poemas por
Mark Bonnet

 

Cuando muera,
—y vos sabés que así va a ser—,
probablemente llorés un poco, y digás:
Después de tanto, el bastardo cayó.
Será un bello halago
no escucharlo.
Yo ya no sabré de las cosas
que me rodean fugaces,
ni diré groserías como acostumbro,
y mi gato se irá de casa
con un pañuelo de maleta.
Tendré un funeral triste y melancólico
por parte de los idiotas
que odiaba en vida.
Llegarán unos poetas amigos míos y
recitaran composiciones
meramente circunstanciales.
Se romperán las cuerdas…,
oirás gritos en la habitación…,
mi guitarra se tocará sola…,
Pero cuando pensés
que se consumó el trámite, mi madre,
mi amada madre llevará una
urna en las manos, y
te dará el honor de esparcir
mis cenizas, y dudarás un poco
antes de guardarlas.
Esa mierda que llamás conciencia
te arrancará una lágrima de semen y
querrás olvidar la urna en el adiós.
Pero cuando estés lista
cuando por fin estés lista y
no tengás valor de venderte por un colocho
vas a sacar de nuevo la urna e
irás a un lago sereno, incólume,
para abrir la maldición sobre la peña
del Este,
y cuando te creás libre
para continuar atada
arrojarás mis cenizas al viento y
éste te pegará con ellas
en la cara.

 

Lo que haría yo si
una extraterrestre me violara

 

De seguro tendría tentáculos, como calamar,
y haría ruiditos más extraños.
Poseería unas veinte bocas, [de soslayo besaría una].
Ya sin ropa, los dos, en algún hotelucho espacial,
inventaría prosa gustosa, ya sin ropa.
Quedaría empapado de su éxtasis y ella del mío.
Me miraría con sus cuarenta y cuatro ojos
tibios y gritaría suciedades universales.
Después, nacería Einstein. […]

 

El eco es una ciudad
en los quicios de la puerta

 

Cerrada,
el eco es el suicidio de un ejército
en el recodo herido
una sombra oblonga circundando el espejo
con una esquirla subrogada
Entonces el eco podría llegar antes
del rayo,
Luego…,
al eco le sobrarían espaldas
como a Jano los tiempos.
Supongo que es la única ciudad
homologada, andantina, friendzoneada.
Girar con ella
no me agrada, no raja mi gesto
sin una pedrada.

        Esa ciudad sacude mi turbante
de muecas humanas, de abyectas figuras incólumes
agarrando a un sátiro por la punta.
Ni siquiera el semen es libre.
El semen de nadie paga
sus tributos blancos.
Pagar:
«(La deuda de uno implica simplemente
el adeudo de uno
—24 caballos peruanos debiéndolo todo,
y hasta el Ramadán le debe
a Dios—. Pero yo puedo
pagarle)».
¿Por qué me condenaron si la ciudad de la puerta
lleva guadaña?

¿Quién los nombró mesoneros?

          a)      Somos el dedo de Moloch.

          b)      Somos la deuda de Moloch.

          c)      Somos la carcajada de Moloch.

Sigan cantando…
Sostengan esa Pilsener…
Moriré por la ciudad de mi puerta y
cuando ellos se enteren que
huí de su diestra
le darán mi whatsapp
a Dios.

 

Devoraalmas

Vos que te comés todo,
que no dejás ni el eco.
Llamás y responden infinitos,
jurás y agitan tu perjuración,
gritás sin que nadie te haga mimos,
vos que perdés ganando.
Vos que habitás las esquinas
frígidas de los niños asustados,
y brincás los horizontes
sin tener pasaportes —ni el de los sueños—.
Vos, antiguo retoño solo. Actual
soldado del Averno.
Vos, violador danzante del
amanecer de otros.
Vos, camaleón de la sombra
inhabitada.
Jugás el juego de la muerte y
querés que todos juguemos
con vos.
Abrís huecos de infamia
donde apenas hubo
polvo.
Vos, con tu trono de humo
y el cetro de plomo.
Vos, que de tanto tragar
tenés calacas en las navajas.
Vos que no conoces la crisis.
Vos, cola de garrobo.
Vos que morir no podés.
Vos que te adornás la cara
con banderas.
Vos que ni sos dogma hiciste
credos.
Jurás y juraron con vos.
Naciste y te cuidaron.
Dijiste: «Tengo hambre» y
te amamantaron.
Te amamantaron hasta
vaciar la teta.
…y el pezón nos duele.

