artículo por
Juan Carlos Vásquez

 

Estoy escribiendo sobre el azar, el caos, el silencio, el sonido, el trauma, las sombras, sobre convertirse en un cíborg.

C

on una prosa que por su eficacia, por su amplitud nos renueva, Susana Medina pasa a formar parte hoy en día de los pocos escritores que violentaron la fuente por una evolución constante. Expectativas como un misterio donde es necesario rasgar de todos los pedazos el bocado más apetecible. Lidiar con la experiencia en su ironía insoslayable y salir airoso con las reflexiones más profundas e inusitadas.

Susana Medina que está próxima a publicar con la prestigiosa editorial Dalkey Archive, Best European Fiction, 2014, representando a España, nos da la oportunidad de conocer más de su obra, de su vida, en una entrevista.

 

Quizás como no somos nadie y como una dirección absoluta es un postizo conveniente para no enloquecer, he decidido situarme en el extravío, como camino certero, el caos que me encarna.

 

—Al exponer en una charla en La Facultad de Bellas Artes de San Carlos dices que cuando escribes algo tienes que hacerlo en visual ¿Cómo figuras las imágenes de la que será tu nueva obra?

—Las imágenes suelen estar ya en la escritura. Es algo muy espontáneo. Como no me considero artista, pienso en algo y rápidamente lo hago. A menudo son los espacios los que dictan cómo va a ser la obra. Supongo que empezó en la época en que comisarié exposiciones en espacios abandonados, Space International, en el 93-94. En un inicio no me incluía como artista, pero en el último momento se me ocurría algo y lo hacía. Cuando tenía veintitrés o veinticuatro estaba muy interesada en que la escritura saliera del formato libro. Por ejemplo, con mi primera anti-novela Trozos de Una, hay un capítulo que se llama Diario de Entresemana  que  sucede  en  el  metro.  Comisarié  una  exposición en  un  almacén  abandonado  en  King´s  Cross,  Londres.  Me  dio dinero la Generalitat. Así es que hice una tirada de mil libritos con este capítulo y lo distribuí en el metro en un performance de cinco días. Mi idea era que se publicara en las vallas publicitarias del metro, ya que la protagonista lee las vallas del metro todos los días de entre semana. El proyecto se llamaba Escrituras P(l)úbicas.

La imagen principal de mi página es un espacio encontrado cuando comisarié una exposición en el antiguo matadero de Valencia: una oficina que había estado cerrada como treintaicinco años, el inconsciente del matadero. La transformé un poco. La máquina de escribir tiene un pequeño trozo de texto: «Antropofagia pero no se lo digas a nadie». Todas las colaboraciones visuales tienen texto.

En Cuentos rojos, cada cuento es como una instalación, una entrada en un espacio. Cuando Juan Canales, gran amigo, artista y comisario de grafiti, me invitó a Bellas Artes a hablar de la relación de mi escritura con lo visual, los del departamento me ofrecieron poner objetos relacionados con la charla en una vitrina que la utilizan como espacio expositivo, Espai-Vitrina. No sé, se me ocurrió descuartizar dos copias de Cuentos rojos y empapelar las vitrinas. Es una forma de hacer la escritura pública. Nunca había descuartizado un libro antes y fue una experiencia gratificante. Cuando terminé mi tesis doctoral sobre Borges, Borgesland, de alguna forma terminé colgando citas de Borges en árboles. Era una forma de acercar la obra de Borges a los ingleses. El árbol de Borges se expuso en Tate Modern y en un Festival Literario, Port Eliot, muy en boga. Surgió porque los proyectos a los que me invitaron eran al aire libre y había árboles.

