente que también escribe y me dicen que es curioso que yo no me marcara unas pautas. Yo tenía una idea vaga de la historia, sabía cómo quería empezar y terminar pero la «tripa» no la sabía, me iba surgiendo, no fue nada premeditado…

—¿Piensas entonces que para escribir una novela el autor debe tener en la cabeza un principio y un final…?

—No, es mi manera… no creo que sea necesario. Es como me ha salido, vaya. Yo siempre he escrito para desquitarme.

—Quisiera que ahora entráramos en temas que he ido apuntando —¡ah!, esta cabeza que tengo, le confieso—. Después de leer una buena parte de tu libro me ha dado la sensación de que estuvieras escribiendo para una generación determinada, el uso de palabras que tienen que ver con aparatos actuales o personajes que hablan como si estuvieran en un chat o en una red social puede dejar fuera a muchos lectores, ¿es deliberado este tono?

—¿Sabes qué pasa?, yo leí hace año o año y medio varios libros de Federico Moccia, me gustaron muchísimo y a lo mejor sí que le he robado un poquito la idea esa, porque en sus novelas me llamó mucho la atención de que a pesar que los protagonistas no eran de mi generación, eran de otra anterior, me sentí muy identificada. No es que Score vaya de veinte a cuarenta años, eso sí que no lo pensé porque no la quería enseñar a nadie, escribía, de forma coloquial, y, claro, una se siente cómoda con lo que conoce.

—Entrando en la trama de la novela, comienzas haciendo una destacada referencia al Síndrome de Asperger que luego, sin embargo, no tiene la relevancia que se podía esperar, ¿no temes que este recurso pueda despistar al lector?

—Pues no sé si lo despistaré, pero eso sí que fue intencionado total. Necesitaba una razón que justificara el comportamiento de la niña [Claudia], tenía que documentar su papel y a mí la psicología me gusta mucho. Elegí esta enfermedad porque la conozco —Laura dice también que la psicología es su profesión frustrada, pero que todavía «está a tiempo». Charlamos un rato sobre Salander, la mujer gótica que ideó Stieg Larsson en su trilogía Millennium, el detective Grissom, de la serie televisiva C.S.I. en Las Vegas y en Tim Burton, el director de cine: personajes y personas conocidos que padecen el síndrome.

—Las drogas tienen importancia en tu novela, citas muchos tipos de ellas, ¿cuánto te has documentado al respecto?

—Me he documentado mucho. Además la palabra viene genial porque me he visto todos los documentales que encontré en Internet; leí muchos libros y he hablado con mi psicóloga, que me trató hace varios años, y una amiga también especialista que estuvo destinada muchos años en la cárcel de Alcalá-Meco, a ella le contaban experiencias de verdad, de lo que sentían, del bajón, del subidón…

—En cuanto a los personajes, quisiera que me explicaras cómo Carmen, una mujer maltratada, puede buscar un segundo hijo con un hombre que es un sádico, recibiendo, además, un tratamiento de fertilidad tan inquietante como el que tú describes…

—Es un palo ardiendo para ella… Yo soy así, muy radical; con esto que dices he querido denunciar que ahora hay un montón de mujeres que están ahí… como sublevadas, no entiendo porqué todavía, es que estamos en el 2010… —Laura reflexiona durante un momento en voz alta— es un poco denuncia porque todavía hay gente así. Una amiga mía se está leyendo el libro y me ha dicho que no lo va a terminar porque no puede, se siente tan identificada que lo está pasando mal, como cuando te dicen lo que no quieres oír: «Madre mía —dice su amiga— esta mujer, no es un personaje bonito y yo me siento como ella…».

—Entonces, Carmen, el personaje, ¿es una sumisa?

—Totalmente.

—Hablo de una relación sadomasoquista…

—Sí, hasta ese punto, sí. No le queda otra. Disfruta con su objetivo que es tener otro hijo, ¿por qué?, no lo sabe nadie. Ella es ante todo madre, quiere lograr ese objetivo como sea y el precio no le importa, quiere un segundo hijo y le da igual de quién, cómo, por qué…

—Es una obsesión que la conduce hasta un terrible desenlace.

—Y a soportar lo que le echen —Laura responde de inmediato, sin titubear.

—Hablemos, si te parece, de otro personaje. Cuando leí la historia de Matías, me pareció como si la trama se rompiera, es la de él una historia delirante: la relación con otras mujeres, el tratamiento que ha ideado utilizando una droga que se usa sólo para los animales, me pareció que a partir de ahí entraba en una segunda novela que se desarrolla en un plano irreal.

—Pues fue a propósito total. Yo lo que quiero es que se piense un poco, que no sea que pase y pase, que siga pasando el tiempo, y sigan las historias… no, yo quería meter ahí a los personajes con sus situaciones fuertes. Yo quería que Carmen tuviera un hijo con este hombre tan extraño, que al menos lo tuviera biológicamente, esa fue la manera de hacerlo. Con Carmen, como hablábamos antes, todo vale, ella paga un precio muy alto pero le da lo mismo, otra mujer, en su lugar, montaría la de dios.

