poemas por
Ashle Ozuljevic
Es cierto, en la actualidad no se puede morir de amor no puedes renacer en añañuca1, en agua en piedra, siquiera ni en grano de arena no está permitido morir de pena las críticas serían feroces la más mínima de ellas que te falta calle. Si ya te entregaste, rhodophiala, en alma y cuerpo a quien se fue por ambición o afán de libertad deberás hacer de tripas corazón y lavarte la cara antes de salir a la calle a enfrentar un mundo vertiginoso sin pausas para melodramas. No está permitido morir de desamor ni vivir de amor tienes que armonizar tus latidos al ritmo de la vida postmoderna donde no hay derecho para muertes tristes ni mitos urbanos basados en lo sublime, en la debilidad impudorosa de convertirse en flor morir de soledad morir con las botas puestas bien enterradas en el lodo esas son solo figuras retóricas, disfraces para enmascarar la realidad piensa la gente sin sangre mientras añañuca renace en la tierra incendiada por la desesperanza.
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1La añañuca es una flor característica del norte de Chile, y debe su nombre a una leyenda de amor romántico, trágico y machista; sin embargo, el espectáculo sensorial que ofrece la planta merece que la historia se relate:
Cuentan que en un pueblo nortino vivía una indígena llamada Añañuca, unida en amor con un joven minero foráneo que añoraba riquezas. Una noche, él soñó con la entrada de la mina que albergaba un tesoro, partiendo ansioso, de madrugada, sin decírselo a su compañera, quien quedó desconsolada, sujeta apenas de la delgada esperanza de su retorno. Pasaron las semanas y los meses, pero él nunca regresó.
Se contaba en el pueblo que el joven murió, víctima de un espejismo de la pampa.
Inmersa en tristeza, Añañuca también halló la muerte; su cuerpo lo enterraron en el valle, mientras llovía.
Cuentan lo que vieron al día siguiente: su tumba estaba cubierta de capullos rojos, el gesto de trascendencia de su amor, dicen, la conversión de la joven en flor.
Vitis Vinifera
Enrosques caulinares
de parra de Puntarenas
más suertuda que banderas
no la dañan los polares
aunque crece a duras penas
extendiendo sin apuro
su existencia contra el muro
suponiendo primaveras
cientos de tardes enteras
en que el día ya está oscuro
el calor es simulado
y no llega desde el cielo
pero es perfecto anzuelo
para el desacostumbrado
a este soplo enfadado
de la costa patagona
que con vozarrón pregona
desde el fin del continente
¡ay! la vida aquí se siente
con la escarcha de anfitriona
mas la vid en esta esquina
sabiendo de la ventisca
no se ha tornado arisca
ni tacaña ni mezquina
pues toda su fuerza arrima
pa que endulce y enardezca
al gaucho que la merezca
y que cargue algún racimo
donde lo lleve el camino
sin que su soledad crezca
digo: en eso se parecen
la parra con el patagón
en el centro del corazón
estar solos los escuece
muy bravío se aparece
el gaucho cuando descampa
lo triste tendió su trampa
envuelto en las tempestades
adicto a las soledades
de pampear tanto la pampa.
Ashle Ozuljevic Subaique, Santiago de Chile, 1986.
Estudia literatura y yoga.
Cultiva hiedras. Tiene una hija, plantas, un perro y una gata.
Autora de Vidas robadas (2012), Anteojos de sal (2014), El silencio final (2015), Tres (2016), Botánica (2020). Este año se publicarán Cartografía (relatos) y una reedición de Tres (poemas) con ilustraciones de la autora.
📧 Contactar con la autora: aozuljevics [at] gmail.com
📸 Ilustración poemas: Añañuca Roja Parque Nacional Llanos de Challe, por Natalia Reyes Escobar / CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)
Revista Almiar – n.º 111 / julio-agosto de 2020 – MARGEN CERO™ ✔
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