
Nunca llueve sobre el Sáhara
Entrevista a Pedro M. Martínez
por Guillermo Ortiz López
—¿Cómo se siente uno publicando su primer
libro a los 56 años?
—Son varias las sensaciones... creo que la primordial es de bienestar por
haber realizado una ilusión que siempre tuve y que fui postergando. En
uno de los relatos de este mi primer libro un personaje piensa que «las
cosas que se desean y no se consuman dejan un poso de amargura muy fuerte
en el corazón» y algo de dicho convencimiento hay en el empeño que siempre
he tenido en cumplir lo que quiero; sin aventura me sentiría incompleto
y escribir es una de las más maravillosas aventuras que se pueden vivir.
Nunca llueve sobre el Sáhara me llega como un reconocimiento íntimo
y siento, también, que no importa el tiempo que he tardado en llegar hasta
aquí, antes tenía que hacer otras cosas.
—¿Qué opinión tienes de la autoedición? ¿Realmente sirve para hacerse
un hueco en las librerías?
—La autoedición tiene una gran importancia para la creación literaria y,
sin embargo, sufre de mala prensa. Es común asimilar un libro financiado
por su autor a un producto de baja calidad —supongo que en este prejuicio
tienen algo que ver las grandes editoriales—, pero me parece que por cada
superventas que se publica hay decenas de libros autoeditados que tienen
mayor calidad al no ceñirse a criterios estrictos de mercado. Un libro
autofinanciado se puede hacer un hueco en las librerías, pero el hueco
estará muy al fondo de ellas pues ahora son tiendas y buscan vender por
encima de todo... Los autores noveles se lo tienen que pelear, como hizo
Benedetti, por ejemplo, que se pagó sus ocho primeros libros. A la vista
de la situación editorial actual, creo que la autoedición abrirá las puertas
a la literatura del futuro.
—En tu libro hay muchas referencias a la postguerra, tanto en Madrid
como en Asturias, ¿qué opinas de los que dicen que ya está bien de hablar
de la guerra civil?
—Que están mediatizados por otros intereses —políticos, por ejemplo— o
que son personas imbuidas por informaciones con falta de criterio. ¿Acaso
se ha hablado ya mucho sobre la II Guerra Mundial o alrededor del descubrimiento
de América? Sobre la tragedia de la Guerra Civil Española se ha escrito,
cuantitativamente, muy poco todavía. Y pienso que sobre ella se escribirá
cada vez más —hay que escribir mucho más— a pesar de esa minoría de interesados
y pazguatos.
—La mayoría de tus relatos están llenos de nostalgia y distancia, recuerdan
de alguna manera a los relatos de juventud de Hemingway, ¿de dónde sale
tanta tristeza?
—La nostalgia es hija del tiempo. El tiempo nunca volverá, se pierde en
esa distancia de la que hablas y, con él, se van los años de la vida.
Quien diga que no le apena ver cómo se fueron no dice la verdad, y creo
que para escribir hay que decirla lo más entera posible. La tristeza es
parte de este enigma que llamamos vida y es un sentimiento muy elevado
y creativo, no creo que pueda haber un buen relato o una buena novela
sin emociones como el misterio, el amor, la aventura o la nostalgia. La
tristeza es parte sustancial de la condición humana, sí, creo que de ahí
proviene...
—Tienes una querencia estética obvia por personajes solitarios y contracorriente,
tanto en mundos fantásticos como desoladoramente reales, ¿tiene eso algo
que ver con una especie de «estética del perdedor»?
—Desde luego. Una de las cosas que hay que agradecer a la Edad Moderna
es el descubrimiento de que la Historia la cambian los perdedores. El
culto a la estética de la gloria, tan querido por algunos, me resulta
zafio, banal. Para mí, el pulso de la existencia, si acaso existe, late
en los personajes de frontera, en los que sufren o se enfrentan al mundo
y abren los ojos para ver no para mirar. Y creo que hay que defender esta
manera de ver las cosas, porque cada vez aparecen más señales de que regresan
los Boinas Verdes de John Wayne y el viejo Houston de Dublineses
puede pasar al olvido.
—Tus relatos tienen una gran virtud: huelen. Huelen a taberna y tasca.
Un costumbrismo de hambrientos. ¿Concebirías Madrid sin ese olor a comida?
—Qué remedio queda... El Madrid actual está ya lejos de aquellos tiempos
en donde la taberna y la tasca eran el centro de reunión de la gente.