—Tenemos la tendencia de buscar el protagonista en una historia, sin embargo me parece que en tu novela no hay ninguna persona que lo sea, es el propio juego que has creado.

—Yo no podría decir un personaje principal. Cada uno tiene su importancia en cada momento, eso es lo que deseaba hacer. No quería que la gente pensara en Score pensando en Máximo que es el sufridor, ni en Matías porque es el castigador, ni en Ruiz porque es el que hace toda la trama, no quería nada de eso, buscaba que les den la importancia justa en cada momento; todos los personajes la tienen, unos sin otros no son nadie, pero a lo mejor sí es cierto que remarco más las situaciones.

—Me llama la atención que ni Matías ni Ruiz tengan un pasado, son personajes de los que sólo sabemos lo que están haciendo.

—Eso tiene una explicación, Pedro. Es algo que aparecerá en la segunda parte de la novela, que ya estoy escribiendo. Como quiero esos giros de tiempo tan pronunciados, si los puedo hacer, con eso creo que los voy a conseguir. Score es realmente la segunda parte de una novela, y si la que estoy escribiendo ahora es precuela tiene que haber una última que es la tercera porque sino la historia no acabaría. La que estoy preparando ahora es justo el pasado de ellos, es dar explicación a lo que hacen…

—Entonces, ¿escribes por impulsos?, ¿haces una novela y mientras la escribes descubres que es una segunda parte de una trilogía?

—Sí, porque todo ha sido tan personal que no he seguido ninguna pauta, a lo mejor esto suena fatal, pero es verdad, no he querido seguir ninguna estructura no porque a lo mejor no haya querido, es mi manera. Y es así, no hay más aunque quisiera. Si ahora mismo me pusiera un horario para lo que estoy haciendo o un esquema yo no podría hacerlo Pedro, te lo digo ya sin haberlo intentado siquiera. Es que es muy personal, esta soy yo y la novela salió así, pero podría haberla hecho de otra manera —una firme convicción remarca estas últimas palabras de ella.

Ahora, en este momento de la entrevista, tengo que pedirles a ustedes, lectores, que me perdonen por no especificar el detalle de una situación que afecta a dos de los personajes y cuyo descubrimiento me pareció un momento muy destacado de la historia, un estupendo hallazgo de la autora. Laura me agradece que se lo diga. Si ustedes leen la novela quizá entiendan entonces a qué y quiénes me estoy refiriendo. A estas alturas de la conversación van empezando a salir detalles que «destriparían» la novela y ni yo ni ustedes queremos que eso ocurra…

—Voy a hacerte un giro… —Laura sonríe—, Bretón llamó a Sade el «Divino Marqués». El Marqués dijo: «La primera ley que me indica la naturaleza es deleitarme a costa de quien sea», en algunos momentos de tu novela me ha parecido encontrar una cierta influencia de él, ¿es así? —no crean que la frase que le solté a Laura me la sabía de memoria, la llevaba apuntada.

—No. No he leído a Sade, ¿podría pensarse en que existe una influencia?

—En mi opinión, sí —le contesto; tomen ustedes este momento de la entrevista como les parezca mejor, a mí me da por recordar, salvando las necesarias distancias, el relato Pierre Menard, autor del Quijote—, pero esta primera pregunta tiene correlación con una segunda, que es que en tu historia no aparecen impulsos sexuales.

—Sí… hay un montón de tensión sexual pero no quería que fuera explícita. No sé, soy consciente de que la hay pero no se me ocurrió desarrollarla, hay muchos momentos en que me dije ¡uy!, aquí va a pasar lo que va a pasar pero no quería entrar en eso, no por nada especial… de hecho hay dos momentos asquerosos con el personaje de Carmen, pero no entran mucho en detalle, no sé… creo que ellos [los personajes] no sienten la sexualidad —pruebo un aperitivo que acaban de traer; reflexiono sobre el drama que puede provocar la pérdida de una sensación…

—El tabaco sobrevuela en momentos muy escogidos en la historia —entro en otro terreno—, bien resueltos por tu parte, la nicotina planea en cada rincón de esas páginas pero lo planteas desde una perspectiva que denota un sentimiento de culpabilidad por el hecho de fumar ¿las actuales generaciones se sienten mal por fumar?

