relato por
Pedro González Domínguez

 

F

ederico Jonapá Tondopó originario del pueblo de Pumpuchuti, Chiapas, era hijo de un matrimonio zoque. Era bajito de estura, averiguado y leguleyo. Únicamente estudió la primaria y desde muy joven se dedicó a trabajar como chofer. Sin que se supiera la forma en que obtuvo su capital económico, de la noche a la mañana tenía una empresa de maquinaria pesada y camiones de volteo. Su buena posición le permitía darse ciertas libertades. Además de su esposa tenía una amante, a quien le rentaba un departamento en un pueblo vecino.

Como en cualquier pueblo chico, todo se sabía. La esposa estaba enterada de las andanzas de su marido y no quiso esperar más para poner las cosas en claro. Fue al departamento donde vivía la amante a reclamarle, provocando un escándalo con gritos y golpes, e incluso se atrevió a entrar a la vivienda a romper todo objeto que tuvo a su alcance. Dejó la habitación destrozada.

El hijo de la agraviada al saber que había sido violentada sentenció:

―No pondré ninguna denuncia ante la autoridad por allanamiento de morada ni por las agresiones a mi madre, pero me vengaré de esta señora en donde más le duela.

Federico ingresó a su empresa diez camiones de volteo en calidad de renta, a cuyos dueños les pagaba mensualmente por el uso de las concesiones. Tiempo después, interpuso un litigio ante las autoridades alegando que por la antigüedad en posesión de los vehículos eran ya de su propiedad. Con sus influencias y el soborno, se adueñó de todas las unidades, y despojó a los verdaderos dueños. Los diez concesionados presentaron demandas de amparo para recuperar sus unidades, sin tener ninguna solución favorable. Así perdieron su patrimonio y el sustento para sus familias. Se pusieron de acuerdo para recuperar sus unidades y determinaron:

―Recuperaremos nuestros camiones a la buena o a la mala, de lo contrario se va acordar de nosotros toda su vida, le vamos a quitar lo sinvergüenza y lo ratero.

Fermín, su hijo menor, trabajaba en su empresa, solo había cursado la secundaria. Chaparrito y sagaz como su papá, se levantaba muy de mañana para empezar a trabajar. Era el encargado de que la maquinaria y los camiones estuvieran en óptimas condiciones. Supervisaba que los choferes hicieran bien el trabajo, no les dejaba pasar nada; si un camión se descomponía y él consideraba que era por culpa del chofer, el costo de la reparación se lo cargaba a su cuenta para descontárselo de su salario.

Eran veinticinco trabajadores en la empresa, entre choferes y cargadores. Empezaban a trabajar desde las cinco de la mañana hasta al anochecer, sin que les pagaran horas extras. Todos coincidían en que era un tacaño y abusaba de la necesidad de los trabajadores.

Fermín llegó al extremo de descontarles sin justificación a todos los trabajadores, argumentando que no habían rendido lo suficiente para la empresa. Enojados le protestaron que era injusto lo que les hacía:

―No es posible que nos haga usted esto. Nosotros trabajamos muy duro y es injusto este descuento, la culpa no es de nosotros ―argumentó un chofer.

―¡Estamos en desacuerdo con esta injusticia! ―gritaron los demás.

Fermín fue tajante:

―¡Quien no esté de acuerdo puede darse por despedido y no hace falta que se presente mañana! ¿Escucharon? ¿Está claro?

Poco a poco se fueron retirando, murmurando y comentando entre ellos:

―Se aprovecha de nuestra necesidad, el trato que nos da es un atropello, tenemos que hacer algo para solucionarlo, no podemos seguir así. ¡Pero pronto sabrá de qué somos capaces!

Remigia, una hermosa muchacha del pueblo, blanca y de andar parsimonioso y coqueto, era de una familia acomodada. Tuvo un novio con quien estuvo comprometida y por no tener suficiente dinero para la boda, como ella quería, lo despreció. Ella se fue del pueblo; decían sus padres que a estudiar a Tijuana, Baja California, en donde estuvo cinco años.

A su regreso se hizo novia de Fermín, quien le cumplía todos sus gustos. La llevaba de viaje a los mejores lugares. Era melosa, interesada y dominante. Pasado algún tiempo acordaron casarse e hicieron todos los preparativos necesarios.