Con Philosophical Toys (Los Juguetes filosóficos), que saldrá con Dalkey Archive, 2014, expuse un párrafo en una exposición colectiva, Century City, en Tate Modern y también hice dos cortos: Buñuel´s Philosophical Toys, (un caso de azar objetivo, lo hice en tres días) y Leather-bound Stories. Con los cortos me invitaron a participar en eventos y acabé haciendo algo a contra-tiempo y sin presupuesto, sin saber si estaría terminado para el evento. Tengo la suerte de que mi compañero, Derek Ogbourne, es artista, cuenta con una gran obra en video y es muy buen editor. Él editó ambos cortos. Nos sentamos frente al Mac y trabajamos muy bien juntos. Leather-bound Stories… el proceso fue muy interesante. Iba a hacer algo abstracto en torno a los objetos, pero filmamos a una niña y me di cuenta de que tenía que ser un corto narrativo. Reduje mi novela a doce folios, al mismo tiempo que hacía un story board con las imágenes que quería, salía al filmar, buscaba a posibles actrices, y compraba zapatos exquisitos con la intención de devolverlos una vez terminara el corto. Las imágenes ya estaban más o menos en la escritura… Era una cuestión de hacerlas visibles. Una imagen que no estaba en la escritura, es la de la protagonista que lleva a cuestas una serie de cajas de zapatos. Es el peso de la herencia materna. Fue muy divertido e intenso hacerlo todo sin presupuesto. Les di una especie de pago-gesto a los que colaboraron, pues creo que a los artistas, escritores nos tienen que pagar. Es una cuestión de principios.

Los objetos surgen de nuestras ideas, se hacen presentes participando en muchos actos de nuestras vidas teniendo más influencia de lo que podemos imaginar pero solemos desligarlos de los pensamientos y espacios una vez que pierden importancia. ¿Cómo es tu relación con los objetos hoy en día?

—Philosophical Toys (Los juguetes filosóficos) se centra en nuestra relación con los objetos. La mirada es caleidoscópica. Considera a los objetos desde diferentes puntos de vista. Hay objetos que son pequeñas obras de arte producidas en masa. Como he escrito y he trabajado tanto sobre los objetos, digamos que no estoy pensando en ellos mucho estos días. Me gusta rodearme de objetos interesantes. También, reciclarlos o restaurarlos cuando es posible. Los libros también son objetos. Me considero una bibliófila.

—Fetichismo, Buñuel, la participación de los conejos y las mariposas… Borges.

—Sí. Y muchas cosas más. Me interesan tantas cosas. Y claro, con el tiempo vas cambiando tus intereses. Las mariposas y conejos están en un par de cuentos como metáfora. En el caso del fetichismo y Buñuel, lo que me interesaba era el problema del sentido, lo irracional. Hice mi tesis de master sobre fetichismo y Buñuel (simultáneamente estaba escribiendo Los juguetes filosóficos). Y luego, el doctorado sobre Borges. Como estaba en Inglaterra y estaba escribiendo en español, mi idea era estar en contacto con la cultura hispánica y hacer algo, digamos práctico, para encontrar trabajo en el mundo académico. Irónicamente fue por ese entonces cuando me pasé a escribir en inglés. Para retorcer la tuerca del destino, cuando empecé a escribir en inglés, entré más y más en contacto con el español, por trabajo y porque empecé a venir a menudo a España a cuidar a mis padres. Afortunadamente, me puse en contacto con la escritora y editora Julia de la Rúa, de la Araña Editorial, que han tenido a bien editar Cuentos rojos en edición bilingüe, y he podido compaginar algo de mi trabajo en estos viajes frecuentes.

—Parece insatisfactorio para muchos leer algo si el que lo concibe no rinde cuentas de su mundo interior ¿Cuánto de autobiográfico hay en tu obra?

—Depende de la obra. Creo que Cuentos rojos es lo más autobiográfico que he escrito. Aunque claro está todo deformado, reinventado, exagerado, irreconocible, convertido en sustancia literaria. Una obra es una obra y entonces es imposible que no haya una fusión de lo vivido y lo inventado.

Cuando estás utilizando experiencias o anécdotas que has vivido, eres consciente de ello. Pero la escritura también puede prefigurar el futuro. A veces la escritura surge de una preocupación que ni siquiera sabes que tienes. Esto me sucedió con Los Juguetes Filosóficos. El padre de la protagonista tiene Alzhéimer. Cuando terminé la novela, a mi padre lo diagnosticaron con demencia vascular, que es la segunda demencia más común después del Alzhéimer. Así es que se trata de la escritura como prefiguradora del futuro, pues estás manifestando una ansiedad inconsciente.

—Has vivido una serie de etapas determinantes para la concepción de tu obra, aunque todas juegan un papel fundamental, ¿cuál consideras como el instante crucial de iluminación que te dijo, sí, este es mi camino?

