artículo por
Mario Rodríguez Guerras
1. El arte es un convenio
La otra definición que nos ofrecen los sabios acerca del arte, que el concepto del arte es un convenio, sigue pecando del mismo error, es decir, se vuelve a trasladar la definición del arte desde el sentido de la obra hasta el origen de ese convenio, por lo que deberían explicarnos por cuál de los dos únicos medios posibles le alcanzan: O bien los sabios han convenido en aras de su interés llamar arte a los ladrillos que produce una fábrica en la que ellos poseen acciones y, entonces, el arte sería un fraude; o bien, convienen en llamar arte a aquellas obras de ciertos autores por razones reales pero se trataría de razones que nuestros sabios no han podido identificar. En ese caso, el arte poseería un sentido que sería posible determinar pero tendríamos que plantearnos cuál es la función de los sabios.
Los conocedores de los viejos buenos tiempos recordamos que ante una tal argumentación se decía que era de cajón, dando a entender lo innecesario de realizarla y la pérdida de tiempo que suponía soportarla. ¿Qué ha ocurrido para que hoy la evidencia no resulte evidente?, que estamos en una sociedad racionalizada en la que, por un contrato social que no hemos suscrito sino que se nos impone, se han repartido las obligaciones y quedamos obligados a aceptar las conclusiones de los titulados sin cuestionarlas. El sentido del mundo social condiciona la forma de pensar de tal forma que la lógica, la emoción y las acciones deben quedar encaminadas a defender ese sentido y, aunque ese sentido se finja racional, todas las formas de proceder resultan irracionales fruto de la coerción que ejerce la sociedad para mantener el sentido que se nos ha impuesto. Durante miles de años el hombre ha sido programado para que, ante el sentido de lo social, renuncie al empleo del sentido común y todo se ha dispuesto para conseguir la anulación del individuo y lograr que los valores sociales prevalezcan por encima de los personales y de la verdad.
2. La expresión de cada tiempo
Para aclarar si el arte actual es arte, plantemos la cuestión más controvertida del arte del siglo XX: ¿Es el urinario de Duchamp una obra de arte?
En la teoría del arte, lo que resulta más sorprendente es que, en realidad, nadie sepa bien lo que es el arte. Existen, por supuesto, muchas explicaciones que sus autores tendrán por definiciones pero yo me atrevo a asegurar que no son más que descripciones. No vamos a establecer ahora esa definición pero baste decir que el arte expresa el modo de sentir de un tiempo.
El siglo XX es un siglo racional y lo que desea es dar razón de todo, también del arte. El siglo XX se hizo la misma pregunta que acabo de plantear, ya que el siglo XX quería saber lo que era el arte. Y como el conocimiento de los hombres racionales parte de los conceptos, de lo concreto, evitando el mundo de las ideas que los antiguos, realmente sabios, llamaban el mundo real, solo supieron analizar la parte material de la obra de arte, no su contenido.
Entonces, si como parece, resulta que el urinario expresa el sentimiento de su tiempo deberíamos tenerle por una obra de arte, en el sentido real del arte como medio de expresión de un modo de entender la existencia y procede, además, plantearnos si cualquier urinario sería una obra de arte.
En la Capilla Sixtina, Miguel Ángel cubrió el techo con numerosas representaciones, todas ellas con un mismo estilo, y se entiende que todas ellas son obras de arte. De este hecho, parece lógico suponer que junto al famoso urinario podrían colocarse otros muchos y deberíamos tenerlos todos por obras de arte.
Miguel Ángel desarrolló un estilo personal y con él planteó diversas ideas, o contenidos variados. Duchamp, también, desarrolló un estilo, por así llamarlo, pero la idea que podía portar ese estilo era única, de forma que una sucesión de urinarios no ampliaría la idea contenida en el primero y, ni tan siquiera, la sustitución de esa pieza por un inodoro lo hubiera logrado.
Por ello, ningún otro urinario puede ser una obra de arte, porque la idea quedó agotada con la presentación del primer objeto y no podía volver a repetirse, sería como escribir un libro ya escrito. Lo que se tenía que decir con esa obra ya estaba dicho.
3. La expresión de cada artista
El urinario no es de hecho una creación artística, es un elemento elegido por un artista, elemento que tiene capacidad para expresar lo que tiene en mente el artista.
Esa capacidad de expresión es lo que el urinario tiene en común con el arte, pues está expresando una verdad, a pesar de su falta de elaboración por un genio. El artista no ha introducido nada personal en la obra y por ello se duda de su valor. Claes Oldenburg creó obras similares pero por el hecho de crearlas podía repetir el proceso hasta la saciedad. Podríamos decir acerca del urinario que cumple la función del arte, pero no es una obra de arte.
La elección de un objeto real, en lugar de representar uno como hizo Oldenburg, tiene que ver con las formas posibles de reflejar una idea. Oldenburg eligió una forma, y Duchamp, otra. Oldenburg no repitió el estilo de Duchamp, como no lo hizo Andy Warhol al ver la obra de Roy Lichtenstein, y la forma de Duchamp está en la línea de relacionar el arte con la vida.
Entonces se puede entender lo que ha hecho Duchamp, nos ha mostrado la existencia. Si un escritor, que quiere mostrar la maldad del hombre, escribe una novela en la que se narran hechos monstruosos, realiza una creación artística, es decir, realiza una recreación de la realidad para poner de manifiesto unos hechos relevantes. Pero si ese escritor, con el mismo fin de demostrar la maldad humana, nos lleva a una sala de un tribunal para asistir a un juicio contra un hombre terrible, ese escritor no realiza una obra de arte sino que nos pone enfrente de una situación concreta de la vida para que extraigamos de ella sus consecuencias. Se tratará de un acto didáctico pero no artístico.
