De todas las partes del mundo

Carmen López León

¿Y dices que cualquier persona puede mandar un escrito y sale ahí?

Sí, abuela.

¿Y sabes tú eso cómo se hace?

Claro que sé, abuela.

Amparo es una vivaracha mujer de 67 años, menudilla y enjuta, que asoma la cabeza por la puerta entreabierta de la habitación de su nieta. Mariam, la nieta, quince años recién cumplidos, tatuaje de una culebrilla en el hombro izquierdo que siempre lleva al descubierto con unas camisetas demasiado largas de mangas y demasiado cortas de cintura, teclea en su PC mientras piensa que vaya idea la suya, cuando se le ocurrió decirle a su abuela que podía encontrar en la red la letra de aquel antiguo romance que le canturreaba de niña:

«Yo me quería casar
con un mocito barbero
y mis padres me querían
monjita de monasterio…».

Es que en Internet está todo, abuela le había dicho pavoneándose ante el asombro de la anciana.


**********

Desde entonces parece que a su abuela le ha entrado un enorme interés por lo que aparece en pantalla y ronda por el pasillo sin atreverse a entrar en el cuarto, pero Mariam sabe que, en cualquier momento, la va a interrumpir de nuevo con sus preguntas. La abuela siempre fue lista y curiosa, con una curiosidad sana, de persona que se da cuenta de las oportunidades de saber que a ella se le escaparon, y que su nieta tiene tan fácilmente al alcance de la mano y del clic que se escucha constantemente.

Amparo rebusca ahora entre sus cosas. La vieja Enciclopedia Álvarez de Segundo Grado, amarillenta y desgastada aparece en el fondo del armario. Entre sus páginas, una doble hoja de libreta rayada con su letra de adolescente.

El recuerdo de aquella tarde en que el aire se colaba por las ventanas del colegio, cargado del olor a azahar de los campos de naranjos tan próximos se materializó, y se volvió a ver a sí misma con 13 años, su uniforme azul oscuro, cuello blanco, falda tableada hasta más abajo de la rodilla, de pie, frente a sus compañeras, las mejilla arreboladas por la vergüenza y la chillona voz de Sor Patrocinio de la Iluminación blandiendo su escrito como prueba de la más nefanda tendencia hacia los pecados de la carne.

Después, en el despacho de la Superiora, le fue impuesta la sanción: pasaría arrodillada en la Capilla los recreos todo el tiempo que durase aquella lujuriosa primavera. Y debía romper en trocitos muy pequeños, ya mismo, aquella hoja de papel.

Entonces, Amparo consiguió conservar en su memoria los versos que ahora releía con una sonrisa, pasmada ante la ingenuidad de contenido:

«Amor, ya reverbera el sol en los jardines
y el alba nace trémula entre la niebla pálida…».

Y digo yo, Mariam, ¿podrías mandar este escrito?

¡La host…!, perdona, abuela. ¿Pero de dónde has sacado esto?, ¡qué pasada! Si parece lo del libro de Lengua.

Más quisiera yo dice Amparo por lo bajo, que percibe la descarada influencia de sus lecturas escolares.

Tú calla y lo envías, ¿estamos?

Claro que sí, abuela, ¡qué fuerte! y Mariam no para de reír mientras copia tecleando el antiguo poema de la abuela:

«...Amor, llegó la hora, abandona el refugio de las nieves eternas,
todo te está esperando
y, vestidos de fiesta, los campos, los arroyos y las lejanas crestas
te dan la bienvenida...».


****************

¡Abuelaaaa, abuelaaa, que te lo han colgado, que te lo han colgado! grita la chiquilla desde su habitación.

¿Qué dice esta muchacha que cuelga? —y Amparo acude corriendo a la llamada de su nieta.

En la pantalla hay una fotografía de un amanecer, sobre el que se perfilan a contraluz las siluetas de unas rosas, ilustrando el texto. Amparo mira, lee, vuelve a mirar la fotografía, y vuelve a releer sus versos de niña, sentada en la silla ergonómica de su nieta que ahora anda con la oreja pegada al móvil cuchicheando no se sabe qué cosa.

De pronto, la risa todavía fresca de Amparo estalla en la habitación, en su cabeza ha resonado la voz de la Superiora de su Colegio:

Y ahora lo romperás para que nunca jamás, nadie, pueda solazarse y pecar con esas palabras y esos pensamientos, impropios de una señorita.

Porque Mariam le ha dicho a su abuela que sus versos los van a poder leer millones de personas de todas las partes del mundo.


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CARMEN LÓPEZ LEÓN, pintora y escritora valenciana, dirige las secciones de escritura y arte participativas en la Revista Almiar.
WEB DE LA AUTORA:
http://mural.uv.es/carlole/

ILUSTRACIÓN RELATO: Computer-blue, By OpenClipart (OpenClipart) [see page for license], via Wikimedia Commons.


Monográfico publicado en Revista Almiar con motivo de su V aniversario (2006)

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