relato por
Manuel Adrián López
Quizás le esté haciendo rechazo a esta nueva identidad que se apodera de este cuerpo vencido. Quizás un porcentaje mínimo no me deja acoplarme a este nuevo yo. De ahí viene ese dolor de cabeza, la inflamación del lado derecho del estómago, y los tantos gases que parecen fuegos artificiales celebrando un día feriado que todavía no logro entender cuál es. He dejado de comer pepino porque noto que entonces la retreta de gases se hace interminable. Siento que estoy cambiando el color de la piel como lo hacen las lagartijas. Por ejemplo, hoy amanecí de un tono grisáceo, con hilitos negros que parecen venitas de hígado de pollo. He revuelto todas las gavetas buscando una bufanda roja para animarme algo pero no logro encontrarla. Afuera hay 90 grados, sin embargo me urge algún disfraz para que no puedan ver todo lo que se asoma. En este nuevo cuerpo se siente un vacío que corre desde el cerebro hasta los dedos de los pies. Me paso el día entero buscando nuevas formas de llenar ese espacio pero no lo logro. Mi madre, y el guerrero son los únicos que pueden dejar pequeños paqueticos con remedios y palabras para curarme un poco. Floto en una nube que a ratos no es nube, porque se convierte en un descapotable color cartucho que manejo por una ancha carretera. Hay momentos que siento unos ligeros chiflidos y al mirar veo un gigante ratón blanco dando saltos en el asiento de atrás. Cuando le pregunto quién es, se convierte en un hombre de piel oscura y ojos profundos. Le hablo, pero me contesta en una lengua que no logro entender; quizás esta nueva identidad necesite un cambio de idioma. Quizás deba aprender uno nuevo, más bien inventar alguno, un idioma que nadie conozca para que no lo puedan copiar. El guerrero me ha pronosticado estas cosas que me están pasando. Le debí haber hecho caso cuando una de esas noches, a la luz de una solitaria vela, me dijo todo lo que necesitaba saber para emprender caminos nuevos. Pero le hice rechazo a tanta información, a tanta precaución, y hoy aquí están los resultados. Estoy habitando dentro de esta armadura que ha visto mejores tiempos. Entiendo todo lo que me advierten, pero en días como hoy, sabiendo todo lo que sé, ardo como los bosques californianos en llamas, y pido a gritos agua para calmar este fuego; y brazos de amigos que no traicionen al calmarme. |
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Ilustración relato: Pintura por Álvaro Mejías ©
(ver muestra de obras de este autor, en Almiar)
Revista Almiar – n.º 73 / marzo-abril de 2014 – MARGEN CERO™ – Aviso legal
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