entrevista por
Pedro M. Martínez
S
iempre es gratificante el reencuentro con un amigo escritor después de un tiempo. Desde el verano de 2010, cuando conversamos Roberto Zarco y yo en torno a su primer libro, han pasado bastantes cosas. La primera, la más relevante para mí, es el progreso de la obra de este joven escritor mostoleño, la dedicación con que se entrega a sus poemas a cualquier hora; la segunda se deduce de aquella: si tecleamos en un buscador el nombre del poeta encontraremos un gran número de entradas que hacen referencia a su trabajo y publicaciones. Trabajo y dedicación, dos actitudes que son fundamentales en un buen escritor (hay algunos que opinan que serían más importantes, incluso, que la inspiración, aunque ese no es mi caso)…
He quedado con Roberto en un céntrico café, de los que llamamos literarios. Me gusta la relativa tranquilidad que se puede encontrar en dichos lugares, una calma que permite hablar en tono normal y poner en marcha la grabadora sin miedo a que después no se escuche bien lo que se ha hablado. Zarco me está esperando a la puerta del café, puntual como un inglés… comparación quizá incorrecta pero que pudo mover a Julio Verne a elegir su personaje de Phileas Fogg como protagonista de la novela La vuelta al mundo en 80 días.
Una vez que estamos acomodados, pongo la grabadora cerca de él. Álvaro Pombo creó un personaje en sus Cuentos reciclados que increpaba a un periodista bollycao diciéndole que «a mí no se me graba, a mí se me recuerda de memoria en todas partes», pero ni yo no soy un bollycao ni Roberto es un soberbio. Somos dos amantes de la poesía que charlan tranquilamente sobre el placer de leer y la aventura de escribir. Él me dice que luego se va a ir al cine, pero tenemos tiempo por delante…
—En tu nuevo poemario Con fecha, minuto y hora, me ha llamado la atención que hay una importante cantidad de sufrimiento amoroso y de las mentiras que se derivan de las relaciones entre las personas, ¿son tan difíciles las relaciones personales, hoy en día son como tú las describes…?
—Son muy complicadas. Pienso que ahora las relaciones personales están llenas de superficialidad. El amor en el siglo XXI no se lleva. Estamos rodeados de redes sociales, que no me parecen mal, pero la comunicación en ellas solo es aparente. No vemos el amor por ninguna parte. Hay una gran carencia de sentimientos de amor, aunque algunos lo disimulen mejor que otros…
—¿Tú crees que puede ser por inmadurez en el terreno afectivo…?
—Pienso que sí…
—¿Echarías la culpa de ello a los padres?
—Es culpa de la culturización… No, yo no culparía sólo a los padres.
Mientras esperamos a que el camarero traiga la comanda, parece inevitable intercambiar algunas opiniones sobre política. Las elecciones generales en España están cerca. El paro, la crisis económica, la abulia de la gente —también su indignación, plasmada en las recientes concentraciones de la Puerta del Sol y otras plazas españolas— y el futuro incierto se hacen cargo de la conversación. Le hablo de la amargura que se siente al ver lo que predicen las encuestas, los oráculos son inmisericordes para la pluralidad de ideas. Roberto lo tiene claro: por mucha crisis que haya, la sanidad, la educación y los servicios sociales deben ser intocables.
Vierto la leche en el té y contemplo una nube…
—Piérdete por los parajes de tu puta mentira y/ aprende a jugar con tus excesos de la misma,/ insúltate a ti misma, si no crees ni en tu vida,/ orgullo de ser yo mismo quién ya no te ayuda… —le leo los versos de su poema ¿Dices que miento?—, ¿te obsesiona la mentira…?
