Papel o monitor

¿Se nos va el «papel» en favor de un monitor? *

entrevista por Susana Lauría de Negro

Susana Negro: Margen Cero está de cumpleaños. Entra en su cuarto año de vigencia. Cualquiera que intente bucear en Margen Cero, encontrará que es una publicación para saborear, entendiendo por esto «darle su tiempo»; entonces, Pedro, ¿a qué se debe que los responsables hayan calificado la revista como de «lectura rápida»? ¿Acaso a un desafío, a un arresto de humildad?

Pedro Martínez: Cuando comenzamos a editar la Revista Almiar, Susana, pensamos en lo que se ve en la red sobre arte y cultura y también en cómo se ve. Abundan los sitios en donde el lector se pierde entre fuegos de artificio informático que dificultan la visión de las obras y la localización de lo que se busca, es decir subordinan, en nuestra opinión, el contenido al continente. Nosotros creemos que debe ser exactamente al revés, que el autor y su obra deben ser los protagonistas y por ello procuramos que las páginas sean livianas, de rápida presentación para el lector. Creo que es negativo para una publicación que los visitantes se marchen aburridos de esperar la descarga de una exposición o un relato, o que digan «una página muy bien hecha...» pero que no lean, o vean lo publicado, como cuando a la salida del cine oímos decir: «Los efectos especiales, muy buenos...», pero nada se habla sobre el guión de la película.

S.N.: Si la estética de la presentación nos tiende el anzuelo de una propuesta de calidad, basta morder la carnada para internarse en un verdadero banquete para los sentidos. Las sesiones dedicadas a lo plástico —visual—, tanto como a la expresión escrita —ficción, artículos, misceláneas, etc.—, dejan un «margen cero» para la indiferencia. ¿Cómo se originaron estos espacios, Pedro, con qué secuencia y qué pareceres?

P.M.: Margen Cero nació como un punto de encuentro para los que gustamos de la cultura y el conocimiento. De ese encuentro han surgido las obras que ahora pueden apreciar los lectores y lectoras. Te agradezco la comparación con un banquete pues creemos en un lugar en donde cada cual pueda aportar lo mejor de su «despensa», para luego ofrecer, entre todos, una buena celebración. Los espacios y secciones de nuestra publicación nacieron de la participación de los lectores y lectoras y de la necesidad de dar respuesta a las obras que recibíamos. Ninguna propuesta cultural nos deja indiferentes y el único parecer que nos guía es la subordinación al objetivo de ofrecer creaciones de interés personal y colectivo.

S.N.: Se habla en la presentación, con referencia a los preliminares de la revista, de una falta de interés en la «mercantilización de los sueños». ¿No crees, Pedro, que un sueño, un verdadero sueño, no tiene posibilidades de ser canjeado por monedas? ¿No es acaso una contradicción a la esencia del «sueño», suponer que tiene un precio?

P.M.: Así es, sin duda, Susana. Los sueños no están en las estanterías de los supermercados, por fortuna. Pero no queremos contribuir al asedio de la ciudad de la cultura por parte de los que buscan pingües beneficios. La legítima retribución de una obra se subordina, cada vez más, al principio de la rentabilidad. A eso nos referimos cuando hablamos del mercadeo con los sueños, con las ilusiones de tantos artistas. Hay que recuperar, creo, la olvidada figura del mecenas y propiciar una cultura global interesada en el desarrollo de la creatividad, el conocimiento y la comunicación entre las personas, al margen de la cosificación de la creación artística.

S.N.: Imagino que aplicarán algún tipo de selección al material que reciben para su publicación. De ser así, ¿cuál es el criterio? De no serlo, ¿cómo mantener un mínimo de calidad? ¿Y qué parámetros son los justos para «calificar» la «calidad»?

