García Lorca Olive Tree

La muerte de García Lorca

por Camilo Valverde-Mudarra


La madrugada estremecida del 19 de agosto de 1936 la luna ausente miraba mustia los tristes barrancos de Víznar. La sangre de Federico García Lorca tiñó la pendiente de versos apagados que rodaron por los guijarros. Voces de héroes muertos retumbaron en las aristas de los montes. Y nosotros cantamos:

Los barrancos de Viznar doloridos
sacudieron temblores de injusticia,
cuando su cuerpo en sangre de malicia
derramó sus espantos ateridos.

Lorca murió por ingenuo, por cándido, por excesiva confianza, por desconocer la furia inculta de unos militares
envalentonados que instaron o permitieron su fusilamiento. Lo acribilló la insolencia, la envidia y la inquina de la cobardía y el despotismo campantes; latentes rencillas familiares o amigas de plomo azul y de balas verdes en dolorosa homofobia; le costó la vida su flirteo con la República, su jaraneo desenfadado y liberal con el ámbito homosexual y exótico.

La muerte rondaba. Algo presentía; el verso le fluía estremecido en una inquietante atmósfera, que envolvía el aire en trémulo presentimiento y amenaza, surcado por aves de misterioso agüero en metáforas instintivas: «…el verano siembra/ rumores de tigre y llama»; la premonición estremece su escaso futuro. En versos emocionados le aconsejábamos:

¡Federico, no vayas a Granada!
Granada agazapa su voz rancia.
Federico, recela de Granada,
Tu Granada rezuma intolerancia.
¡No vayas a Granada!
Allí afila sus garras la ignorancia.

Se cumplen ahora setenta años de aquella insolente e innecesaria intolerancia. Lorca, sublime poeta que, en su breve, pero robusta obra, había subyugado al mundo con su astro poético, no militó en ningún partido, jamás discriminó o se distanció de sus amigos por cuestiones políticas, se sentía, dijo en una entrevista al Sol, de Madrid, poco antes de su asesinato, «íntegramente español». Con él, se quebró la esperanza de cualquier mínimo consenso, símbolo de libertad y de sabiduría, entre las dos Españas. En su cosmos poético sometido al arbitrio de un poder desdentado y tétrico, danza la Muerte: « …entra y sale,/ y sale y entra/ la muerte». El poeta nace el 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros (Granada); a sus 38 años, un mes después del inicio de la Guerra Civil Española, fue fusilado en Víznar. La torre de la Vela apagó su tañido, las campanas del Albaizín teñían fúnebres sombras, Granada sobrecogida retorció su alarido y el mundo lloró lágrimas de negra amargura.

Nadie dice ni conoce exactamente las razones. Nadie sabe quién ordenó su muerte, ni dónde está su tumba. La España de Franco, que asentó su mano de cuarenta años, guarda en el vacío su secreto. «Después —dijo Alberti— vino la paz y era un olivo de interminable sangre por el campo. Los otros vieron que el único camino que les quedaba era marcharse al exilio, que es también morirse, pero en una cama ajena».

Ante la falta de noticias sobre los hechos, distintas teorías aparecen y fluyen en torno a las causas del indecible sin sentido que lo llevó a la muerte. La última hipótesis, planteada por un documental, titulado Lorca, el mar deja de moverse, que se estrenará a finales de septiembre, revela nuevos apuntes sobre la muerte de Lorca. La cinta pone de manifiesto ciertos secretos cuidadosamente ocultos por razones obvias e intenciones aviesas. Saltan a la luz unas posibles rencillas familiares de origen asesino; unos primos del poeta, parece ser, fueron los instigadores del fusilamiento del poeta. El estudioso del tema, M. Caballero ha destacado que, tras lograr la colaboración de los clanes Lorca y Rosales, le facilitaron el acceso a documentos reservados y desconocidos, aunque se mostraban timoratos ante un asunto que tenían tras el tabú y la reticencia. Laura, sobrina del autor, apunta que tal conjetura nunca sonó entre la familia, y «eso no ocultará que el crimen de Federico fue un asesinato político», por su estrecha vinculación al proyecto de la República. «Las circunstancias y las causas de su muerte —añadía— son bastante conocidas».