—Ha habido varios momentos. El primero fue cuando leí Hojas de Hierba de Walt Whitman, cuando tenía dieciséis años. Me pareció fantástico poder crear una obra donde se celebra todo y se regala energía y sabiduría al lector. En el 98 perdí la audición de forma repentina. Con corticoides la recuperé y la volví a perder y así sucesivamente, hasta que desapareció de forma completa. Fue un proceso que duró casi tres años. Una experiencia límite. Me pusieron un implante coclear en el 2001 y fue en este momento que decidí que tenía que dar menos prioridad al trabajo pagado. En todo momento estaba escribiendo, pero había muchas cosas que me parecían absurdas sobre mi vocación. Aunque tuve mucha suerte al principio, pronto me topé con situaciones que me «neurotizaban». El hecho de tener que insistir para que te paguen, para que te publiquen, etc, mientras que en la mayoría de trabajos, simplemente cobras, te contactan… El mundo del arte y de los libros es totalmente disfuncional. Por lo menos ésta es mi experiencia. Antes de ponerme enferma compaginaba la traducción comercial con la escritura. Tras el implante, decidí que mi prioridad iba a ser tener una economía de subsistencia básica para dedicarme a la escritura. En todo momento mi economía ha sido de tiempo. Es decir, he privilegiado tener tiempo, a tener dinero. Pero tras estar enferma, fue una decisión absoluta. Reorganizarlo todo para que la prioridad fuera la escritura.

—¿Cómo se desarrolla tu vida cotidiana?

—Nada más levantarme hago un café y me lo tomo mientras miro el email y las redes sociales. Intento escribir lo más posible, y si por lo que sea no es posible, asumirlo con paciencia. Los días ideales de escritura son cuando tengo pocas clases o ninguna. A veces me paso todo el día escribiendo, que es más bien editando, leo artículos, preparo la comida, miro por la ventana, hago cafés, voy en bici a hacer algunas compras o doy una vuelta a la manzana para que me dé el aire. Lo ideal es crear un estado hipnótico y que dure días, semanas, meses. La vida virtual es una distracción y si no hay nadie más en casa, a veces desenchufo el módem. Mi gato se levanta sobre las seis, me roza la pierna con el rabo para que le dé de comer, le acaricio y le abro la puerta para que salga al jardín. Derek vuelve de su estudio sobre las 8.30 y cenamos y estamos un rato juntos viendo la tele en el sofá. Si estoy muy inmersa en mi trabajo, vuelvo a mi estudio y me quedo allí trabajando hasta que me entra sueño.

Intento escribir todos los días, pero hay temporadas o días en que la vida está reñida con la escritura. Hay situaciones en las que no eres dueño de tu tiempo. Si te describiera en estos momentos cómo se ha desarrollado mi vida cotidiana durante las últimas dos semanas, sería una vida al cien por cien de cuidadora. En estos momentos mi madre está muy enferma y requiere atención completa. Durante los últimos ocho años he tenido muchas temporadas así, cuidando a mis padres y me he acostumbrado a encontrar huecos para la escritura en hospitales y ambulatorios. Mi vida cotidiana se ha vista trastornada por los problemas crónicos de salud de mi familia: continuamente viajo Londres-Valencia. En términos de mi escritura me hace sentir que llevo un retraso monumental con todo, que tendría que re-encarnarme para ponerme al día y nada más se pasa la borrasca, intento recobrar mi espacio.

—¿Hoy, qué te crea nostalgia?

—Nada. Quizá cuando sea más vieja. La ausencia me interesa como concepto. Existen muchas palabras interesantes en diferentes lenguas para expresar diferentes tipos de experiencias relativas a la ausencia. Pessoa nos habla de la saudade. Me interesa mucho el concepto alemán Senhsucht. En un cuento ultra-corto hablo sobre este concepto. Te dejo aquí el link: El silencio de la sirena kitsch de porcelana

—En nuestra primera entrevista cuando pregunté sobre tus vivencias y los lugares donde has residido describiste la ciudad de Londres, hiciste énfasis en que su modernidad no reside en la arquitectura sino en sus puntos de vista. Nos recreaste todo un espacio que es parte vital de tu vida y de tu obra. Ahora me gustaría saber cómo fue crecer en España vivir en Italia y de qué forma se crea esta relación de países y ciudades a partir de Valencia.