 

El olvido del recuerdo

 

Asquerosas tretas de la lluvia entre tus tetas

 

Amor de mi vida, como ya me he referido en otra ocasión,
déjame recordarte que aún existo [aun en el olvido]
entre folio y pasta, entre azur y viento, aún estoy.
Amor de mi vida, a pesar de ya no estar y estar,
sigo viendo en este infierno, con mis ojos en la percha, los tuyos;
prendidos a un trinche, a una tortura mía.
Amor de mi vida, en el polvo de mis huesos quedó un querer todavía,
[las termitas no cenan y el gusano tampoco],
—el jardín mortuorio hará la bruma enamorada—.
Amor de mi vida, si se rompe un día el hilo que te crea,
será quizá porque corramos la misma suerte
y la condena nos implore a dúo.
Amor de mi vida, si entre coma y labio so pena de odio
te embarcas a leerme un día, sabe pues que cada jota
vale por trova en el Averno.
Amor de mi vida, si el dualismo es inexistente y todo me lo imagino,
y el haberte recordado, y el haberme jodido, y el haberme olvidado […]
entonces los albatros hambrientos surcarán los cielos hasta tu balsa.
Amor de mi vida, y si la mortaja tocara tu faz y yo me hallase
bajo estas cadenas, sin viento, con el recuerdo vivo […]
¿correría la soprano a cantar baldosas en tus polainas?
Amor de mi vida, a la deriva tuya y mía,
¿qué harías si por vano subterfugio
supieras que nunca fui una vela…?
Amor de mi vida, a estas alturas de poco sirve el óleo de la
nefasta verdad, decrépita deidad maquillada
que nos corroe como el viento a la voz.
Amor de mi vida, ojalá que el clamor no suba,
y el silencio te acompañe siempre, como leal alero,
hasta el día en que desciendas y nos encontremos.

 

PICK UP

 

El mercado Colón
es un sitio
nada agradable
tiene rateros en
cada esquina y no menos
de 35 devoraalmas
por cuadra. ¿Suena aterrador
no le parece, lector?
Pero no se vaya, continúe, aún falta:
Es la parada más congestionada
de buses, motocicletas, bicicletas,
y los vendedores no pueden
subir o bajar porque son
veinte menos
dos.
Ahora, figúrese usted:
En una esquina de esa precisa
descripción hay un pick up
con verduras, y unas cuatro
sombrillas gigantes con
tres niños y una
mujer.
Lavan ropa en
el capó del pick up,
comen en el capó del pick up,
retozan en el capó del pick up,
se bañan sentaditos en el capó del pick up,
y cagan… no, no me malentienda,
tienen un balde.
Uno no puede hacerlo todo
en una pick up.
Y ¿dónde queda la categoría estética
señor escritor?:
«…y los pajarillos gimen por la mañana
cuando los folla el viento…».

 

Yo que he perdido

Yo que he perdido
te puedo decir lo pesado
de ganar.
Veo a quienes me derrotaron antiguamente
y su voz ya no enciende
ni crepita.
Allá los amigos se abrazan
como abrazarían la nada;
la sempiterna manta subyugada ahora
por los infelices de la quinta enmienda
de un amor deshidratado
que cuesta menos que la mayoría de los que aman.
Yo, que he perdido tanto,
disfruto el óleo distraído de las sopas
instantáneas…,
tengo tripas de elefante oriundo
para seguir vivo un poco y
enterrar los huesos de la manada invisible
socavando los míos en su memoria
tuerta…, disparatada…,
memoria que yo habré perdido
descalza,
memoria que yo no habré ganado
virgen,
yo que he perdido un pulsátil amor
yo que he perdido un ígneo pedazo de amor con ron
yo que he perdido una erección enamorada de un culo en alquiler
yo que he perdido un modelo de espanto
yo que he perdido el fantasma de Edna Lieberman
yo que he perdido las muelas de Melquíades
yo que he perdido
yo que he perdido. Perdido…

 

 separador poemas Mark Bonnet

Mark Bonnet
Mark Bonnet.
Estudiante de Derecho en la Universidad de El Salvador, y colaborador del diario digital Contrapunto.

📩 Contactar con el autor:markbonnet3[at]gmail[dot]com

🖱 twitter.com/retazosdemialma

🖼️ Ilustración poemas: Fotografía por Illuvis · Pixabay [CCO]

 

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