AGUJEROS NEGROS
por
Víctor Corcoba


En ese círculo de ida y vuelta que es la vida, sólo la ilusión acrecienta pensamientos. Pretender acercarnos al mundo de las ideas sin moral alguna, degenera toda verdad y genera unos agujeros negros de difícil salida. Todo está como muy anclado a los maestros del cinismo. Son ya una legión de empedernidos mentirosos que les importa un bledo la vida de los demás. La modernidad plantea muchas cuestiones, pero sólo desde la libertad se pueden encontrar argumentos. Para ese cultivo hace falta sigilo, paciencia y prudencia, reserva para escucharse. A propósito, hay unos versos de Ángel González, que nos dan en pleno corazón: «No interrogues dos veces a quien/ guarda silencio,/ porque el silencio es la única/ respuesta». Ciertamente, la impaciencia es una enfermedad del tiempo presente. A veces tomamos demasiada prisa en buscar soluciones a las que sólo se llega desde la quietud. Perdida la tranquilidad, lo que en realidad brota es una manifiesta desconfianza que acaba crispando, por mucha concesión de carisma que nos metan por la vista. Todas las cosas requieren su pausa.

Resulta difícil entender la celeridad de algunos políticos por querer atarlo todo a la ley humana, aunque se ponga en entredicho la ley natural. Pienso, pues, que tan importante como mejorar la cohesión entre gobiernos, es poner los oídos en los residentes y gobernar para el bien de todos. No se puede serenar desde la continua convulsión, pedir talante y sembrar calambrazos. De un tiempo a esta parte han crecido los abucheos por parte de los ciudadanos, atmósfera que debiera decirle algo a la clase política. Mal ejemplo vierten con sus actitudes altaneras de no escuchar la voz de la calle, o pasar de tomar en consideración al oponente. La buena armonía debiera estar en el propósito de las agendas de todos los poderes. Se producen demasiados hechos bochornosos, privilegios que no vienen al caso con algunos nacionalismos. No se puede uno cerrar en banda, hay que abrirse a los horizontes de la universalidad. En plan pacífico, conciliador. La plaga de la incongruencia ha llegado también a lo deportivo. Ya ni el deporte es lo que era, en ocasiones más bien es un campo disfrazado de policías que imponen la concordia entre ciudades y aficiones.

Los desajustes son un cáncer actual. Coexisten abundantes metáforas que han perdido la fuerza sensible, ocasionando un socavón de agujeros negros que nos impide ver la luz. El que trabajadores de todo el mundo exijan mejor calidad de vida y mayor reconocimiento de sus derechos, no debiera considerarse un añadido más. Esa es la gran asignatura pendiente en el mundo de la globalización. Algunos arrogantes políticos se aprovechan de la democracia y con sus mezquinas artimañas, pretenden regularnos nuestra propia vida antes que regularizar el cumplimiento de valores tan consoladores, como es la justicia y la igualdad en un espacio de pluralidades. A veces, da la sensación que nada nos mueve para contrarrestar discriminaciones e incumplimientos. Cuando lo elemental de la vida se quebranta, resulta más que imposible el descanso en la fatiga, la brisa en el estío, el consuelo en el llanto.

También cada día es más complicado hacer familia en familia, para que los lamentos se puedan sobrellevar mejor, entre otras cosas porque los poderes públicos son incapaces de asegurar plenamente su protección social y económica, a lo que hay que añadir que tampoco la educación cumple su prioritario objetivo de pleno desarrollo de la personalidad humana. Ahí está ese agujero negro del incremento del consumo de alcohol y drogas de nuestros jóvenes. Algo falla en nuestro sistema educativo. Los profesores se encuentran desbordados, sin autoridad para poner remedio, en la mayoría de las veces sin colaboración de la familia. En estos casos, casi siempre más divorciada que unida. Los maestros llevan años alzando su voz de alarma, porque el escenario es de pánico. Considero que, en temas educativos, es fundamental la implicación de todos los sectores: padres y madres, docentes, alumnos y administraciones. Pienso que es todo lo contrario a lo que parece propugnarse, con reformas educativas del dos por uno, la de enseñanza obligatoria y Bachillerato y la universitaria, sin apenas tiempo para el debate y la reflexión. Debiera tenerse en cuenta que, en el desarrollo de derechos fundamentales, está visto que las prisas no son buenas consejeras.

Pero volviendo al tema de los agujeros negros, aunque los sindicatos hayan celebrado el día de San José Obrero con más liturgia festiva que reivindicativa, como si todo marchase divinamente y la pobreza no existiese en España, la estampa de vida es bien distinta. Los españoles soportan desigualdades como nunca han existido entre comunidades autónomas, pueblos y ciudades. Esto no tiene justificación alguna. Mientras unas personas se bañan en la opulencia, otras no cuentan con ese mínimo vital necesario para subsistir ¿Por qué no se reivindica esta injusticia? Por desgracia, la brecha entre ricos y pobres sigue aumentando, en unas comunidades más que en otras ¿Dónde está la solidaridad entre autonomías? Incumplimientos de derechos fundamentales, discriminaciones hacia los débiles, depredación de la naturaleza, desigual acceso a la tecnología, son situaciones de injusticia que hemos de atajar con políticas de coherencia educativa y educacional.

En el año dos mil, los Gobiernos y Estados firmaron la Declaración del Milenio de Naciones Unidas, y se comprometieron con el cumplimiento de los ocho objetivos de Desarrollo del Milenio, como un primer paso para erradicar el hambre y la pobreza. Cinco años después, convendría interrogarse si dentro de nuestra propia casa se avanza o se retrocede en cuestiones básicas, como pueden ser: ayuda a los infectados con el HIV, medios económicos suficientes para poder vivir con dignidad, acceso a la libertad de enseñanza, protección a la salud y tantos otros derechos propios de un Estado social… Si lo extrapolamos al mundo de la globalización, da vergüenza ajena que sólo el 10% de la población mundial disfrute del 70% de las riquezas del Planeta. Estimo, en consecuencia, que lo de compartir es una asignatura pendiente que deberíamos fomentar a pleno corazón. Sólo unas hebras de amor ayudan a partir, y a repartir, aguas y tierras, panes y peces, abrazos y besos, habitaciones e invitaciones. Que nadie se tape los ojos.


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Víctor Corcoba es un escritor que vive en Granada; licenciado en Derecho y Diplomado en Profesorado de E.G.B, tiene varios libros publicados.
CORCOBA@telefonica.net

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Revista Almiar (Madrid; España) / ISSN 1695-4807
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