P.M.: Este es el capítulo más complicado, sin duda, de toda tarea editorial. El concepto «calidad» contiene una buena parte de subjetividad. Entonces, ¿debemos rechazar una fotografía interesante porque le falte algo de contraste?, ¿hay que devolver un buen relato porque tenga un par de frases mal construidas?, o, en fin, ¿deberíamos dejar de publicar un poema que muerde el alma, porque el soneto no es perfecto? En la creación artística hay muchos niveles, tantos que la perfección ocupa, seguramente, sólo un pequeño espacio del vértice de la pirámide. La experiencia de estos años nos ha demostrado que, salvo excepciones, el propio autor es consciente de la calidad de lo que hace y no se atreve a enviar una obra que tenga una construcción inadecuada. Es el propio autor el que califica su obra cuando, a la vista del nivel de una publicación, se decide a enviarla. Y aunque esto que digo pueda parecer raro, funciona. Creo que la calidad de una publicación debe basarse en una línea curva, no en una recta que siempre marque el «diez».

S.N.: Hay un estallido de creatividad, o de expresiones, en todos los ámbitos de la cultura, ¿crees, Pedro Martínez, que esto se deba a la necesidad de contraponer un freno a la masificación, a la materialización de la vida cotidiana?

P.M.: Alguna reacción hay en ese sentido, Susana, pero pienso que este estallido se debe a la aparición de las nuevas tecnologías de la comunicación, a la «globalización» de nuestro mundo, a la percepción cada vez más completa de lo que nos rodea. Millones de personas pueden mostrar sus ideas y obras a los demás: Internet será la gran revolución del siglo XXI, y debemos actuar para que esta herramienta, sin precedentes en la historia, contribuya a construir una civilización humanista, más preocupada por las cosas del hombre que por un hombre con muchas cosas. Creo que ese es el mensaje implícito en muchas de las expresiones actuales y una reacción —a veces inconsciente— contra la masificación y deshumanización que viven las sociedades «desarrolladas».

S.N.: El bombardeo intermitente de la publicidad contribuye en gran medida a masificar, a estupidizar las opiniones y la apreciación de lo cultural. ¿Se corre el riesgo, si es que no ocurre ya, de que la masificación alcance a la cultura y esto redunde en una pauperización de la obra? ¿No es aceptable reconocer que, con honrosas excepciones y poniendo de lado «el mensaje», hay productos publicitarios que lindan con un ingenio y una estética valiosa?

P.M.: La masificación creo que ha alcanzado a la cultura en muchas de sus facetas. La publicidad, por definición, es algo que busca convencer a un usuario para que compre algo, utilizando reclamos y tretas llamativas. En Internet, la publicidad desfavorece, por su insistencia, a muchas páginas y aburre a los visitantes de las mismas. Hay una «nueva» publicidad generada en la red y que se basa en los «banners», algo novedoso que recoge, en muchos casos, la estética puntera de, por ejemplo, el mayo francés, el arte pop y las corrientes que se derivan de ese momento cultural y que aporta un valor «añadido» a los mensajes. Reconocer que este trabajo es valioso no es costoso. Sí, en cambio, cuesta apreciar la insistencia en el mensaje, la necesidad de que el mismo sea aceptado, algo de lo que somos todos conscientes. Valorar la técnica y capacidad comunicativa de la publicidad no significa que se acepte su uso indiscriminado, aunque las mismas sean especialmente llamativas. En Almiar-Margen Cero no hay publicidad, salvo la que generan nuestros propios autores, y no porque sea un tributo a la «marginalidad»: nos interesa marcar una diferencia con el estatus que deprecia a la persona en función de su poca o mucha rentabilidad.

S.N.: Han dado una «tregua» al espacio Novela con un argumento más que razonable. Ahora, ¿no tendrá, también, que ver con la multiplicación de espacios de creatividad (talleres varios) que apuntan más al relato breve, a la poesía, que a la narrativa de largo alcance? ¿No consideras, Pedro, que pudiera hacerse una apresurada clasificación afirmando que el siglo XX es el siglo del cuento, así como el XIX, lo fue de la novela?