—Me he criado con un estudio comparativo de España, Alemania e Inglaterra. Mi madre es alemana, mi padre español, y se conocieron en Inglaterra. Tenían una visión idílica de Inglaterra. Fui para un año cuando tenía diecinueve años para hacer COU y me quedé. También fue un poco de exilio emocional: distancia con los padres. Y es donde conocí a mi pareja, el artista Derek Ogbourne, con el que estoy ya veintiséis años. Mi carrera fue en Italiano e Historia del Arte y teníamos que pasar un año en Italia. Así es que viví en Venecia y Boloña. El que hiciera italiano se debió a que al hacer la carrera en Inglaterra y no tener las cualificaciones inglesas (tenía las españolas), me tenía que adaptar. Ciertas carreras, como inglés o francés, que es lo que yo quería hacer, pedían A Levels (cursos más especializados). Hubiera tenido que posponer la carrera otros dos años para realizar estos cursos primero. Así es que decidí adaptarme. Hiciera lo que hiciera tenía muy claro que quería escribir y que la escritura se alimenta de todas las fuentes. También lo que quería era aprender inglés. Como conocí a Derek en la universidad, me pasaba la vida en Bellas Artes, en la Slade School of Art.

En Italia estuve viviendo en Venecia y Boloña. Venecia es como una ciudad ficticia, es tan idílica y pausada que te da la sensación de vivir fuera del tiempo. Esto puede estar muy bien por una temporada, pero luego la sensación de irrealidad, de desconexión con el resto del mundo y empieza a inquietarte y te tienes que ir. En Boloña, estuve estudiando en el DAMS. Lo que fue interesante es que ocupamos la universidad y se establecieron seminarios alternativos. Me apunté a uno de filosofía. Fue un caos interesante. Leí a Heidegger, Benjamin, Blanchot y Barthes en italiano. Recuerdo citas de ellos en italiano. Una que se me quedó muy grabada es de Heidegger: «Lopera darte  è il porsi in opera della verità» (‘El arte es ese ponerse a la obra de la verdad’). Es una premisa que habla a favor de una verdad que va más allá del mimetismo.

—¿Días giratorios de la noche? ¿Estas realizando nuevas exploraciones?

—Llevo mucho tiempo con esta novela. Con interrupciones serias por familia u otros proyectos, como la co-traducción y autopromoción de Cuentos rojos. Soy una mujer biónica, soy una cíborg. La novela está basada en mi experiencia, cuando me quedé completamente sorda y me hicieron un implante coclear (audición biónica), que es fabuloso, pero tiene algunas limitaciones: la distancia, el ruido de fondo, el sonido electrónico.

Lo autobiográfico da un salto a lo ficticio. Estoy escribiendo sobre el azar, el caos, el silencio, el sonido, el trauma, las sombras, sobre convertirse en un cíborg. Cada uno de mis proyectos de escritura suele ser diferente de los anteriores. Me gustaría que esta novela fuese una ligera parodia de los cíborgs de ciencia ficción, ya que nos los suelen presentar como superhumanos, porque actualmente los únicos cíborgs de verdad que conocemos son los cíborgs médicos y eso es una realidad diferente. Para los que leéis en inglés, el primer capítulo de Spinning Days of Night lo publiqué en The White Review, una revista inglesa en papel y electrónica que está muy bien. Y hablo más sobre mi interés en la tecnología en una entrevista reciente en HTMLGIANT.

¿Qué es lo más difícil que te resultó vencer dentro de la narrativa?

—Cada proyecto de escritura tiene sus propios desafíos. Una de las cosas que más me costó fue creer en su relevancia. Sobre todo, en la relevancia de la novela como género. Empecé a escribir con el Beckett más minimalista como punto de partida. Tras Trozos de Una, se creó un abismo. Por esa época también leía libros sobre el fin de la literatura, la muerte de la novela. ¿Si escribes qué vas a hacer? Siempre puedes escribir literatura contra cierto tipo de literatura. Hablar del fin de la literatura, es como hablar del fin del mundo. Con los proyectos largos, las novelas, me he dado cuenta que hay que trabajarse mucho el entrelazar tiempos diferentes. Hacer que fluya el tiempo resumido con la narrativa en tiempo real. Es algo con lo que frecuentemente me topo. Siempre intento hacer proyectos innovadores. No es necesariamente fácil. Lo que me interesa es el desafío.