Entre las especulaciones se halla también la interrogante sobre su tumba. Aquella noche del agosto de Víznar, Lorca cayó muerto junto a un maestro de primaria y dos banderilleros anarquistas; ya muertos, se dice que fueron trasladados a Alfacar, donde los enterraron en la dejadez innominada de una fosa común; luego, con el tiempo, parece, que, su cuerpo fue exhumado, y, recuperado, la familia lo sepultó, en silencio, en un túmulo de su propiedad. Actualmente, personajes de la cultura española y extranjera se afanan por comprobar si el escritor está en la fosa primera. Pero la familia se niega. El hispanista, Ian Gibson, estima que es conveniente saber la verdad y silenciar los rumores, mediante la búsqueda científica con la tecnología de hoy, aplicada a los restos.

García Lorca, el más representativo de la generación literaria del 27 sigue vivo en la magia centelleante y la exquisitez excelsa de su obra. Su poesía admirable y su producción dramática viven y vivirán en la voz y la mente de todo el mundo a través de traducciones a todos los idiomas y de las representaciones constantes por los distintos escenarios. «La fama del poeta granadino —dice Ian Gibson— no hace sino crecer. El hecho incontestable es que Lorca y su obra siguen fascinando, y que millones de personas se han sentido y se sienten enriquecidas, como seres humanos, gracias al contacto de su palabra». La guerra, sustrajo también al granadino de dimensión universal, el Nóbel, que quedó en la incógnita.

Poeta en Nueva York es uno de los textos más importantes escritos en lengua española, su profundidad y autenticidad confirman al gran escritor. Es dialéctica, se dispone en la oposición de naturaleza y civilización, con numerosas variaciones, muchas de ellas de tono surrealista:


Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas y el espíritu a la lengua de la cobra.

(Poeta en Nueva York).

El Llanto por Ignacio S.Mejías, resonancia de J. Manrique y de los toros de Guisando, lleva al paroxismo la incesante reiteración de la hora. Reintroduce el canon elegíaco. Es el poema más completo de Lorca que integra todos los elementos de su poética y las modulaciones estilísticas anteriores: «¿Quién me grita que me asome? No me digáis que la vea».

La muerte y la sangre siempre presentes. Su imagen es el signo persistente en la obra del poeta. ¿Presagio, augurio, premonición?



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Camilo Valverde-Mudarra y Carrillo

Camilo Valverde-Mudarra y Carrillo

nacido en Alcalá la Real (Jaén), España, vive entre Granada y Málaga. En la Universidad de Granada, obtuvo la Licenciatura de Filología Románica. Tras ganar las Oposiciones a Cátedra de Lengua y Literatura Españolas, trabajó en la Enseñanza Oficial, en Córdoba y después en Málaga. Más tarde, se diplomó en Ciencias Bíblicas y fue nombrado Profesor de la Escuela Bíblica de la Axarquía, donde imparte clases.
La docencia, ejercida con vocación y entrega, la lectura amplia y profusa y la pasión por escribir, han sido desde siempre su preferencia y dedicación. Ha publicado un manual para Bachillerato, ensayos Consideraciones Lingüísticas, Las mujeres del Evangelio, La religión del amor más grande y varios libros de poemas: Cien Sonetos de amor y quebranto, Del Soneto al Evangelio, Arrecifes del alma y otros. Escribe en varios periódicos y revistas y algunas páginas de Internet, actualmente en el Correo de Málaga, en la Prensa de la Axarquía, en la revista poética Utopía y colabora en el diario Sur, de Málaga.

@ sustituida camilovalverde [at] terra [dot] es

🔗 Web del autor: http://blogs.ideal.es/OpinionyPensamiento/ ▫
http://blogs.ideal.es/PoemasySonetos/

🎞 Ilustración: Lorca Olive Tree, GrahamColm at the English language Wikipedia [GFDL or CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons.

💬 Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 41, julio-agosto de 2008. Página reeditada en mayo de 2019.


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