Ese olor del que hablas me impregnó durante las mañanas de domingo cuando
íbamos a comer gallinejas o sardinas a la bombuplé. Me gusta que
en una historia aparezca la comida, entiendo que define a un personaje
o a una situación tan correctamente como otro detalle. Es tan distinto
alguien que degusta unos boquerones en vinagre al que se apresura en terminar
de comer una hamburguesa con Ketchup...
—Hay en el libro varias situaciones de «triángulo amoroso», en las que,
habitualmente, el chico protagonista no consigue a la chica. Si el chico
consigue a la chica, ¿se acaba la literatura?
—Siempre hay alguien que pierde en una relación amorosa. Quizá por lo que
hablábamos antes sobre los perdedores tenga una cierta propensión a escribir
desde la perspectiva del que no consigue a la chica. Es algo que me sale
sin pensar... aunque creo que no existe a priori una situación
concreta que adolezca de falta de posibilidades literarias. Es probable
que sea también una cuestión de simpatía personal: me cae mejor Cyrano
que Casanova.
—Los primeros relatos del libro, ambientados en los ‘40 y ‘50 son marcadamente
sociales y políticos. Los últimos hablan más de sentimientos y nostalgias
personales, ¿en qué registro te encuentras más cómodo?
—Me siento muy bien en los dos. Y quisiera seguir alternándolos, o mezclándolos...
No creo que exista una dicotomía entre el «dentro» y el «fuera», entre
lo personal y lo social. Vengo de una generación que no concibe una realidad
íntima al margen de lo que sucede en el exterior. Ambas realidades nos
son inseparables... para bien o para mal.
—¿De dónde viene ese gusto por la literatura fantástica, las leyendas,
los mitos…?
—De la ciencia ficción. Un género que descubrí de muy joven y que me sigue
interesando mucho. Opino que esta literatura es la fábula moderna, es
un medio muy actual para explorar las quimeras del ser humano. Obras como
2001, una odisea del espacio, de Clarke, que tan bien adaptó al
cine Kubrick, o la trilogía de La Fundación, de Asimov, me impresionaron
entonces.
—Hasta ahora, sólo has publicado relatos breves, ¿para cuándo una novela?,
¿y cuál sería el tema?
—Sí, me apetece escribir una novela, aunque seguiré también con el relato
breve. Empezaré con ella muy pronto, a ver qué tal me encuentro en ese
medio tan diferente al cuento, y tan atractivo. Pero antes de comenzarla
me acercaré a ver el mar, le echo en falta. Necesito estar frente al Cantábrico
para sosegar las ideas que tengo y saber cuál va a ser el hilo conductor
de la trama.
—Isaac Newton decía que él se limitaba a alzarse sobre los hombros de
los gigantes que le precedieron. ¿Qué escritores o, más bien, qué libros,
han hecho posible Nunca llueve sobre el Sáhara?
—Pregunta complicada, Guillermo. Después de tantos años de leer, a uno
le queda la sensación de un totum revolutum, de que todos esos
libros han formado uno mucho más grande, un gigantesco volumen del que
has ido aprendiendo y guardando aquello que parecía mejor: de uno te impresionó
la prosa certera, de otro la capacidad descriptiva, de algunos más la
sensibilidad poética o la sensualidad... De entre todos ellos, te diré
tres: La vorágine, de José Eustasio Rivera; Cien años de soledad,
de Gabriel García Márquez e Historia universal de la infamia, de
Jorge Luis Borges: una tormenta perfecta en la selva, Macondo y Tom Castro,
el impostor.
Y que me perdonen todos los demás...
Nunca
llueve sobre el Sáhara
reseña por
Guillermo
Ortiz López
Es extraño que el primer libro en solitario de un autor resulte más bien una antología, una mezcla de estilos pasados y presentes, con apuntes de futuro. En Nunca llueve sobre el Sáhara, Pedro Martínez no muestra las manos titubeantes propias de un escritor novel. Precisamente, porque no es un escritor novel.
Aunque su dedicación a la escritura fuera tardía, hablamos de un hombre que leyó de joven todo lo que había que leer y que ya lleva años y años publicando en prestigiosas revistas de Internet de todo el mundo. El libro se podría resumir perfectamente en una frase de su relato A un dios suicida: «(…) La sangre, el semen, la saliva, el orín, son el verdadero espejo del alma».
