relato por
Antonio García de Vicuña
S
angre, gemidos y una madre, la mía, al borde de la histeria. Así empezó todo. Pesé poco para declararme sano, pero a decir verdad, lo estaba.
Nunca lo he confesado, ni al honrado viento. Dicen que es imposible recordar el día que asomamos la cabeza al mundo, sin embargo y por alguna razón, yo lo recuerdo todo.
Nací un día soleado, pero no caluroso. Una agradable brisa otoñal azotaba las hojas caídas de los árboles, hacía correr las nubes a ninguna parte y refrescaba el ambiente.
Entretanto, mi estoica madre me miraba fijamente sin parpadear, me sonreía y perdía la vida. Así era ella.
Ayer cumplí ochenta años y sí, ya vislumbro el crepúsculo de mi vida. Lo cierto es que ya no deseo guardar más tiempo mi secreto. Cada otoño contemplo su recuerdo. De pronto, me asalta. Simplemente, el aire de las castañas, fresco y suave, golpea mi rostro, y la veo.
Antonio García de Vicuña Álvarez. Estudió criminología, pero no ejerce. Lee todo lo que el tiempo libre y la vigilia le permiten, mas escribe cuando es capaz de hacerlo sin odiarse a sí mismo.
Contactar con el autor: gdv.a [at] hotmail [dot] com
🎨 Ilustración relato: Pintura por Luis F. Esparragoza © (de su muestra en Almiar)
Revista Almiar – n.º 94 / septiembre-octubre de 2017 – PmmC · MARGEN CERO™
Comentarios recientes