(poemas) por
Carlos A. Agudelo Arcila

 

Conozco un pueblo donde los perros
se llaman Carlos
los Carlos tienen una tienda
las tiendas están en una esquina
las esquinas quedan más allá de alguien
que se puede llamar Juan o Pedro
las esquinas caminan hacia el perro
que es una tienda surtida de ladridos
En este pueblo no hay personas
ni perros
ni tiendas
ni esquinas
ni Juan ni Pedro alguno
Es un pueblo que merodea por el mundo
y acostumbra a embriagarse
en el mesón de las apariciones
Allí
el único personaje real
es la imaginación
que por pura imaginación
se deja llamar Carlos
y no ladra.

II

En esta guerra
que vive mi pueblo
nada me asombra
Nada
Ni los hombres
un día asesinados
ni los ladrones
de los perros muertos.
Nada me asombra
Algo sí podría asustarme
que los fantasmas de mi pueblo
dejen de existir

 

Olivaviva

Si Oliva no hubiese muerto
hoy sería lunes o quizás un día distinto
Día de hoy de hoy sin nombre
de luna incubada en el cristal del ayer
donde bebo gota a gota la tormenta
que recuerda el viernes de vino
en que ella murió con los ojos abiertos al filo
que cortó en dos mi infancia
antes y después del loco
Uno el del tiempo en que reconocía frente a frente
a Oliva con su mirada de Oliva
Dos la época en que recuerdo el cuchillo en manos
del loco Benjamín con su demagogia
de no ser el loco Benjamín
Espontaneidades de la noche
donde la historia del hoy sin nombre
es sombra de sombra en mi alma yerbamarga
De esto hace el tiempo de la uva
cuando mis pies recorridos por los siglos de los siglos
maceren el día de hoy como si fuese lunes
Lunes de Olivaviva

 

Exhortación

Cola de caballo
Diente de león
Anamú
Caléndula
Zarza parrilla
Albahaca
Tomillo
Malva
Romero
Manzanilla
Boldo
Hierba buena
Llantén
Valeriana
Salvia
Ruda
Marrubio
Apio
Poleo
Picar cada una de estas plantas medicinales no sin antes mirar de arriba abajo la textura de sus hojas de su raíz del tallo advertir sus partes con un microscopio detallar gusanos y bacterias e inventarles un camino aparte para verlos soslayarse como se lo merecen de inmediato en once gotas de baba de tigre cocinar a fuego rápido los arbustos curativos noventa y nueve años más tarde cinco segundos antes de terminar el siglo recostarse mirando el horizonte a través de un portillo diminuto reflexionar la alegría de haber nacido apreciar el entorno vacío sin rencor alguno En un cedazo colar el negro hasta ver derramar un agujero universal en el pocillo donde los poetas consumen cicuta Por último no dejarse llevar por entropías ni mal sanos humores Sin demora alguna ingerir de un solo sorbo el extracto antes de escribir un poema

 

Casa impalpable

Miro la casa
De nuevo observo y es la casa
Sin embargo es sólo su nombre
Me embruja penetro en ella y termino sintiendo
lo inmemorial del tiempo
Nadie la habita Pertenece a la brega
del recuerdo
Anciana de madera con ojos que son clavos
sosteniendo años de entradas y salidas
Su mundo es cadáver de luciérnaga
sin sepultar
Casa donde los recuerdos son semillas
arrojadas a diestra y siniestra sobre el suelo
con huellas de pasos despavoridos
Semillas germinando en el reflejo roto
bajo el techo en ruinas por donde exhaló su alma
la ceniza
por donde flotan ánimas de nubes
estrellas y firmamento
Casa de trajín sin meta alguna
El fantasma de la abuela canguro
saltando el recuerdo de sus hijos y sus nietos
Pasan espectros
El perro el hermano cojo el mundo que vivió
La habitan miles que ingresaron a ella
Tropiezan Uñas invisibles escarban el hombre que fueron
Casa construida con sombras de memoria
a la deriva por sus pasillos
Muertos por todo lado rebujo de dioses
Muertos que brotan de las paredes y cuelgan
como cuadros sin sentido alguno
No hay quien resuma una gota de sudor
No hay manos que sangren nostalgias
no hay quien empuñe esperanzas
de nuevos amaneceres
La casa
Sólo paredes que son de una casa
Una casa de una casa la casa
¿Dónde está la casa?

 

Leyendo a Pizarnik

La tempestad en el camino del espejo
impregna la niña de tiza rosada
mientras Alejandra observa a través del muro
la súbita tarde sin lluvia

 

separador poemas Agudelo

CARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILACARLOS ALBERTO AGUDELO ARCILA. Poeta, minicuentista y aforista.

Libros publicados:
Antidiario (Aforismos, 1988)
Desentrañismos (Aforismos, 2003)
¿De qué color es el azul? (Poesía, 2007)
Perros metafóricos (Poesía, 2008)
Usos de la noche (Poesía, 2017)
Aparece en las siguientes antologías:
Antología poética del siglo (Carlos Alberto Castrillón)
Papeles y razones (Taller literario del Quindío)
Breve historia de la literatura en el Quindío (Héctor Ocampo Marín)
Minificción quindiana (Leidy Bernal)
Autores de Caicedonia (Henry M. Espinal)
Poesía erótica y amorosa del Quindío (Diego A. Pineda)

Ha dirigido las siguientes revistas de literatura y poesía:
Prosa resoluta (Revista)
Cascadas de polvo (Plegable y Segunda época como revista)
Andarina (Revista)
Floresía (Plegable con textos originados de los niños que participaban en los talleres de lectoescritura)
Kanora (Revista. Cofundador).

Ganador del concurso Departamental de poesía COMFAMILIAR. Jurado interdepartamental de cuento profesores COMFENALCO.
Tallerista literario y conferencista en educación superior, básica media y primaria. Hizo parte del comité organizador del Tercer Encuentro Nacional de escritores por la Paz, realizado en Caicedonia Valle. Gestor del Encuentro Nacional Luis Vidales, sede Caicedonia.
La obra poética hace parte de la investigación que como tesis de maestría presentó en la UTP la estudiante y profesora de Cartago Valle Liliana Agudelo.
Su obra poética también fue estudiada por el estudiante Danilo Mora, para su tesis de grado en la Universidad del Quindío.


📧 Contactar con el autor: humoysazoncaicedonia [ at ] gmail[dot]com

 Ilustración poemas: Transeúnte, fotografía por Francisco Miranda © (participante en la III Muestra de Fotografía Almiar)

 

 

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