Nunca llueve sobre el Sáhara está lleno de sangre, semen, saliva y orín. No al estilo Bukovsky o Burroughs, desde luego. Pero sus personajes se arrastran por las simas de las montañas, por los riscos, por las tragedias, por las calles de un Madrid de postguerra que huele a lentejas y entresijos. A verbena. Sus personajes están solos, con su alma y su cuerpo y su dolor. Es un libro lleno de dolor y nostalgia. De tristeza.
Y es que la literatura no tiene por qué ser triste necesariamente, pero casi siempre el que escribe es un nostálgico, y con la nostalgia hay que tener un cuidado increíble. Escribir, a menudo, es volver a vivir aquello que nos hizo felices, o infelices, aquello que nos hizo sentir algo, en cualquier caso. Recordar los sentimientos y ponerlos sobre el papel no es fácil. Es doloroso, aunque catártico: uno deja de ser su propio cementerio y encuentra una tumba más accesible. Una urna donde esparcir las cenizas y guardarlas en la estantería.
En este libro de Pedro Martínez tenemos de todo, porque Pedro se atreve con todos los géneros. Tenemos costumbrismo, por supuesto. Costumbrismo madrileño. Pedro se maneja con maestría en el costumbrismo pícaro madrileño. Pero no sólo eso: tenemos recuerdos de la Guerra Civil, fábulas de la Asturias profunda, personajes solitarios y enloquecidos, inmigrantes que cogen el tren equivocado… Música de Triana que acompaña un viaje a Alemania rodeado de españolos.
Es un libro que va de menos a más, en mi opinión. Un libro que empieza con un niño en los años ‘40 y que acaba con un abuelo moribundo en la era de Internet. Un libro que gana en soltura en los últimos relatos, como si Pedro hubiera decidido olvidarse un poco del estilo y se hubiera dejado llevar. El lector no puede sino emocionarse con sus triángulos amorosos, su reflejo de la injusticia, la entrañable pareja de viejos que anuncia una nostalgia futura —esto sí que es increíble— de Jugando con Alicia… probablemente uno de los tres mejores cuentos de la colección junto a Todos eran iguales, menos uno y Disparos en un parquin.
Pareciera que las teclas se sueltan y las ideas se confunden libremente, con personajes psicópatas, agresivos, situaciones improbables… Una ruptura, una evolución con respecto a la distancia y la sobriedad de estilo que destaca en los primeros relatos.
Por supuesto, hay compromiso social y político. Sería absurdo que un libro de Pedro, que ha dedicado su vida al compromiso social y político, no recordara ciertas realidades históricas. Guardias civiles y retratos de Franco. Maquis que vuelven a España con chocolate inglés en la maleta. Estraperlistas, bingueros… una serie de perdedores cuyo único delito fue nacer en el momento equivocado, en el país equivocado.
Pero Pedro no es un moralista. Pedro dibuja esa realidad a retazos, de manera que la tristeza, la injusticia, el dolor… están ahí, pero no obliga al lector a bebérselos como aceite de ricino para purgar sus culpas. No, simplemente, lo pone ante sus ojos, para el que lo reconozca.
Nunca llueve sobre el Sáhara es la primera
obra de un autor consolidado. Sé que parece una contradicción, pero no
lo es. En sus 144 páginas, Pedro Martínez nos regala partes del escritor
que ha sido y sobre todo nos anuncia el que va a ser. Conviene prestar
mucha atención, no vayamos a perdernos algo.
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Nunca llueve
sobre el Sáhara, se presentará
en Madrid, el día 12 de marzo de 2008 a las 20:00
h en la Champanería María Pandora (Plaza de Gabriel Miró
n.º 1, Las Vistillas. El libro está editado por
Ed. Mandala & LápizCero.
Puedes adquirir este libro en: La Editorial
(El león ensimismado) o en La Casa del libro:
http://www.casadellibro.com/homeAfiliado?ca=2005&isbn=9788493571283.
La fotografía de portada y del
autor en Nunca llueve sobre el Sáhara fueron realizadas por
Diego Martínez Carulla ©.
- Lee una crítica del libro, realizada por Obed González, escritor mexicano.
- Página web de Guillermo Ortiz: http://www.guilleortiz.com/ - Página web de Pedro M. Martínez: https://martinezcorada.es
Vídeo de la presentación del libro (12.03.2008)
▫ Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 38, febrero-marzo de 2008. Reeditado por PmmC en octubre de 2019. Para ver el vídeo, rogamos aceptar la Política de cookies.