Maneras de vivir
por
Carlos Díaz
El patio
de mi cárcel
(una
película dirigida
por
Belén Macías)
Belén Macías catalana de nacimiento y madrileña de adopción, ha trabajado como guionista para diferentes programas de televisión y series como La casa de los líos, Al salir de clase, La ley y la vida…). Para cine ha escrito el largometraje La Mula, basado en una novela de Juan Eslava Galán.
Ha dirigido las «tv-movies» La Atlántida y El monstruo del pozo y las series Un lugar en el mundo y actualmente La Señora.
Con sus cortometrajes El Puzzle y Mala Espina ha recibido más de setenta premios nacionales e internacionales, además de nominaciones como el Goya al Mejor Cortometraje.
Vamos que Belén no nació ayer a pesar de lo que pueda pensar algún crítico. Así pues, no es de extrañar que la productora El Deseo, de Pedro Almodóvar, decidiera apostar por ella con su película El patio de mi cárcel.
—Belén, el guión es tuyo junto con Arantxa Cuesta y Elena Canovas. La historia está inspirada en las presas que formaron el grupo de teatro Yeses. ¿Qué te movió para tratar este tema?
—Yo vengo del teatro. Había visto a las Yeses alguna vez y me pareció muy interesante la mezcla del drama social y la reinserción, el afán de superación de unas mujeres por medio del arte, del teatro.
—Aparece el sida, el lesbianismo… ¿Hay algún tema que te hubiera gustado tocar pero que por cuestión de metraje u otro motivo no has podido?
—He reflejado cómo funcionaba el sistema carcelario en los años 80 y los problemas que existían dentro de las cárceles. Además de las condiciones duras, sobretodo el lastre de la droga, de la heroína. Si hubiera trasladado la acción a la actualidad los problemas serían muy diferentes. Pero la solidaridad entre ellas sigue existiendo hoy en día.
—Después de veinte años ¿el sistema carcelario ha cambiado?
—Ha mejorado pero yo siempre pienso en el personaje de Luisa, la colombiana. Las cárceles están llenas de chicas como ella, que no son delincuentes, sino que la necesidad las lleva a cometer un delito que no han pensado y que viene provocada de una situación terrible en sus países. ¿Es necesario que la ley caiga sobre ellas de esa manera? Cuando te enjuician por narcotráfico, porque llevas una maleta con droga, son nueve años de condena. Nueve años a unas mujeres que lo han hecho por necesidad es una cuestión a debatir.
—¿Si la hubiera dirigido un hombre en qué crees que cambiaría básicamente el largometraje?
—Me imagino que las protagonistas no serían mujeres, excepto en determinados directores puntuales, porque todos tendemos a contar cosas con las que nos sentimos identificados. Pero depende de la sensibilidad del director. De todos modos, yo no he hecho una película para que guste sólo a las mujeres. Yo no pretendo hacer cine de mujeres sino para todo el mundo.
Sí te he de decir que quizá ha sorprendido a determinadas personas que en la película no nos recreemos en lo malo. Pero es que la gente no va llorando por las esquinas en las prisiones.
—La mayoría de actores y actrices además de querer hacer un buen trabajo, también les importa mucho su imagen. ¿Fue difícil que alguna actriz entendiera que no iba a salir especialmente favorecida?
—Sí. Tuve que convencer a algunas actrices porque tenía claro que no quería unos ochenta estridentes, sino de la calle. Quería un estilo real. He huido de toda la parafernalia ochentera en cuanto a moda, porque no me la creía en ese ambiente. El trabajo que ha hecho maquillaje, peluquería y vestuario es brutal.
Respecto a lo de convencer a las actrices no es tanto en que estuvieran más o menos guapas sino que se sintiesen bien con los atuendos o las corporeidades que les hemos dado a los personajes. No ha venido ninguna chica a decirme que no se sentía guapa.
—Para cualquier actor estos personajes son un regalo puesto que es un reto mayor hacer personajes muy alejados de su entorno habitual. Precisamente por ello ¿te dio miedo que se las viera sobreactuadas o que no se viera a la persona sino al personaje dibujado?
—Sí. Era mi primera preocupación. Pero me tiré a la piscina. Lo que hemos hecho por ejemplo con Ana Wagener es un riesgo enorme tanto para ella como para mí. A mi me gustan las actrices como ella que se implican a este nivel, que se arriesgan.
—El trabajo de todas las actrices es indiscutible. Casi sería un insulto hablar de una u otra por temor a obviar alguna. ¿Es de lo que te sientes más orgullosa de la película?
—Sí, absolutamente. Yo miro el cine desde la perspectiva de los personajes y en función de ellos. Además yo vengo de una escuela de teatro, la Resad, y allí me enseñaron toda la base.
—Con esta película has dado a muchas actrices la oportunidad de brillar como nunca antes nadie les había dejado. Y más aún teniendo en cuenta que la productora que está detrás es El Deseo, es decir, que hay dinero suficiente para que todas las presas fueran actrices archiconocidas. ¿Qué te llevó a no caer en esa tentación facilona?
—Yo no quería ningún nombre. Sólo quería buenas actrices. Yo no hablo por nombres, porque Candela Peña y Blanca Portillo, que son «los nombres» son unas actrices excelentes y el resto son actrices poco conocidas pero que yo las admiro muchísimo a todas. Yo admiro a mis actrices, mis actrices me admiran a mí, y caminamos juntas.
Excepto Candela y Blanca, el resto fueron escogidas por casting con Rosa Estévez.
—Con los tiempos de crisis que corren ¿pobre del preso que le den la libertad ahora?
