El universo de
las hadas

por
Víctor Corcoba



Ante la epidemia de arrogancia que nos invade, las dudas que tenemos entre la certeza y la incertidumbre, las luchas por ocupar el primer puesto en todo, la autosuficiencia y autocomplacencia posesiva, uno quisiera acudir al perfume mágico de las hadas buenas y poder ahuyentar el hedor que se respira. Hay sed espiritual en el mundo y hambre de amor. Se nos dice que hemos de pensar globalizando, pero luego se actúa con los particularismos. Ya quisiera encontrar el hada que nos llevase a la búsqueda encantada de lo auténtico para resocializarnos con la armónica naturaleza y sus invisibles ciudadanos. Aquí, en la tierra del poder, hemos llegado a todos los puntos del odio posible y la sensación es oscura y de miedo. Existen demasiadas puertas en un universo abierto y desmedidos muros que nos separan. Así crece a pasos agigantados el mercado armamentístico. Sin ir más lejos, los españoles hemos aumentado en más del doble la venta de armas desde el dos mil, que ya es decir.

Por otra parte, el traumatismo de los atentados del 11-M está lejos de haber cicatrizado en la mente de los españoles. Hemos perdido la identidad del valor, el coraje de plantar cara y sembrar verdades, la furia de luchar con el verso y la palabra. No en vano, somos los europeos más preocupados a propósito de una posible amenaza terrorista, según un estudio internacional elaborado por Le Figaro. ¿Qué hay, pues, que nos pueda llevar a la paz interior? Una sola y única cosa: las buenas vibraciones de lo armónico y comprensivo. Somos parte de ese aire que sopla, de la lluvia que nos empapa, del sol que nos rejuvenece, de la luna que nos confiesa los secretos de la noche y de tantas estrellas bañadas por las aguas siderales. Explorarse, en ese firmamento de sagrarios íntimos, ayuda a vivir y a beber una gozosa comunión de sensaciones alentadoras. Las dolencias del sentimiento sólo se curan con la ternura de los abrazos y los labios del verso empapados de alma.

En el universo de las hadas bondadosas nada se deprecia, todo se consensúa y propone, en sintonía con un estado de ánimo que rechaza la razón fría, calculadora e inhumana. Ya me gustaría poder enviar tipos así, tocados por la magia de la generosidad, a platicar en aquellos foros, bautizados como de radical nacionalismo, que son toda una fauna de bárbaros dispuestos a imponer sus ideas con uñas y dientes como generales en misión. El tufo de aires envenados que nos rondan, precisa el movimiento de los espíritus del aire que nos limpien las atmósferas, del viento que tras la tempestad viene la calma, de los bosques y de las flores para purificarse, y escuchar las voces de las hadas, aunque sea en sueños, que los sueños vida son. Estas criaturas fantásticas han estado presentes en la imaginación desde la noche de los tiempos. Celtas, griegos y romanos ya les rindieron culto y les consagraron altares. Convendría volver a ellas, sobre todo para regenerarnos de tantos valores perdidos y de tantas conciencias rayadas. Su filosofía es toda una piedra filosofal de hondura y genialidad que contrarresta el maquillaje de lo superficial y mediocre, tan actual y tan vivo hoy en día.

Desde que los abuelos han dejado de leer cuentos de hadas a sus nietos, y toda la familia —cada miembro en su dormitorio— se emborracha de televisión, los niños crecen entre violencias y violaciones, con historias falseadas y degradantes. ¿Que no existen las hadas? ¡Eso es lo de menos! Lo demás está ahí, esos deseos imposibles que pueden hacerse posibles, ese mundo imaginario repleto de enseñanzas como experiencia interior, que nos orientan en el camino a seguir para hacerse mayor a través de distintas secuencias encadenadas para organizar mejor el desorden del pensamiento y dominar sentimientos. Guiados por el poema eterno de «érase una vez...», la vía láctea de la imaginación comienza sus andanzas, repletas de aventuras y desventuras, con unos personajes que transmiten una cultura de principios y una sabiduría poblada de emociones.

Habría que poner de moda el cuenta cuentos de siempre, volver a la lectura del mundo de las hadas —la televisión podría ayudar— como respuesta a tantos anhelos de vida perdidos ¿Qué lance puede ser más grande que soñar? Por desgracia, las sombras amenazadoras de la realidad superan la ficción, la de una cultura que niega el respeto de la vida en cada una de sus etapas; la de una indiferencia que condena a la pobreza a cuantos nacen en la marginalidad; la de una búsqueda científica al servicio egoísta del más poderoso... Hemos perdido tantos niños en el camino —un total de doscientos mil mueren al año (quinientos cuarenta y siete al día), debido a las guerras y actos terroristas que ensangrientan el mundo, según un informe de Unicef destacado por la diputada italiana Tiziana Valpiana—, incluso el propio que llevamos dentro cada uno de los adultos, que el punto de encuentro, podría ser un cuento escrito por todos y para todos, desde la vida y para la vida, con un hada que nos hiciese hombres nuevos en un mundo viejo.


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Víctor Corcoba es un escritor que vive en Granada; licenciado en Derecho y Diplomado en Profesorado de E.G.B, tiene varios libros publicados.
CORCOBA[at]telefonica.net

(Almiar viene publicando con regularidad los artículos de este autor. Una relación de los mismos se pueden encontrar pulsando en este enlace).

- Ilustración: Pedro M. Martínez © Derechos reservados




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