Ágata, poemario de
David Fernández Rivera
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entrevista al autor
por Pedro M. Martínez

 

Para disfrutar al máximo de Ágata, hay que saber desprenderse de expectativas, ideas preconcebidas o de muchos conocimientos para respirar junto al libro en un entorno libre. La persona que considere que la poesía en general es elitista, fracasará en su intento de leer el poemario; del mismo modo, el erudito perderá la esencia en la superficialidad del análisis. Para leer Ágata no es necesario tener grandes conocimientos, sino la sabiduría de integrarse en y desde la libertad (David Fernández Rivera).

David Fernández Rivera

—¿Es posible para un escritor «olvidar» toda una trayectoria y descubrir un nuevo estilo?

—Para mí es algo verdaderamente difícil de llevar a cabo en su totalidad, de hecho, la propia búsqueda que propone Ágata, no puede olvidarse del pasado, pero tampoco del presente y del futuro. La gran mayoría de sus poemas tratan de nacer desde un punto tan controvertido como indeterminado, como lo es el del lector; sería ilógico pensar que lo que evoque mi manifestación en cada sujeto, no tenga relación con sus sueños, recuerdos o incertidumbres, eso sería irreal…

Centrándome en mí mismo…, creo que no puedo olvidarme completamente de mi trayectoria, pero sí de axiomas que ha tenido en su día la poesía y que yo he podido seguir; y con esto también quisiera referirme al sonido, teatro, danza, pintura, etc… Vivimos el presente…, el pasado es algo que respeto muchísimo, valorando mucho a los que hacen una recreación de sus sonidos, murmullos o escenas; pero vivir a día de hoy con las normas de ese pasado…, no tiene sentido.

¿Estos axiomas han estado alguna vez en mi vida? Sí, y gracias a ellos me di cuenta de lo equivocado que estaba, siempre y cuando quisiese buscar mi propia autenticidad. Por lo tanto, sí puedo y creo que debo olvidarlos; y a la vez creo que siempre debo tener presente que alguna vez estuvieron en mi obra. Esta máxima, que puede parecer incoherente, es la más absoluta de las verdades. Creo en ella para desprenderme de muchas convenciones o pensamientos moribundos que todavía, quizás sin pensarlo, corretean por mi creación; hasta el idioma tiende a parecerme un mal recuerdo…

—Entre Alambradas y Ágata han pasado algunos años… ¿Qué hay de nuevo —o de antiguo— en tu último poemario?

—No puedo trasladar los años cronológicos a la evolución de mi poesía, y más cuando el planteamiento que comenzaba en la trilogía con Alambradas, ya veía al horizonte el embrión de Ágata, y este, se ha desarrollado sobre los poemas de Esferas, mi próximo libro. Siempre escribo en el presente y el futuro a la vez, el factor multitemporal es indispensable para comprender mi poesía.

Aun así, sí se pueden describir perfectamente algunos cambios. Alambradas es un libro que busca transmitir continuamente un mensaje. A pesar de lo visionaria que pueda resultar su estética, el trasfondo de querer transmitir desde mí, está siempre presente. Ágata olvida todo eso, incluso la máxima de querer entregar algo con claridad, a día de hoy, esto me parece exageradamente pretencioso. Puedo conocer a una persona, no a los infinitos tablados que se esconden en el corazón de los lectores.

Es más, si me entrevistases hace unos años te diría que no soy experimental, y a día de hoy te digo que sí, ¿por qué? Pues sencillamente porque el resultado de mis poemas en la mente del lector es algo indeterminado y azaroso, por lo tanto, producto de la experimentación. No es que yo experimente deliberadamente desde el comienzo de la faceta creativa, sino que parto de las múltiples atalayas del lector para crear del modo más universal posible. Y regresando a tu pregunta inicial, este cambio de mentalidad es lo que determina la diferencia más absoluta entre ambos libros.

En esta época existe una corriente poética exageradamente populista que busca la claridad (pudiendo tener o no profundidad), pero yo creo que la claridad o la oscuridad es algo que debe configurarse en la mente del lector o del espectador, independientemente de cómo sea la tesitura del poema. Cuando buscamos denodadamente claridad, estamos creando desde la razón, y eso es acotar mucho la poesía, demasiado, y más teniendo en cuenta que lo irracional puede llegar a ser la piedra filosofal para comprender muchos de los interrogantes más antiguos del ser humano.

—Con relación a este libro, Ágata, has comentado en alguna ocasión que está compuesto de «evocaciones», en un intento por tu parte de experimentar con la ausencia de relato o temática en la obra. El lector tiene que interiorizar los poemas y buscar con ellos una experiencia personal. Tú eres el creador de la expectativa que puede originar dicha experiencia, el guía de la «expedición» —si me permites esta comparación—. ¿Qué entiendes por «experimentación guiada»?