P.M.: Tu pregunta es sumamente interesante. Con todos mis respetos por la novela, creo que el relato avanza de manera destacada en el siglo XXI. Y tiene que ver con los hábitos de nuestra sociedad: lecturas rápidas, falta de tiempo de ocio, incremento de la comunicación visual... Internet contribuirá a este fenómeno. El relato tiene su esencia en descripciones rápidas que se basan en un conocimiento previo, en una complicidad de los lectores; en lugares comunes de inmediata comprensión, en la síntesis de sentimientos y sensaciones que son descriptibles con pocas frases. Y esto es un mérito muy grande, creo. Y también, probablemente, una necesidad. ¿Se nos va el «papel» en favor de un monitor? Nadie lo sabe, como tampoco sabe nadie definir el futuro de la nueva literatura. Piensen en los hiperbreves, tan queridos ahora, tan cercanos a nuestra estética. Internet tiene su faz y su envés, es un tránsito entre lo que es y lo que será, aunque no sepamos qué pueda ser. La literatura ha sufrido varios cambios en el curso de los siglos y, estoy seguro, que Maupassant, por poner un ejemplo, estaría encantado con la red. La web no es un medio idóneo para la novela, hoy por hoy. La lectura de una novela es un acto profundo, íntimo, que tiene que ver, todavía, con un libro en papel, con un objeto de «nuestra» propiedad, aunque se hayan editado miles de ejemplares de la misma. Tránsito, puro tránsito, eso es lo que define, en mi opinión, a la literatura moderna con relación a las nuevas técnicas de comunicación.

S.N.: Margen Cero apuesta a mostrar. ¡Bravo!, digo en nombre de los heroicos artistas que pueden de esta manera encontrar un espacio que, palpablemente, hacen suyo en la revista. El acto artístico no es de ninguna manera individual ni hermético. Breva ansiosamente de todos los rincones de la cultura y es por naturaleza narcisista y hasta pedante. ¿Es el artista, en su minuto de gestación, un individuo cerrado en sí mismo o necesita de la apertura al mundo, a los otros? ¿Es válido que despliegue, luego, gestos de ostentación y narcisismo?

P.M.: Esa es la esencia de la creación, Susana. Se crea para mostrar y en el acto de mostrar lo creado se encierra la «liturgia» de lo realizado. Nadie debe guardar en un cajón lo que ha hecho. Hay que mostrarlo sin temor ni reparo. En ello está la génesis de lo nuevo. Sobre la modestia que debería marcar la conducta de un creador, sólo puedo decir que la misma determinará su calidad como persona y artista y que su actitud personal será enjuiciada por todos los que contemplan su trabajo.

S.N.: ¿Cuáles son los proyectos y desafíos que Margen Cero se ha propuesto para el inicio y proyección de su IV año?

P.M.: Queremos seguir en nuestra línea editorial. No tenemos prisa. Tenemos amigos y amigas lectores y eso es algo muy valioso. Queremos seguir construyendo una revista independiente de referencia para todos los que buscan contar algo y unirnos a todos los que piensan como nosotros. Sentimos que es necesario, seguramente imprescindible, en estos momentos. Hacer un nicho de cultura en la red. Un lugar para detenerse y leer, mirar y sentir. Un lugar en donde hablar todos los que, como ustedes, amamos el conocimiento. Ahí estamos, ahí estaremos, salvo que, como dicen en España, «el tiempo, o la autoridad, no lo permitan».

Unos años después se escribió...

«¿Se nos va el “papel” en favor de un monitor?», se pregunta Pedro Martínez, Director de la revista cultural española Almiar, y se responde: «Nadie lo sabe, como tampoco sabe nadie definir el futuro de la nueva literatura».

Hace 5 años, la entrevista que le hiciera La Barca de la Cultura a Pedro Martínez, comenzaba así. Hoy, nos parece pertinente preguntarle a Pedro si ha cambiado alguno de sus conceptos o si desea agregar nuevas ideas adquiridas con el transcurso de la experiencia. En lo que a mí respecta, sigo pensando que Almiar es un magazín de excelente calidad —fenómeno a destacarse en Internet— y que apunta a mejorar con el tiempo… como los buenos vinos.