—Quedaste sorda en algún momento y en vez de atemorizarte se creó un nuevo mundo en ti. ¿Qué aprendizaje obtuviste de aquellos instantes?

—Aprendí la paciencia infinita. Que nada es urgente, que muchas cosas pueden esperar, que solemos tomar por descontado lo más básico, poder ver, oír, hablar, caminar, coger una cuchara o un vaso, la salud. Que muchos problemas son irrisorios, sobre todo cuando los comparas con los problemas que puede acarrear la salud. Que hay enfermeros y enfermeras natas, amigos-as angelicales que están ahí para crear un mundo mejor y que suelen ser los que han hecho un proyecto de vida donde el ego cuenta poco.

¿Cómo superas el bloqueo del escritor, si es que en algún instante lo has padecido?

—Creo que en el caso de muchos escritores, o proyectos, el bloqueo no trata de no poder escribir, sino de cómo estructurar el material escrito, sobre todo con los proyectos largos como una novela. Cuando acabé Trozos de Una, mi primera novela, que era una anti-novela minimalista, me entró pánico. ¿Y ahora qué? No sabía cómo continuar. Ideé un sistema de barbecho que consistía en escribir lo que se me pasara por la cabeza, diversas vivencias, sin preocuparme por editar ni por el resultado final, escribir y escribir, para algún día poder volver a editarlo. Esto hace que a nivel contenido, tenga un montón de material inacabado que siempre puedo utilizar. O por lo menos, el sistema sirvió para estar escribiendo en todo momento. Fue una paranoia fructífera la que me llevó a este sistema de barbecho. Con los bloqueos, o trozos difíciles, yo creo que lo más satisfactorio es sentarte y trabajar con lo que puedas, aunque solo edites una línea o un párrafo, hasta que resuelvas lo que quieres hacer. Te encuentras ante un desafío, una oportunidad para fracasar mejor, aprender. Puede llevar su tiempo, pero tienes que persistir, estrujar el cerebro, seguir la lógica del paisaje, hasta que encuentres la salida. La meditación puede ser útil a la hora de desenredar nudos. La satisfacción de resolver problemas narrativos después de mucho trabajo es muy grata.

—Tratas los sentidos, sus diferentes elementos interactúan dando lugar a las bases sicológicas de la conducta de los personajes, combinándose. Haciendo de la historia una reflexión muy profunda. Como logras lucidez e impacto, ¿creas conscientemente tus obras para que sean lúcidas y a la vez perturbadoras?

—Gracias por lo de la lucidez e impacto… ¿Supongo que te refieres a Cuentos Rojos? Había una voluntad de crear efectos de claroscuro, de tensión, de acceder a lo irracional, a las compulsiones, que es algo universal. Era una voluntad consciente, deliberada, claro. Pero sin duda, siempre hay puntos ciegos.

—¿Tienes algún vicio? Es que me recordé de una anécdota con Walt Whitman escuchándote.

—Los vicios van cambiando con el tiempo. Supongo que las virtudes también. Mi vicio actual es la investigación. Con el Internet, me he convertido en una info-junkie. Me encanta investigarlo todo. En el Internet, puedes buscar casi todo. Puedes encontrar todo tipo de coartadas para buscar cosas. Desde investigación para la novela que estás escribiendo, la que dejaste y algún día terminarás… ayuda a amigos, familia, cómo reparar cosas, recetas. Todo. Y luego te vas topando con cosas tan interesantes. A menudo se convierte en una forma de postergación. También pienso que con las búsquedas y lecturas en Internet estás creando una novela altamente personalizada, una novela hecha con citas de las otros.

—Casi tres décadas en que Susana Medina ha vivido en Londres, escribiendo en una lengua y hablando en otra o viceversa. ¿Cómo has solventado ese problema?