David Fernández

—Permíteme parafrasear un pequeño relato que he escuchado en alguna ocasión, en él un hombre dormía y soñaba ser mariposa, al despertarse dudó de si realmente era un hombre o una mariposa que soñaba ser hombre.

Ágata, a pesar de buscar constantemente manifestaciones a modo de recipientes visionarios para que el lector arranque su yo más profundo e interactúe con ellos, también presenta una serie de poemas que pueden interpretarse como relatos, pero no lo son; en todo caso pueden ser poemas que sueñan con tener una estructura de relato o relatos que vacían el tema, personajes y estilo en el continente de un poema por determinar.

No todo es lo que parece, especialmente cuando hablamos de arte, y estos poemas no buscan más que identificar al lector con una estructura o sombra indeterminada. Quizás esto genere una confusión, unos sentimientos encontrados o una expectativa, lo que tengo claro es que van a determinar de algún modo la forma en la que posteriormente se juegue con los poemas más libres y viscerales del libro, los que sí podríamos definir como evocaciones puras.

Siguiendo tu estupenda comparación, es en estos poemas en los que aparece un mapa mudo de una expedición, mientras que otros nos dejan caer en un páramo libre y desconocido. Ahí es donde tiene lugar la «experimentación guiada», pues la experiencia en el llanto de la libertad, va a recordar en mayor o en menor medida el mapa mudo, y esto siempre condiciona, pudiendo llevar al lector, incluso subconscientemente por un camino, su camino…

—En una entrevista a Luis Benítez, el poeta argentino dijo que «El poema es siempre colectivo: lo hacen los sucesivos señores que somos, según pasan los días. El tema, me parece a mí, en definitiva, es lo menos importante de un poema…», coincides con él en cuanto a lo que importa el tema en un poema, pero ¿cuántos «señores» hay dentro de David Rivera?

—Sí, estoy completamente de acuerdo con Luis Benítez, pero querría añadir mi visión particular. Los temas, o más bien las perspectivas con las que se afrontan, tienden a volverse caducas, y eso es algo que me aterra. Hay que revitalizar con el arte el tema intrínseco que busca y necesita cada lector, pero no necesariamente dárselo. Esto hará que la poesía perdure y tenga mayor solidez en lo que yo defino como revolución, es decir, el reencuentro con uno mismo. Toda agitación ha de nacer en el individuo antes que en la masa si pretende ser verdadera.

Entrando en la cuestión, solo puedo decirte con la voluntad de no equivocarme, que yo soy a la vez un hombre que pretende ir más allá, derribando todas y cada una de las incomprensibles leyes artísticas e intelectuales, reencontrando así al ser humano con su propia identidad; pero que a la vez me gustaría abandonar, no tirar en sí la toalla, pero sí entregarme a los brazos de una fragilidad que me ha hecho ver todo lo que escribo, haciéndome pagar por ello mucho más de lo humanamente aceptable. Por supuesto, este esquema responde al presente y con matices distintos para cada día que pase.

Sin entrar valorar cuál de los dos «señores» es más determinante, sí te diré que el segundo es el que más se presenta en mi día a día.

—Cada lector aprecia lo que lee en función de su cultura, entendiendo ésta como los conocimientos y experiencias globales de una persona. La cultura puede ser populista o elitista… ¿Crees que cualquier lector puede acceder plenamente a tu propuesta poética o es necesario partir de unos conocimientos culturales «mínimos»?

—La cultura, el razonamiento, la experiencia, etc…; forman parte intrínseca de una persona, tanto es así que el propio lenguaje lo demuestra. Un idioma con más adjetivos en lo relativo a colores, potencia la apreciación de estos tonos, que pasarían inadvertidos para personas que se hayan cultivado en una convención con otras características.

A la vez, lo irracional, el instinto, lo salvaje, etc… ocupa una parte mucho mayor de nuestra vida, y a pesar de ello, es el segmento de nosotros mismos más cohibido, por ello no somos auténticos, por ello caemos en tantos candados relacionados con la socialización, la búsqueda de un estándar…

David Fernández en el escenario

Yo creo que mi poesía nace con la voluntad de ser lo más auténtica posible, por ello se aleja de lo racional en muchísimas ocasiones, por no decirlo en todo momento; con esto no quiero decir que lo rechace, sino que lo mira desde  el caos de lo natural. Además yo quiero que mi creación sea plena, así pues, sería un sinsentido quedarme solo con la parte más pequeña de nuestra integridad, es más, si tuviera que perder contundencia, preferiría perderla de la perspectiva más racional de entender el mundo.