Duchamp nos enseñó a percibir la materia en cualquier objeto, lo que lleva a negar la necesidad de crear la obra de arte como forma de expresión de ideas. Cualquier objeto contiene una idea, luego, su urinario solo tiene valor en cuanto medio elegido para expresar esa idea acerca del valor de los objetos del mundo real.
El artista renuncia a actuar como artista y se muestra como maestro para que todo hombre perciba en los hechos cotidianos su sentido interno. El artista quiere que todo hombre recupere la sensibilidad natural que la sociedad le ha arrebatado y renuncia a mostrar la vida mediante el arte pues el arte ya está agotado, el arte ha suprimido la idea y solo es un análisis científico de la construcción artística así que, si se desea encontrar algún sentido, no se podrá encontrar en el arte.
Esta idea de que una realidad no puede pertenecer al mundo del arte la defendían desde los sabios del pasado hasta los del presente. Goethe, decía que si pintara a su perro exactamente como es, obviamente tendría dos perros, pero no una obra de arte.
Pero resulta que si el urinario expresa una idea de la realidad y los artistas han renunciado a expresarla de modo artístico, debemos tomar ese objeto para entender una de las expresiones de un tiempo que quedaría sin ilustrar si no aceptáramos esta forma de expresión, al menos, como representante honorífico de esas obras de arte no ejecutadas.
4. El arte como ciencia
Debemos analizar la cuestión del contenido de la obra pues hemos afirmado que el arte del siglo XX es ciencia y que carece de contenido aunque también hemos hablado de la idea del urinario. Para entender esta aparente contradicción debemos aclarar que la forma de la representación ya trata sobre una idea.
Andy Warhol expresaba muy bien este asunto cuando decía que el mensaje está en el medio, pero su forma de explicarlo no era correcta. Digamos que el medio artístico es un mensaje y, en el caso del siglo XX, no se ofrece ninguna información, la información es el mismo mensaje.
Es un caso similar a cuando se trata del hablar por hablar, aunque no se diga nada, siempre podremos analizar en qué idioma se habla y si se habla bien o mal. Por eso, no puede existir el arte por el arte porque, aunque el artista no envíe ninguna información, aunque no trate de ideas, siempre quedará la representación, es decir, la forma, es decir, el lenguaje.
La idea del arte por el arte se introduce cuando se empieza a observar que el arte se reduce a conceptos y se justifica mediante una descripción de aquello para lo que no se encuentran razones. El arte ha quedado reducido a los conceptos con los que se compone la información. El arte por el arte viene a significar esto último, que el arte solo contempla conceptos.
5. Los valores sociales
Ahora bien, si no se aceptan ni las razones ni las evidencias, se deberá aceptar que, a la vista de un pato, alguien diga: Eso es una vaca, pues queda justificado actuar de la misma forma que ellos y establecer, sin precisar ningún tipo de razones, que vaca es lo que se llame vaca. Aunque, cuando se vea a un artista habrá que reconocer que eso es un artista, pues hace lo que debe aunque no sepa explicar lo que hace. Pero ¿qué sería socialmente un sabio incapaz de dar razón de una obra?
Si el arte del siglo XX es un arte racional y los hombres de este tiempo son hombres racionales, los titulados entenderán ese arte como la forma suprema de expresión. Alabarán el cientifismo artístico como medio de alabar su ciencia y por obligación con su sociedad, porque la teoría moderna no puede afirmar que el arte sea ciencia ya que sabe que eso implicaría una evidente reducción del valor del arte que debe estimar. Inconscientemente, los sabios saben qué camino no deben tomar para cumplir con sus compromisos sociales. Con estas premisas, los sabios no necesitan tanto dar explicación de una obra como defender por todos los medios a su alcance una determinada forma de hacer arte pues los hombres de su tiempo aprobarán cualquier forma de justificar el sentido de su forma vida. Los sabios no necesitan la verdad solo la «apariencia de verdad» y deben dejarse arrastrar por las corrientes del pensamiento y las necesidades sociales. ¿Quién precisa razones cuando tiene el respaldo de las instituciones sociales? Su teoría queda aceptada pues, a fin de cuentas, la pérdida de valor del arte actual llevaría a reconocer el exacto valor del modo actual de entender la existencia y obligaría a adoptar una existencia distinta. Pero el pensamiento, los intereses y la expresión de un tiempo deben ser homogéneos pues el pensamiento viene condicionado por la historia del hombre y la expresión artística es su manifestación. El hombre de cada tiempo se reafirma y toma por universal lo que es coyuntural y de un arte que solo muestra conceptos se atreve a decir, sin dar razón, que está situado a alturas nunca antes alcanzadas: y así se cree que también él ha alcanzado esas cotas.
(Leer 1.ª parte de este artículo / 3.ª parte / 4.ª parte)
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🖼️ Ilustraciones del artículo: Fountain by R. Mutt (Marcel Duchamp), fotografía de Alfred Stieglitz (1917); imagen de dominio público albergada en Wikimedia Commons | En el texto: Apple core, צילום:ד»ר אבישי טייכר [CC BY 2.5], via Wikimedia Commons.
Revista Almiar – n.º 62 / enero-febrero de 2012 – MARGEN CERO™
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