—Inicialmente, hice una división entre mi obra poética y narrativa, que era en español, y ensayos y artículos que escribía en inglés. Aunque estaba viviendo en Londres, continuaba explorando la lengua española. Me entretenía tanto con mi diccionario de sinónimos, que es un tocho de un kilo y pico, que el diccionario está casi desintegrado de tanto uso (ahora está debajo de mi cama, me da pena tirarlo). Esto no sucedía con el inglés, que yo lo tenía como lengua práctica, no poética.

Cuando me planteé escribir narrativa en inglés, lo hice como experimento. Sabía que tenía limitaciones con el lenguaje en sí, y que tenía que escribir de otro modo, poner más énfasis en las ideas, el ritmo narrativo, juegos literarios. Es una escritura más discursiva, pues partía del ensayo. Vivir en Londres y escribir en español se convirtió en un absurdo, una obra secreta. Tengo obra en ambas lenguas y me gustaría que se conociera en ambas lenguas, por lo que es. Para los que habláis inglés, di una charla que toca ampliamente este tema: Escribir en dos lenguas.

—¿Sigues guardando sueños en tu diario?

—Desafortunadamente, no tengo tiempo. Espero poder reanudar los diarios algún día. Desde hace años que siempre tengo cosas más o menos urgentes que hacer, así es que, siempre me digo, cuando pueda apuntaré este sueño, a sabiendas de que la memoria es un diario poco fiable.

—Tras haber escrito libros y estar ligada a la literatura en todos los aspectos. ¿Consideras que existe una transformación en la manera de narrar en los nuevos escritores o bien persisten los caminos ya iniciados?

—Siempre hay una transformación, porque somos sujetos históricos. El camino ya iniciado, que promueven las editoriales, es el realismo. El realismo, la narrativa mimética como técnica literaria, no me interesa, me aburre, aunque puede haber excepciones, pues las cosas a menudo no son monolíticamente ni una cosa ni otra. No estoy muy al día de lo que se está haciendo. Hay autores innovadores que me interesan mucho, que están abriendo nuevo camino como Steven Hall, Lars Iyer, Deborah Levy, Mark Z. Daniewlinski. Bueno, me interesan algunos de sus libros. Lo que sucede es que es más fácil publicar si tu obra sigue más o menos el patrón mimético. Así es que a veces los autores innovadores tienen menos visibilidad a corto plazo. Con el Internet ha cambiado todo muchísimo. La literatura es un campo de vasos comunicantes y los de mi generación leímos a grandes innovadores como Beckett, Cortázar, Calvino, Duras, Borges, Handke, que eran los herederos del modernismo de principios del siglo XX. Nosotros también lo somos. Inevitablemente, hay muchos lectores y escritores que preferimos la tradición innovadora, no la realista.

—¿En alguna ocasión has vivido algún tipo de experiencia inexplicable, desde su pragmatismo habitual, algo que aun hoy sigas buscándole una respuesta?

—Mi padre nos dejó el 26 de diciembre de 2012, tras sufrir de demencia vascular durante ocho años. Tuve una serie de experiencias muy concretas que me hicieron pensar que hay algo más allá, que aunque haya muerte física la conciencia, o algo que todavía desconocemos, no muere. Las cosas que me pasaron son imposibles de concebir de otro modo. Estuve investigándolo, interesada sobre todo con las ideas de la física cuántica que apuntan a otras realidades, dimensiones, universos. Hay como un 65 por ciento de gente que ha tenido este tipo de experiencias, comunicaciones. Siempre he pensado en la vida ultraterrena como una invención reconfortante. Hay mucho que no sabemos, la gran narrativa en occidente es secular, atea y cuando una gran narrativa infecta nuestros cerebros, tendemos a no querer pensar fuera de ella. Para la mayoría de intelectuales pensar de otro modo se ha convertido en un tabú. La historia de las ideas y las creencias está llena de falacias. Nuestra ignorancia es vasta. Es posible que la muerte física sea una puerta hacia otra realidad totalmente ininteligible para nosotros.

—Regálanos unas palabras…

—Jengibre, caricia, pestaña, orgásmico, gato, suave, jabón, onírico, sónico, salvaje, utopía.