Desde estos preceptos, mi poesía solo conseguirá atravesar todas las barreras que pueda tener el lector si este no trata de comprenderla, en el momento de querer racionalizar la contundencia irracional, que no por ello incoherente, el poema perdería todo su significado.

En conclusión, para disfrutar al máximo de Ágata, hay que saber desprenderse de expectativas, ideas preconcebidas o de muchos conocimientos para respirar junto al libro en un entorno libre.

La persona que considere que la poesía en general es elitista, fracasará en su intento de leer el poemario; del mismo modo, el erudito perderá la esencia en la superficialidad del análisis. Para leer Ágata no es necesario tener grandes conocimientos, sino la sabiduría de integrarse en y desde la libertad.

—Pretendes ligar la poesía a otras artes como la música y el teatro, ¿puede ello suponer que la palabra pierda su fuerza original para subordinarse a la estética de las otras disciplinas?

—No, en ningún momento, es más, entender la poesía desde el uso de la palabra, al menos para mí, sería una visión tremendamente reduccionista. Si algo me ha dado Ágata es lograr, a través de la insatisfacción, una definición de poesía mucho más real. Hay muchas personas que conciben poesía solo como versos en un papel que luego se leen, recuerdan o recitan; parece absurdo que diga esto, pero es cierto, en el mundo hay muchos individuos que cuando quieren hacer poesía piensan en esto, incluso con la perspectiva de un formato final estándar, es decir, el libro. Yo no pienso así, sino que pienso desde la perspectiva de los métodos, si el método o el prisma es poético, todo lo que se haga, sea un trazo, un movimiento o la fotografía de una sombra, será poesía.

Además no creo que la palabra tenga que tener necesariamente mucha importancia en mi poesía, la ha tenido hasta el momento, pero por elección propia. Quizás en mi propio trabajo poético no haya ninguna, no lo sé…

—No es la primera vez que grabas un disco, tu nueva obra Fractal ¿nace como necesidad de apoyar a Ágata?

—No. Los discos los grabo para dejar testimonio de mi vocación de buscar el formato más auténtico de lo que soy. Lo que sí puedo decirte es que este disco critica de algún modo las leyes o convenciones de las armonías, incluso utilizándolas. Tengo una gran insatisfacción para con el sonido y cómo lo entiende la sociedad, alejándolo de su libertad para usarlo desde su perspectiva alienada y muchas veces comercial. La insatisfacción de Fractal tiene mucho que ver con la que ha dado forma a Ágata.

David Fernández y su guitarra

—Celaya escribió: «Poesía para el pobre, poesía necesaria», ¿hoy en día también hay «dos poesías»?, ¿la poesía tiene que tener un fin social…?

—Yo no diría que tiene que tener un fin social, yo me decantaría por decir que la poesía siempre es social, refiriéndome por supuesto a la verdadera poesía, a la que nace con la perspectiva universal que todos llevamos dentro; pues lo que no consigue remover para bien o para mal la mente de las personas, no creo que merezca mención en esta pregunta.

La poesía estrictamente social, la de reflexión antropológica, la que lleva grandes connotaciones filosóficas…, evidentemente tiene un fin deliberadamente social; pero incluso aquella que busca el «arte por el arte», la metapoesía, la poesía fonética o incluso la intimista más auténtica, para mí también en social; ¿acaso el amor no es uno de los grandes problemas de la humanidad? ¿Acaso la búsqueda «cuasi compulsiva» de la no comunicación no es un mal intrínseco y endémico en las nuevas sociedades urbanitas? Todo lo que se haga con o sin idea de comunicar, si es auténtico, va a afectar a lo social.

—Europa está cada día, al parecer, más «vieja» y «cansada». A la crisis económica y pérdida de derechos sociales se suma una aparente indiferencia ante la cultura, ¿quién o quiénes pueden, en tu opinión, tomar el relevo para superarla y despertar un nuevo interés sobre el arte y la creatividad…?

—Estoy completamente de acuerdo contigo, de hecho lo sufro día a día en mi propio cuerpo. La indiferencia hacia la poesía, hacia la novedad, hacia lo humano, es cada vez más estridente. Las nuevas generaciones pisotean una y otra vez su verdadera identidad sin ser conscientes de ello, y con total seguridad, sin querer serlo.

El arte ha sido vilipendiado por nuevas corrientes comerciales, manifestaciones insulsas sin nada qué decir, sin innovación y en la búsqueda del lector o espectador pasivo. Es algo lógico, no deja de ser una proyección de lo que está pasando.

