Gisela Barbuto
E
s curioso cómo en algunas ocasiones los pensamientos nos envuelven, atan nuestros brazos y el tiempo se nos escapa. Es en esos días de cierta melancolía en que discutimos y cuestionamos cada partícula que nos rodea.
Hoy es una tarde como cualquier otra. Como cualquier tarde de invierno en que el sol tímido —o quizás entristecido porque no tiene un buen día— suplica a las nubes negras que oculten su resplandeciente brillo de oro. Y el frío apuñala sin recelo ni piedad. Pongo agua para preparar café. La estufa está prendida así que me acerco para calentar mis manos congeladas y miro fijamente por la ventana las hojas de los árboles bailar.
—Es muy lindo ¿No es cierto? —me pregunta esa suave voz. Esa voz que ya es costumbre que acaricie mis oídos; especialmente en los difíciles momentos.
—¿Lindo? —respondo—. Está gris la tarde, melancólica y triste. Hace frío. No encuentro belleza. Siempre haciéndome pensar los minutos. ¿Acaso no puedo disfrutar de un instante de silencio? Es mucho pedir.
Silencio. El agua comienza a hervir. Me acerco y preparo café. Me dirijo a la mesa y me siento. Coloco el paquete de galletas dulces al centro de la mesa a disposición de cualquiera que quisiera comer una. Abro la azucarera y le pongo tres cucharitas a mi café. Juego con mi pequeña cuchara haciendo circulitos. Levanto la vista.
—No siempre existe una razón que justifique las acciones. Las cosas pasan. Simplemente porque así debería ser —digo yo. En realidad, supuse que estaba pensado pero lo dije en voz alta—. Eso es lo que siempre dicen ¿no?
—¿Qué es lo que te molesta hoy? —me pregunta.
—Nada me molesta. No es nada. No lo sé… es que… si es así. Si es cierto, entonces nada tiene sentido. Para qué siquiera preocuparse en hacer las cosas.
—¿Qué es Nada?
—Cada día. La vida ¿Para qué vivirla si al final todo termina de la forma en que debería terminar desde el comienzo? O, ¿para qué preocuparse si a nadie le importa? ¿Para qué hacer las cosas? No tiene sentido… —bajo la mirada y me concentro en observar mis manos que abrazan la taza de café.
—¿Qué es lo que te pasó hoy?
—Todo. Nada.
—¿Qué es lo que pasa? ¿A qué le tienes miedo? —esas preguntas comienzan a inquietarme. Empiezo a perder la paciencia. Los nervios se hacen más intensos y se adueñan de mis acciones. Aprieto con fuerza la taza. No quiero preocuparme más por ello. Es mucha la presión. Siento un dolor punzante en mi pecho. Reprimo el llanto que me acosa. Aprisiono la lágrima rebelde que desea escaparse de mis ojos. Silencio nuevamente. Un silencio largo y perturbador. Sólo se escucha mi agitada respiración.
Gisela Barbuto nació en 1983 en el partido de San Martín de la Provincia de Buenos Aires. Desde que era muy chica la literatura y la escritura ocuparon un lugar muy importante de su vida.
Contactar con la autora: gigibarbuto [at] hotmail [dot] com
Ilustración relato: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
Revista Almiar – n.º 58 / mayo-junio de 2011 – MARGEN CERO™
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