 

Línea separadora entrevista Susana Medina

SUSANA MEDINA nació en Inglaterra (Hampshire) en 1966. De madre alemana de origen checo y padre español, tras vivir unos meses en Alemania, su familia se trasladó a España (Valencia) en 1968, donde se educó. Al leer en las cubiertas de libros que los escritores a menudo viven en otros países, cuando tenía 19 años se fue a Londres. Fascinada por el «multi-culturalismo» y las subculturas de esta ciudad, estudió Historia del Arte e Italiano en University College y vivió durante un año en Venecia y Bolonia donde estudió en el DAMS con Umberto Eco y Dario Fo.
Aunque más o menos residente en Londres desde 1987, hasta hace poco tiempo ha escrito en español, su lengua materna. Trozos de Una, una anti-novela escrita cuando tenía 25 años, recibió una Beca Creativa de la Generalitat de Valencia. Otras aventuras narrativas incluyen Red Tales / Cuentos rojos (edición bilingüe, Araña Editorial, 2012) que incluye el Premio Internacional de Cuentos Max Aub y Souvenirs del Accidente (Germanía, 2004), que reúne poemas, aforismos y textos. Philosophical Toys (Dalkey Archive Press, 2014) es su primera novela en inglés, de la cual proviene el corto cinematográfico Buñuel’s Philosophical Toys (24 mins), que se ha mostrado internacionalmente, así como Leather-bound Stories (30 mins), que presentó en el Museo de Freud con Richard Marshall y que 3:AM Magazine califica de «Unmissable, mesmerising, totally unique … a wonderfully delicate but zesty film». Medina representará a España en la prestigiosa antología estadounidense Best European Fiction, 2014 de Dalkey Archive.
Siempre ha escrito en una diversidad de medios interdisciplinarios, fascinada sobre todo por los huecos existentes entre las artes, los géneros y las disciplinas, lo lúdico y lo mortalmente serio. («A menudo se confunde la coherencia con la homogeneidad. Para ser coherente, el arte debería disparar en todas direcciones», dice en Souvenirs del Accidente). En 1992 y 1993 recuperó una serie de espacios abandonados para organizar varias exposiciones internacionales que gozaron de buena acogida por parte de la crítica y la prensa, en especial Space International y Reproducciones, en conjunción con el video-artista Derek Ogbourne y John Russell (editor de Frozen Tears). Ha colaborado con artistas, y revistas sobre arte, así como publicado y dado una serie de ensayos y conferencias sobre arte, literatura, cine y fotografía. Su obra literaria se ha publicado en numerosas antologías y revistas y ha sido traducida a varias lenguas. Es traductora voluntaria para PEN, en el Programa de Escritores Encarcelados.
Actualmente está inmersa en Slumberville (una novela sobre sueños). En junio 2006 obtuvo su doctorado, Borgesland (sobre espacios imaginarios en la obra de Jorge Luis Borges), que realizó en Birkbeck University de Londres, donde originalmente cursó su MA en Estudios Hispánicos. Enseña en la Open University, Londres. Otros honores incluyen la beca de investigación Arts and Humanities Research Board, el premio The Snowdon Award y una beca de escritura del Arts Council (febrero 2008), para su novela, Días giratorios de la noche.

 

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Entrevista a Susana Medina, por Juan C. Vásquez (en Revista Almiar, n.º 48, septiembre-octubre de 2009; publicada originalmente en Herederos del caos).
Reseña de Cuentos Rojos, por Juan C. Vásquez (en Revista Almiar).

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Juan Carlos Vásquez. (Valencia, Venezuela). Dirige y edita la revista de creación Herederos del K©aos. Autor del libro de relatos Pedazos de Familia (Estival teatro, Venezuela 2000). Otros textos suyos han sido publicados en diversos volúmenes colectivos y antologías en Chile, México, Estados Unidos y España; asimismo en columnas periodísticas del Diario El Impulso (Barquisimeto, Venezuela). Integrante del grupo cultural Spanic Attack (New York 2004). Obtiene distinciones en los Concursos de Poesía Pro lingüístico y Multimedia Premio Nosside (Calabria, Italia), Edizione 21/2005, Edizione 22/2006. Ha vivido en Tampa, FL, Nueva York, San Francisco (California) y La Coruña; actualmente reside en Madrid.

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Ilustración entrevista: Fotografía por Derek Ogbourne ©

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