Nunca lo soy, pero en este apartado voy a ser pesimista, al menos en lo relacionado a las nuevas generaciones, pues ni encuentro un relevo ni la menor intención de hacerse con él, y lo que es más desagradable, es que el secuestro mediático potencia a estos «artistas» como representativos de la poesía y el arte en general. La maquinaria funciona a la perfección en su tarea de deshumanizar…

¿Dónde comienzan las mayores revoluciones? Pues sin duda alguna, en el interior de las personas, y ese interior está pasando por unos momentos de terrible abandono.

Podría decir que la gran responsabilidad del cambio la tienen los artistas de verdad y compromiso, pero…, ¿quién les da la oportunidad para dirigirse con garantías a la población? Los creadores no tienen la culpa, incluso podría tacharlos como la voz en grito de lo que hoy se pisotea con saña.

Te diré una cosa en la que creo fervientemente, recuperaremos antes los derechos sociales que la búsqueda generalizada por nuestro mundo emocional. Y en consecuencia, toda la generación de artistas de verdad va a pasar por sus momentos más oscuros, condenados al ostracismo generalizado y recibiendo los golpes mortales del desencanto y el hastío.

 

 

separador artículo Ágata

DAVID FERNÁNDEZ RIVERA (Vigo, 1986). Poeta, dramaturgo y director teatral, además de ejercer como delegado en Galicia de la Unión Nacional de Escritores Españoles. A pesar de dar muestras de una gran capacidad creadora antes de la quincena, esta precocidad no se materializaría hasta el 2004, con la edición del poemario Caminando entre brumas. Luego seguirían otros títulos como Canciones de mi ausencia (2005), Corceles (antología de juventud, 2006), Entre la sombra y el grito (2008), Alambradas (2010), Sahara (2011) y Ágata (2014). Sorprendentemente, la trayectoria de este joven autor comenzaría mucho antes en el teatro que en la poesía, con el texto inédito Rojo sobre Negro, al que seguirían un innumerable conjunto de proyectos como Cielos y tormentos o Lumen, aun así, las circunstancias hicieron que su primer libro como dramaturgo no viese la luz hasta el 2012 con Hipnosis / La Colonia, eso sí, con una gran acogida de público y crítica. No era algo inesperado que con dicho currículo trabajase en tres emisoras diferentes, tanto locales como autonómicas, y debutase profesionalmente como actor en el 2007; no obstante, sus proyectos vislumbraban algo más comprometido con su propia persona en lo que a artístico se refiere. Y así llegaría la fundación en el 2009 de la Compañía de David Fernández Rivera, entidad que actualmente gestiona, produce y dirige. Para ella preparó la puesta en escena de La Guadaña entre las flores, de Ángel Padilla, así como las acciones sobre el vacío escritas y dirigidas por el propio autor, como Alambradas V.L. (2010) y su actual espectáculo Ecos de la noche, en el que además interpreta el espacio principal, mostrando a su vez su faceta como músico; no en vano, dicho espectáculo ha sido comercializado en disco homónimo. A principios del 2012, sorprendería al público con, no solo un cambio drástico en su poesía, y es que así lo demuestra en los primeros versos de su último poemario, Ágata; sino también por mostrar en primicia una desconocida poesía visual y lo que él denomina poesía estructural interactiva con la que ya ha participado y participará en varias exposiciones tanto nacionales como internacionales. Asimismo, su carrera teatral tiene una continuidad más que asegurada, después de que manifestase que «su último libro lo escribió todavía con las alas cortadas por diferentes expectativas del público y su localización geográfica». Actualmente se encuentra trabajando sobre Jazz. Después de un tormentoso alejamiento de la armonía moderna en el terreno musical, lo llevaría a reencontrarse preparando un nuevo disco: Fractal, que saldrá a finales del 2014. Sin embargo, no deja de respetar Ecos de la noche (2012), pues se trataba únicamente de documentar un pasado muy lejano en términos artísticos y especialmente musicales. Por último, y ya dentro del terreno de la divulgación, dirigiría, interpretaría y produciría los discos de poesía y música, Romancero Gitano. Poemas selectos de Federico García Lorca y Miguel Hernández. Poemas selectos con la más que destacable participación del compositor Carlos Liger.

(Más información sobre el autor en su web: www.davidfernandezrivera.com/)

Portada poemario Miguel Hernández

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Ilustraciones (portada y cuerpo del artículo) remitidas por David Fernández o reproducidas de su página web (©), con permiso para su utilización en esta entrevista.

 

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