La fiesta se celebró en el mejor salón del pueblo y fueron invitadas las personas más pudientes. Se atrevió a invitar a su exnovio y a su familia, para mostrarles la forma tan elegante en que se iba a casar. Su intención era humillarlos, decía a la gente.

La reacción no se hizo esperar; ofendido su orgullo y lleno de coraje, aquel joven expresó infinidad de injurias:

―Zorra malagradecida, no supiera yo cómo se mueve en la cama. Se cree muy digna pero es más puta que las putas… pero le voy a dar su merecido para que se eduque ―condenó.

Fermín siguió con su trabajo con más enjundia. Si algún chofer faltaba, agarraba el camión o la retroexcavadora y realizaba él mismo el trabajo.

Los choferes le pidieron que les otorgara un día libre pues sería día de la Santa Cruz y era un día festivo:

―Don Fermín, concédanos el día libre mañana por ser día de la Santa Cruz y día del albañil, para que podamos asistir a la Santa Misa.

Apenas terminaron de hablar, les contestó encolerizado:

―¡Quien no quiera venir a trabajar, que no venga, sólo que le descontaré tres días de sueldo! ¡Ustedes deciden, ya saben a qué se atienen!

Al siguiente día faltaron cinco trabajadores. Fermín estaba hecho un energúmeno. No encontraba con quien desquitarse y a quien tenía más cerca era a su esposa:

―¡Tú, mensa, qué me quedas viendo en lugar de que me ayudes, para que no queden las unidades sin trabajar! ―ella sin decir nada agachó la cabeza. Sabía que si le objetaba le iba a contestar de peor manera.

Mientras, él siguió diciendo:

―¡Malagradecidos, muertos de hambre y todavía no quieren trabajar pero ya verán que les va a pasar!

Salió furioso de su casa. Se dirigió hacia donde estaba la maquinaria, subió en una retroexcavadora y se dirigió al banco de grava que estaba a diez kilómetros, era un camino de terracería. Él iba a cargar los camiones que iban a trabajar.

Treinta minutos después, dos trabajadores encontraron a Fermín en el camino y dieron aviso a su familia. Era una tragedia.

Al llegar al lugar encontraron una escena siniestra.

La mamá de Fermín se desmayó de la impresión al ver a su hijo en ese estado. Su esposa tuvo que ser hospitalizada de inmediato, pues estaba embarazada. Federico quedó en estado de shock al ver a su hijo.

Fermín tenía prensada la cabeza con el cucharón del brazo hidráulico de la máquina sobre el suelo. Como si le hubieran forzado a poner la cabeza en esa posición y poco a poco la presionaron hasta machacársela.

Echaba sangre por la boca, la nariz y los oídos, y la lengua la tenía atrapada entre los dientes. Tenía los ojos crispados con un rictus de espanto y dolor.

La gente no daba crédito a lo que veía. Era incomprensible la forma en que lo encontraron. Se preguntaban: «¿Qué le habrá pasado?», «¿sería un accidente o lo asesinaron?».

El resultado del peritaje fue concluyente: «Una máquina de ese tipo no se acciona sola».

Federico, desde ese día, llega al panteón todos los domingos a dejarle flores a su hijo, a quien fuera la mano derecha de su empresa. Se sienta sobre la tumba por varias horas, llorando. Después de varios años aún se pregunta: «¿Quién mató a Fermín?».

 

relato Quién mató a Fermín

Pedro González DomínguezPedro González DomínguezEs originario de Villaflores. Licenciado en Matemáticas y Ciencias Naturales por la Normal Superior de Chiapas; maestro en Docencia e Investigación, y Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Autónoma de Oaxaca.
Ha dedicado gran parte de su vida a la educación: se ha desempeñado como académico en educación básica, educación media, licenciatura y posgrado; fue coordinador del Centro de Maestros 0707, en el Programa del Servicio Profesional Docente; ha ocupado cargo de Supervisor y actualmente se desempeña como directivo de escuelas Telesecundarias.
Obtuvo reconocimiento por su participación en el Foro Internacional de Educación, Tuxtla Gutiérrez, 2012.
Recibió Medalla al Mérito Docente «Rafael Ramírez», por el Gobierno del Estado de Chiapas, 2013.
Se diplomó en Gestión de la Evaluación Educativa, por la Coordinación Estatal de Formación Continua de Maestros en Servicio, 2015.

Contactar con el autor: pedroglzdmz@hotmail [punto] com

📷 Ilustración relato: Fotografía por MIH83 / Pixabay [Dominio público]

 

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