Autorretrato
Inmaculada Belda Pérez
Mirarme
en el espejo me produce una sensación placentera. Siempre deseé
tener un objeto sobre el que recayesen las culpas y las maldades que
hay en mí, algo parecido a mi idolatrado Dorian Grey y su retrato
de vilezas. Vi la película siendo tan pequeño que la maldad que entonces
no comprendía se quedó a vivir conmigo, metida en mi cabeza, susurrándome
con voz convincente cada vez que he tenido que decidir algo, arrastrándome
a cometer cada uno de mis actos. El espejo del baño es mi autorretrato
particular. Lo construyo día a día plasmando imaginariamente cada
una de las lacras que identifican mi comportamiento. Mi imagen invertida
cobra vida propia y me roba poco a poco lo que queda de realidad en
mí.
Hoy mi otro yo presenta manchas alrededor de
los ojos, una especie de ojeras púrpuras muy parecidas a las de la
muchacha que he matado. Mis ojos me miran inyectados en sangre y mi
boca traza una mueca despectiva y satisfecha. Seguramente es el recuerdo
de la mirada preñada de miedo cuando apretaba el cuello femenino y
le clavaba el cuchillo en el vientre. ¡Cómo se resistió la muy bestia!,
me clavó las uñas en la cara y casi me mete una de ellas en el ojo
derecho. Suerte que sé dónde apretar y pronto se quedó sin respiración,
dejando que su lengua de veinte años colgara entre los labios. ¡Qué
placer verla poner los ojos en blanco!, ¡qué desesperación cuando
dejó de moverse!
Siempre me pasa igual. Me pone como una moto
verlas debatirse con la convicción de que no pueden escapar y van
a morir. Suelo, en esos momentos triunfantes, eyacular sin control,
mojando mi entrepierna de puro gusto. Pero luego todo se desvanece.
Pasados esos momentos álgidos, la abulia se apodera de mí, me jode
tener que esconderlas en algún sitio, limpiar el lugar de objetos,
pelos, uñas rotas y huellas de zapatos. ¡Díos cómo me jode!
Ahora mi rostro está relajado, cansado de la
noche y el esfuerzo de transportar a Marta hasta el pozo. Me pregunto
cuántas chicas más podré echar en su boca oscura y profunda. No me
preocupa el olor, la cal viva es una maravilla tapando mierda y la
lejía la perfecta aliada no sólo limpiando la sangre sino como reclamo
para ellas, siempre tan hacendosas, que se quedan sorprendidas de
lo limpia que está mi casa. Mi trabajo me cuesta.
—Dime espejito mágico ¿cuántos cuerpos más necesitas
para ser tú y no yo?
Por supuesto que no me contestas. No puedes. Sencillamente, no puedes ser tú sin existir yo. Un día de estos te rompo en mil pedazos y te quedas con las ganas. Mientras tanto voy a echar una cabezadita, que mañana es domingo y celebro la misa temprano, no puedo hacer esperar a mis viejas feligresas.
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INMACULADA
BELDA PÉREZ
(Albacete, España;
1964) fue ganadora (ex aequo) del XV Premio Ana María Matute de
Narrativa de Mujeres con el relato Sinceramente tuya. En 2002,
obtuvo, asimismo, el premio AMUSYD de relatos.
miau64(at)ono [dot] com
Ilustración relato: Espejo, By Agustín Ruiz from Mendoza, Argentina (espejo Uploaded by Partyzan_XXI) [CC-BY-2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/2.0)], via Wikimedia Commons.