Algo más que palabras
por
Víctor Corcoba Herrero
Las soledades de enero
Los días mueren y sólo quedan lecciones en el manantial del tiempo, recuerdos que son historias vividas, abecedarios prendidos en el aire para compartir, porque esta vida exige ser vivida en familia. Todos los lenguajes se aprenden al calor del hogar, donde es posible contar estrellas e inventarse un cielo de luz, por muchas sombras que nos arreen los herodes del mundo. Aún no han cesado los violadores de rosas y habría que poner a salvo al débil del abuso del más fuerte. Es una de las grandes tareas pendientes. Hace tiempo que la esperanza ha dejado de estar al alcance de todos. Muchos caminantes no tienen a nadie y no esperan nada. Por perder, han perdido hasta su propio linaje, forman la tribu de excluidos a los que nadie quiere ni mirar. Toda esta frialdad de caminos sin alma, hace que nos desborde la tristeza más profunda. Quedar solos a la deriva del viento, tapados por las soledades de enero, desemboca en suicidios o en una muerte vital prematura.
Los periodos de crisis o de progreso, que la vida es un ir y venir, un bajar y un subir, han de hacernos reflexionar. Por mucha escarcha que caiga sobre el ser humano, siempre habrá una flor que retoñe y nos traiga la esperanza. O la hay o nos la tenemos que inventar. Lo último es morir en el desespero. No nos confundamos de camino. Avanzar para tener acceso a los bienes que nos permiten tener una vida más humana y organizada, además de saludable, es lo suyo; pero si pretendemos progresar a cambio de sacar poder destruyendo otras vidas, violentando leyes naturales, repartiendo la tarta a tortas, mejor nos quedamos quietos. Yo deseo que el planeta siga caminado hacia la esperanza repartida y compartida, que los odios pasen al adiós, que el ilícito llenarse los bolsillos deje de estar de moda, y que sea la lluvia la que nos empape de estético sentido humano, con la libertad del calor de una mirada de niño.
Realmente le temo a las soledades de enero porque
todo suele rebajarse y, con la degradación moral que tenemos en el cuerpo
terrícola, los focos de tensión pueden avivarse en cualquier momento.
A propósito, me gusta lo que ha manifestado el presidente del gobierno
español, Zapatero, en tierras del Líbano:
«La
paz es la tarea». Un buen propósito
para extrapolarlo a todos los escenarios de la vida. Por cierto, incluido
el político. Alguien puede pensar, y quizás no le falte razón para pensarlo,
que la paz se ha convertido en un lenguaje fácil, que cuesta poco decirlo
y con el que uno queda mejor que Pilato. Hay que ir más allá de un puro
lema seductor. Para empezar, nunca el recurso a las armas debería considerarse
como el instrumento adecuado para solucionar los conflictos. Considero
que el ser humano antes tiene que reconciliarse entre sí, consigo mismo,
en familia haciendo familia, con su universo natural. Para ello, salta
a la vista que hay que buscar modos de vida más humanos, menos expuestos
a la tiranía de los instintos de posesión, de dominio y consumo, y más
generosos, hablando un lenguaje de paz como lengua común. La hora es propicia
y el tiempo urge para que, las soledades de enero, se pueblen de diálogos
y de gestos sinceros. Sólo así se llenarán de alegría las miradas y de
corazón los andares de la familia humana.
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Víctor Corcoba es un escritor que vive en Granada; licenciado en Derecho
y Diplomado en Profesorado de E.G.B, tiene varios libros publicados.
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con el autor: CORCOBA [at] telefonica.net
ℹ La Revista Almiar viene publicando, periódicamente, los
artículos de este escritor bajo el título
genérico de Algo más que palabras.
▫ Artículo publicado en Revista Almiar, n. º 37, diciembre de 2007-enero de 2008. Reeditado en abril de 2021.