—La mentira siempre acaba con el amor. En un programa de Jesús Quintero le preguntaron a Jorge Ducay cuáles eran para él los tres enemigos del amor. Ducay respondió que los mismos que para la felicidad: el miedo, la vergüenza y la culpa. En mi opinión, la culpa incluye los celos y la mentira y ésta es el peor de los enemigos del amor, siempre acaba con él. Ahora que todo el mundo es tan liberal —Roberto se interrumpe y recalca que dicha actitud le parece bien— parece que diera igual mentir y eso me parece un sinsentido, aunque quizá todo sea cuestión de apariencia y de falta de valores éticos… A mí me dice la gente que doy muchos consejos y que tendría que aplicármelos yo antes. Pienso que primero hay que quererse a uno mismo para luego poder querer a los demás. Ahora, cuanto más ofreces eres más tonto y más se van a aprovechar de ti. Recuerdo que de chico, con mis padres, cuanto más daba más recibía y hoy es al revés: cuanto más aportas peor te ven.
—Dices que la poesía te da solo tranquilidad [1], entonces ¿la utilizas como un paliativo o estás buscando la curación de una enfermedad…?
—Seguramente la utilice como paliativo de la angustia y de la ansiedad, mucha ansiedad, pero una ansiedad o impotencia producida quizá por los deseos precipitados de escribir que tengo desde joven. La inquietud por hacerlo me lleva a la ansiedad, cuando no estoy escribiendo me obsesiono: tengo que escribir, y, cuando lo hago, es una forma de liberación, la cura de la ausencia.
—Roberto, ¿lo peor que te puede pasar es una desilusión…?
—Sí, probablemente, pero te acabas acostumbrando, aunque parece que nunca termines de hacerlo. Con el amor, por ejemplo (todos los poetas hemos escrito sobre el amor), depende de cómo sea la otra persona…, pero no solo ocurre con chicas, en el plano sentimental, también sucede con el día a día, con los estudios, con el trabajo, con los amigos…, la desilusión es de lo que más nos fastidia a todos. Sin embargo, la ilusión no forma parte todavía de la realidad, ¿sabes?, para mí la ilusión surge del deseo. La desilusión forma parte de la madurez, es algo que acabas aprendiendo con el tiempo y todo acaba pasando aunque sea más tarde que pronto.
—¿Y lo mejor que podría pasarte…?
—La serenidad. El equilibrio. Para que eso pase tienen que cumplirse algunos requisitos… El amor… —reflexiona—. No hace falta tener una relación de pareja, simplemente algo que te mantenga vivo. Bucay afirma que necesitamos a alguien que nos saque de la cotidianidad, todos precisamos que nos saquen de la rutina.
—¿Con fecha, minuto y hora es un poemario o un blog poético?
—Casi parece más un blog poético. La estructura tradicional de un libro de poemas es el poemario, pero, sí, sinceramente me parece más un blog, muchas personas me lo han dicho. Son narraciones o formas de ver sobre lo que ocurre en mi vida, en el día a día, para que cada persona se pueda sentir identificado, que de eso se trata, cuando lea lo que me sucede a mí en un momento determinado. Son imágenes cotidianas. Ayer escuché en la radio a Antonio Muñoz Molina decir que el poeta crea una imagen, que puede ser verdad o mentira, eso no importa, y de esa imagen que él inventa surgen los versos y el poema.
—Escribes en la introducción del libro que tú inventas las horas, los minutos y el espacio, y le pides al lector que descifre los poemas…
—Iba para Madrid en el Metro cuando me surgió el título. Una simple anécdota. Pensé que cuando alguien terminara de leer un poema, dijera: este chico, ¿en qué estaría pensando?, ¿qué emociones sentía?; se me ocurrió que el lector pudiera sentir la locura de escribir a las cuatro o las cinco de la mañana y que pudiera preguntarse la importancia de escribir en ese momento, si había pasado algo grave, algo serio… es decir despertar preguntas en su interior.
—Desde tu anterior libro me parece que has recorrido un buen trecho… Me dijiste en nuestro anterior encuentro, en el verano de 2010, que: «Mi influencia es la música y poco más, y lo que he vivido hasta ahora. En el mundo que vivimos lo clásico cansa a la gente de mi edad, a no ser que hayas leído a muchos autores clásicos y que te hayan sido trascendentes, lo denso aburre…», ¿sigues pensando de esta forma?