—Sí, precisamente una de las cosas que me importaba reflejar en la película es que muchas de las chicas no tenían sitio donde ir, no tenían una estructura familiar.
—¿Crees que más de uno si le dan a escoger preferiría quedarse en la cárcel?
—No, creo que nadie lo escogería. El personaje de Isa dice que es muy difícil vivir en libertad sin sentirse libre porque ella está enganchada a la heroína. Con Isa quería retratar que hay mucha gente que no se conforma con la vida que les ha tocado. Entonces luchan o con buenas formas y consiguen grandes cosas o de malas formas y no lo consiguen.
—Los que no estamos entre rejas creemos que somos libres. ¿Pero lo somos?
—Creo que la libertad es un sentimiento que se tiene, más que que se vive. Incluso estando encerrada puedes encontrar tu resquicio de alguna manera. Pero la libertad es algo que tienes que sentir.
—¿Lo peor es acostumbrarse a la vida que nos ha tocado vivir?
—Eso es lo peor que te puede pasar en la vida.
—¿Pero crees que podemos elegir o el que no elige es porque no quiere?
—No todo el mundo puede elegir y los que no pueden elegir tienen que luchar por hacerlo. Este mundo no está organizado para que todos tengamos esa libertad.
—Belén, si fueras a prisión ¿qué necesitarías tener en el patio de tu cárcel?
—El arte. Yo si fuese a prisión supongo que pasaría por todas las fases que se pasa a nivel emocional pero enseguida lo que haría es estar ocupada todo el tiempo y dedicarme a todas las cosas que cuando estás fuera no puedes hacer.
—¿Consideras que existe una manera de vivir dignamente en prisión o eso es imposible?
—Sí, existe una manera digna de vivir en prisión y en todas partes.
—¿Crees en «el mal bajío»?
—Sí, no soy nada espiritual pero es un concepto que me llama mucho la atención. Puede parecer un poco ingenuo pero me parece un concepto real. Viendo localizaciones para la película fuimos a un poblado gitano y había dos chicas de treinta y pico años con once y catorce hijos. Era verano, hacía mucho calor, y había una tinaja de agua y una niña preciosa de cinco años que se estaba bañando allí desnuda. Y yo tengo un hijo de cuatro años y pensaba las oportunidades que va a tener mi hijo y las oportunidades que puede tener esa niña. Todo eso entronca con ese mal bajío. Toda esa gente no tiene posibilidades reales de salir de donde están. Ni siquiera la posibilidad de tener una casa. Sus hijos lo van a tener muy duro.
Creo que el mal bajío se puede romper pero hay mucha gente que por sus circunstancias no puede salir de ahí. ¿Y por qué ellos son los elegidos para eso y nosotros no? Es una cuestión filosófica que siempre ando dándole vueltas porque yo no me puedo aferrar a nada religioso porque no creo en ello.
—Disculpa la vulgaridad, pero ¿te consideras una persona que ha nacido con una flor en el culo?
—No, para nada.
—¿A pesar de haber hecho tu primera película con la productora El Deseo?
—Si me hubiera pasado con veinte años pues sí, pero esto es fruto del trabajo, de muchos años currando. Es más, ahora no puedo parar a tomarme un año sabático para pensar en mi siguiente película. Tengo que seguir currando porque tengo que sacar mi niño adelante y no me puedo dar un respiro. Acabo de estrenar la película y me incorporo ya al equipo de la serie La Señora.
Todo lo que he currado en cine ha sido por mi misma. Mis padres no trabajan en cine y arriesgué mi dinero en mis cortos. Nunca me subvencionaron a priori. Siempre nos dieron ayuda después, cuando el corto había funcionado.
—Tengo una curiosidad: En un determinado momento aparecen unas imágenes del concurso Un, dos, tres. ¿Por alguna razón en particular escogiste este programa y justamente el día en que participaban Luis Escobar y Pitita Ridruejo?
—Eso fue por azar. Pero sí quería el Un, dos, tres porque era algo que veían las presas en los ochenta. Además he hecho pequeños homenajes a las cosas que me inspiran y me gustan. Por ejemplo soy una enamorada de Víctor Erice y le he hecho mi homenaje particular con El Sur. Hay muchísimos guiños en la película a gente cercana mía.
—Para acabar te propongo un juego que te sonará: el «yo quito». Juego que además ya hay blogs que lo utilizan. Ya sabes que hay una regla: no se pueden desear cosas buenas. Solo se quitan cosas malas.
—Voy a citar un poco a Óscar Wilde. Yo quito a la gente que ve intenciones feas en cosas bellas.
Yo quito a la gente que prejuzga las cosas sin conocerlas de primera mano.
Yo quito la violencia verbal auspiciada por las grandes palabras vacías.
Y yo quito en general la violencia del mundo.
Yo quito el mal humor.
Jugué con ella y le dije los «yo quito» que yo pensaba. No los transcribo
porque en estos momentos la entrevistada es ella. Sólo voy a citar uno
que le dije: —Yo quito la muerte. A lo que ella me contestó:
—Pero eso es imposible. Creo que más que quitar la muerte, lo que tendríamos es que saber aceptarla. Nos tendrían que enseñar a aceptar la muerte.
—Belén espero que sigas queriendo jugar a hacer cine para que salgan películas tan auténticas como El patio de mi cárcel. Una película que provoca ganas de vivir.
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WEB DEL AUTOR: http://carlosdiazactor.es/
💬 Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 42, septiembre-octubre de 2008. Página reeditada en mayo de 2021.