Agregamos aquí los comentarios hechos por Pedro en agosto de 2009:

Pedro Martinez: Releer esta entrevista que publicaste hace unos años me ha resultado muy interesante, amiga Susana. Han pasado casi seis años desde entonces y algunas de las ideas que pusimos sobre la mesa se han ido cumpliendo. No es que este artículo fuera «profético»: había entonces tendencias que apuntaban con claridad a un desarrollo de Internet que se han cumplido (más o menos); así, el libro electrónico es ya un hecho innegable, es un medio de lectura que crece con rapidez; las grandes editoriales están apostando por él sin dudar.

Sin embargo, todo parece indicar que el papel tiene todavía mucho futuro por delante. Ambos medios, el papel y lo digital, convivirán durante mucho tiempo… El crecimiento de la actividad creativa, de la que hablamos entonces, se ha demostrado imparable; hoy en día proliferan las ediciones de libros de los que se puede adquirir un ejemplar «a la carta» mediante técnicas digitales (como la de ReadOnTime) que garantizan que el envío del libro se realiza a cualquier parte del mundo en muy poco tiempo, es decir: el autor ya puede empezar a prescindir de las editoriales y librerías tradicionales, él es su propio editor y distribuidor lo que alimentará, aún más si cabe, la creación al margen de las grandes empresas que lo han controlado todo hasta ahora. La creación visual está atravesando parecidos cambios: la generalización de los blogs y las redes sociales (como la de Almiar) permiten a los autores publicar lo que hacen en el momento que quieran. Es más que probable que el próximo Internet —el «3.0»— será un inmenso «escaparate» en el que millones de personas expondrán y venderán sus obras: la biblioteca infinita que imaginó Borges no era tan imposible como se pudo pensar.

¿Cómo ha afectado esto a las Revistas de Cultura? En estos años ha sido doloroso ver cómo muchas de ellas han desaparecido: ¿para qué enviar un texto o una imagen a otro cuando uno mismo se lo puede publicar? Aquí, no obstante, la reflexión es parecida a lo que te decía antes: la creación digital de tipo personal (blogs, etc.) entiendo que convivirá durante mucho tiempo con las publicaciones que han sabido mantener su presencia y prestigio y son punto de referencia para miles de lectores.

Creo que lo que te comentaba en 2004 sobre los «nichos en la red» (web que tienen un determinado número de seguidores) seguirá teniendo importancia. Digamos que todos seremos —de alguna manera— «friquis» de determinados lugares digitales mientras que, por supuesto, se mantengan «fieles» a las ideas que los inspiraron; la calidad, inmediatez en el trato con quienes participan, técnicas de difusión, etc., serán también determinantes…

Estos seis años han sido propicios a la Revista Almiar: millones de entradas avalan el trabajo de divulgación que hemos hecho (y queremos seguir haciendo). Hay espacio para seguir construyendo en la red «un lugar para detenerse y leer, mirar y sentir…», como te decía entonces. Es imprescindible seguir buscando personas que tengan algo que expresar y no «autores» que, como decimos en la presentación de nuestra revista, aporten sólo la «rentabilidad» pasajera.

Me ha gustado volver a leer lo que dijimos hace años, el proyecto sigue en marcha…


* Entrevista para el editorial de La Barca de la Cultura hecha por la Profesora Susana Lauría de Negro al director de la Revista Almiar (Margen Cero), Pedro Martínez. Buenos Aires-Madrid (mayo de 2004); comentarios publicados en mayo de 2009.


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La Barca de la Cultura
publicó en su sitio web: www.labarcadelacultura.com



Ilustración: Stack of Copy Paper, By Jonathan Joseph Bondhus (Own work) [CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/ licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.


Entrevista publicada en el monográfico del 5.º Aniversario de la Revista Almiar (junio de 2006); página reeditada en agosto de 2018.




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    Revista Almiar (2001-2018)
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