—No es que haya cambiado mi forma de pensar, un año, además, quizá es poco tiempo. He cambiado en ciertos matices… considero que la poesía clásica te otorga todo, es la base y el fundamento para construir lo que ha venido después y ahí estamos inmersos todos: cantautores, músicos, poetas, novelistas… Una persona de mi edad, sin embargo, quizá no sintonice tan bien con lo clásico, es más fácil que busque algo que le parezca ameno, en música te diría un rap, por ejemplo. Pienso que todo el mundo debería leer, pero en este siglo XXI se valora más lo actual. Alguien en YouTube me puso un comentario de agradecimiento y me llamó «poeta moderno», no sé… lo anterior es muy importante pero pienso que la poesía debe estar en una renovación constante. Yo llamo a esta actitud de renovación y de cambio «poesía 2.0».
—José Membrive, de Ed. Carena, te acerca al 15-M cuando escribe: Roberto Zarco, como muchos otros poetas nuevos y antiguos, baja al fondo de sí mismo para contribuir a la construcción del nuevo mundo desde los cimientos. Su voz está en ciernes, en su poesía habita lo antiguo y lo nuevo. Hay ruinas antiguas y gemas nuevas como no puede ser de otra manera en la voz de un poeta de la reconstrucción... ¿Qué opinas al respecto?
—(Roberto reflexiona durante un momento) En mi humilde opinión creo que él me acerca al 15-M porque soy muy joven. Escribí este libro con veinte años y quizá eso me aproxima al movimiento. Creo que a través de la palabra llega la revolución y así lo percibo en las asambleas de mi universidad, aunque no pueda participar en ellas por falta de tiempo, la verdad es que no doy de sí (ríe)… Pienso que sin palabra no hay cambio, pienso que él se refiere a eso… Me produjo alegría que alguien, aunque sea mi editor, haya pensado así al leer mis poemas y que me identificara como uno más de los poetas de la reconstrucción. Yo me muevo por el amor y por ilusiones y el nuevo mundo se construye también a través de la ilusión por escribir poemas que son, o deben ser, una parte de los cimientos que él dice.
Apago la grabadora justo cuando me dice que en navidades piensa sacar otro nuevo libro. Bien, le digo, coincidirá con la publicación de esta conversación que hemos mantenido. Roberto habla rápido, a veces tengo la sensación que la palabra se le queda corta para expresar tantas ideas y sentimientos que bullen en su cerebro. La ilusión de escribir tiene que venir precedida por la de vivir. Roberto Zarco las tiene, a raudales.
Él se va al cine. Ambos vamos a coger el Metro. En la entrada le hago unas fotos. Luego, camino de mi barrio, leo poesía:
[…] Dicen que el aburrimiento es el causante de todos
nuestros vacíos y problemas,
yo digo que la frialdad de cada uno mismo es la
[verdadera culpable de esto,
el sentir más profundo sólo se consigue en la
[intimidad,… [2]
Estos versos fueron escritos el 13 de febrero de 2011, a las 8.13 h, quizá en un vagón como en el que ahora viajo. Podemos hacer caso a Roberto e intentar descubrir lo que él sentía cuando los escribió… ¿lo hacemos?
[1] (…) pinta tus zapatos de azul,/ déjate la barba,/ corta leña,/ monta en camello,/ pero nunca escribas poesía, yo la escribo y «si bueno»/ me otorga tranquilidad, pero nunca algo más. (Del poema Como diría Charles Bukowski)
[2] Del poema Las antenas de cualquier tejado volverán a agitarse.
Presentación de Con fecha, minuto y hora (vídeo):
🖥️ Página de Roberto Zarco: www.robertozarco.com/
Ilustración en el texto del artículo: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
Revista Almiar – n.º 61 / noviembre-diciembre de 2011 – MARGEN CERO™
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