artículo por
Sandra Cornejo

S

iempre es hora de partir/ al fondo de algo infinito/ como nuestra propia pequeñez, escribe Ballina en su libro El viaje, en el año 2000. Encuentro en este libro también algo que considero medular en su escritura, dice: Construyo y reconstruyo, si es que de algo me ocupo, a partir de la desesperación o la esperanza sin poder distinguir, y sin que importe, una de otra. Lo importante es que oigo cantar. A la intemperie o al abrigo, al único abrigo de mi mar y de mi sol. No hay otra herencia en el mundo.

Si tomo estos trazos y hago pie en una obra en apariencia extensa —obra que sin embargo en su recorrido se hace escueta y visceral— es porque a partir de ese continente puedo comprender mejor y de un modo más lúcido Profanaciones ínfimas.

Al recorrer la poesía de Ballina encuentro zonas que se reiteran de uno u otro modo y hacen posible el artificio; es sobre ese tembladeral que el poeta, atento e insumiso, imprime su rastro. Para seguirlo, se necesita ir de poema en poema, de libro en libro. En el conjunto de su obra, donde se vislumbra  una  soledad  esencial —salvada  por  y  para  la palabra— acontece un universo cuya supervivencia tiene inevitable relación con el acto de la escritura. En la amplia arquitectura, cada frase, generalmente luminosa, casi oceánica, va acercándose a mundos primordiales. Bataille decía que determinados libros eran esenciales porque nacían de la necesidad. Siguiendo esta pista considero que cada libro de Ballina ha sido producto de una profunda necesidad de sobrevivencia.

Profanar según comprendo implica transgredir de alguna manera  algo.  Si  a  la  vez,  ello  se  realiza  de  un  modo ínfimo —como nos propone Ballina desde el título del libro al cual intento  acercarme—  accedemos,  ya  no  al  terreno  de  la blasfemia —concepto presumiblemente asociado a la idea de profanación— sino al territorio de una búsqueda, al ámbito de una disquisición donde la certeza está puesta en duda. Entramos entonces dentro de un espacio en el cual la voz del autor enhebra los temas que le acucian. Mediante lo epigramático y lo mínimo se pueden atisbar esos temas en Profanaciones ínfimas.

Ya el poema que abre el libro nos advierte sobre un punto cardinal: arte del despojo tu don, escribe Ballina en la última línea de «Profanaciones» primer poema del libro. La síntesis, el estrangulamiento que merodea cada uno de estos escuetos (despojados) fragmentos, produce una extrañeza que nos atiza y deja en nosotros el germen de una naturaleza desvelada.

Dónde estamos, en cuál paisaje, entre cuáles fronteras, se pregunta el lector que aborda una poética como la de Ballina.

Una secuencia de esta indagación que a través de lo breve nos ofrece lo insondable puede percibirse en su poema «Ejercicios», dice en él:

Para saltar el muro
escribir lo desconocido
comprender la lengua que oculta
mirar detrás de lo no dicho
cantar después del sonido
latir sin sol raído, sin tiempo del nunca

En un cuerpo a cuerpo constante con su lengua, con la hechura de la frase, con el pulimiento de la sintaxis, Ballina articula su escritura sobre circuitos que no descansan. Su obra ha ido (y vuelvo aquí otra vez al continente) de lo abierto a lo conciso o de la síntesis a lo amplio, y en esos trayectos, su lenguaje, como el organismo vivo que es, se ha paseado entre la prosa poética, la descripción, al esbozo, la desnudez de una línea, la levedad asomándose entre claroscuros. Leer Profanaciones ínfimas luego de esclarecer estas referencias es percibir que se ha llegado a una plataforma, presumiblemente a un punto de partida que dé origen luego a otra clase de recorrido, algo muy probable en una poesía siempre joven y entregada al asombro.

Los contrarios, tema inherente a su poética, se plasman aquí en una condensación de obsesiones que le son propias: la luz y la oscuridad, lo vivo y lo muerto, lo dios y lo diablo, lo efímero y lo eterno, el silencio y, en definitiva y en general, la condición compleja de las cosas que tanto le preocupan y a las que interpela. Leo un poema que para mí es señero al respecto, me refiero a «Anverso y reverso»:

el sendero, siempre hacia lo alto,
borra toda huella detrás de sí,
habrá encuentro, quizá nueva lengua,
serán otros, no sé si tuyos,
los pasos al bajar

Poesía de la exigencia llamaría yo a esta poética, arte donde locura y razón se conjugan en un registro de miniaturista. «Casi brisa» dice y el navegar, al mejor estilo de Machado o Pessoa, mantiene en un rítmico devenir las fluctuaciones de la frase. Mesurado torrente que reverbera en el poema «El navegante»:

nada que perdonar, nada que condenar,
marea baja, marea alta
con náufraga esencia
llegaremos cantando a cualquier límite

No puedo dejar de percibir un temblor de bambúes en las entrelíneas de Profanaciones ínfimas, leve y melódico sonido que se mece hacia dentro y logra parir un puente entre la incertidumbre del ser y el afuera.

En esa especie de limbo el poeta acontece en medio de hondonadas con un forajido corazón en desvelo. El ritmo le lleva los días y las noches, lo hechiza. Las palabras que no dejan de venir, palabras que también implican borde y silencio, develan la dimensión de un dios a imagen y semejanza de la poesía. Me pregunto por qué esta obstinación, este modo de mirar al trasluz.  El poeta,  que  intenta  aprehender  lo  que  es  y  lo que son las  cosas,  bulle  en  su  canto,  en  un  exilio  al  que  suele arrojarlo  su  condición  de  poeta.  Cuando   el   equilibrio  se  rompe  —escribe Octavio Paz—, el cielo escoge entre los hombres a aquellos que son más sensibles, y los hace resonar.

«Solo  bajo  el  sol»,  Ballina  acuña  una  y  otra  vez  la frase  que   vuelve   a   pintar   sobre   la   grava:  Tomar  la  poesía —escribe— y llevarla de la mano o que la poesía te tome de la mano y te lleve. Sabe que sólo así saldrá vivo del mundo.

 

arabesco reseña Profanaciones ínfimas

Sandra CornejoSandra Cornejo (La Plata, 1962). Licenciada en periodismo y comunicación social por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Trabaja en diversos ámbitos en comunicación institucional y gestión cultural. Integra el programa Cultura en la Escuela de la Dirección General de Cultura y Educación de Buenos Aires. Luego de obtener la diplomatura en el Posgrado de Lectura, Escritura y Educación (FLACSO) realizó talleres de literatura en contextos de encierro. Ha publicado los poemarios Borradores (Sudestada, 1989), Ildikó (Último Reino, 1998), Sin suelo (Ediciones Vox, 2001) y Partes del mundo (Alción Editora, 2005).
Poemas suyos han sido incluidos en las antologías
Poetas argentinas (1961-1980) (Ediciones del Dock, 2007), Antología de poetas argentinos II (Free Verse Website, Irlanda, 2009) y El verso toma la palabra, selección de 33 poetas argentinos (Homoscriptum y la Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2010), entre otras.

🌐 Web de la autora: Tuerto rey (poesía y alrededores)
http://www.tuertorey.com.ar/

Todo Osvaldo Ballina en: tuertorey.com.ar/textos/2011-archipielago/ Osvaldo-Ballina.html

 

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