—Es también un poco denuncia, mira la que te habla —señala el cigarrillo que acaba de encender—, es que soy un poco bestia en este aspecto, bueno, en mi vida particular también lo soy: decido todo a muerte y creo que tengo la razón; lo del tabaco quería ponerlo en tres momentos claves, escogidos, para esa necesidad y ese vicio que tenemos todos los que fumamos, pero a la vez las ganas de dejarlo y no poder, no tener esa fuerza de voluntad como para hacerlo. Fíjate cuando [Verónica] le pide un cigarro a un chaval en la calle… coño, a una cierta edad te da hasta vergüenza, prefieres no fumar y esperar a llegar adonde sea para conseguir tu tabaco. Lo que quería contar es «fíjate el vicio que tiene, que le da igual la vergüenza, le da igual todo, se lo fuma como si fuera el último cigarro de su vida» —en ocasiones, Laura habla a alguien que no está presente, quizá se dirija a ese «prototipo» de lector que nos imaginamos a veces los que escribimos.

—Hablando de recursos, tú utilizas frases muy cortas, en varios momentos he tenido la impresión de estar viendo un videoclip

—Eso me lo ha dicho mucha gente. Además es muy curioso, les di el libro a unos amigos antes de llevarlo a la editorial porque me hacia ilusión que me contaran, todo lo objetivos que pudieran ser, su opinión al respecto de Score y muchos me dijeron: «Me estoy imaginando la película». Es curioso porque habrás visto que no describo físicamente a nadie y hablando con esta gente sobre los personajes decíamos que quién interpretaría a este o a aquel, y es que coincidíamos lo que me da una satisfacción porque lo que cuento sobre lo que hacen o dejan de hacer Matías o Ruiz les da una forma física, lo cual es algo superimportante para mí.

Suena una sirena en la Gran Vía. Me doy cuenta de que en la cafetería el público es ahora distinto o consume cosas diferentes. Es la hora del aperitivo, también la del momento de comenzar a despedir la entrevista.

—Saliéndonos de la novela, ¿cómo ves el panorama de los escritores que empiezan?

—Muy difícil. Pero yo me estoy encontrando que soy superafortunada. No sé si esto se quedará aquí, pero si fuera así yo ya tengo mi felicidad porque nunca pensé que alguien se interesaría por lo que escribo, que les guste o no lo que leen, pero que les despierte algún interés eso es muy importante, tú lo sabes. Estoy alucinando, no por la aceptación del libro, todavía tengo pocas opiniones, sino porque estoy encontrando a gente que me apoya más a mí que al proyecto, gente que no me conoce les llama, o les llamo, la atención, quizá no les cuadra el tema de la novela con mi físico, o a lo mejor es que como él no es duro ni agresivo, es un físico corriente… Que te apoyen es muy importante en estos tiempos en que nadie da nada por nadie —suena el móvil de Laura y le dice al interlocutor que le llamará luego…

—Dime un escritor —le pregunto cuando cuelga; da un poco de corte utilizar una cuestión tan manida, pero sigo pensando que a la mayoría nos interesa saber cuál es el autor preferido de los que escriben.

—Stephen King y Ken Follet —lo suelta sin pensárselo dos veces, con espontaneidad digna de admirar, sin temor a que su opinión le pueda bajar puntos a los ojos de algún posible lector de esta entrevista: muchos en su lugar hubieran buscado el nombre de algún escritor con más pedigrí literario.

—Si te propusieran hacer una película con Score, ¿te gustaría?

—Me encantaría.

—¿Tú crees que la literatura puede cambiar el mundo?

—¡Hombre!, sí, y espero que lo haga algún día…

Laura Muñoz. Sencilla y sincera. Durante esta conversación me he acostumbrado a su forma rápida de hablar, yo que aspiro a hablar todo lo despacio que pueda. Cuestión de temperamentos, o tal vez de edad. Le propongo que hagamos unas fotos con su novela en las manos y acepta encantada. De fondo tiene una cabina de teléfono y el primer rascacielos que se construyó en Madrid; hay un quiosco de periódicos que exhibe la publicidad de una obra sobre Edit Piaf, se me ocurre utilizar el cartel como decorado para una de las fotografías y la hacemos al cabo de unos minutos.

—Me encanta Edit Piaf —dice Laura.

El sol aprieta y caminamos calle Montera abajo. Los iris de Laura vuelven a cambiar de color. Son las tres de la tarde y algunos viandantes buscan las sombras para cobijarse. Nadie podría imaginarse que venimos de hablar sobre un trágico juego que duró 100 días, escrito de la mejor manera posible: como se quiso hacer. Y punto.



Vídeo: Laura Muñoz presenta _Score: 100 días, en Soulstation, Madrid, el 20.05.2010 (Para ver el vídeo rogamos acepte las cookies)




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WEB de PEDRO M. MARTÍNEZ: https://martinezcorada.es/

- Web de Laura Muñoz Hermida: http://www.myspace.com/lauramunoz

📸 (Fotografías en el artículo: Pedro M. Martínez © Todos los derechos reservados).

📰 Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 52, mayo-junio de 2010. Página reeditada en julio de 2019.

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    Revista Almiar (2010-2019)
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