poemas por
Santiago Gutiérrez Sánchez
Poema asesino
Anhelo desaparecer a tiempo,
que no sea demasiado tarde,
como dijo Hank con su nariz hinchada,
porque no hay nada peor, si desgarrada
la vejez te alcanza y no puedes ni estirarte
ni encogerte, ni nada,
y tan solo eres la carga que llevas,
que llevan todos, qué demonios haces
en el sofá abriendo la boca,
en el metro muriéndote
y mirando al techo,
desparramándote en los rincones,
a la vista de todos.
Yo soy perseverante en mi declive,
y cuando la línea se cruce
reptaré hasta el regazo de la dama,
asiré su cuenco y reclamaré
regresar al cascarón.
TRES POEMAS
1
Insidiosos recuerdos
como burbujeantes ácidos gástricos
incómodos verdes viscosos,
viscerales pánicos
se enfrentan a mí.
Así, sentado yo,
todo entero yo
sobre un banco verde
y metálico y oxidado
y no tan verde,
pero sentado como masticando
entrañas jugosas,
como comiéndome
un bosque silencioso
entre rebanadas de pan,
me hallo pálido,
cierro párpados y abro pétalos
y un anciano lleva un paraguas,
y su mirada traza los confines de la vida,
desde detrás de su tripa oronda,
circunvalación senil,
esa media sonrisa plácida
hacia abajo,
la del perro justo a punto
de morir.
Sus ojos como mariposas
se posan sobre todas las cosas
ateridos por el casi.
Cierro párpados y abro pétalos,
y trazo el confín de una sonrisa
con mi basto y burdo apéndice,
mientras cuatro díscolos
enfundados en negra rabia insostenible,
desde sus bozales de sulfuro
lanzan cantos a la policía.
De soslayo me miras,
y de nuevo me encuentro inerme
en mitad de tus frías pupilas.
Otra vez. Suerte que fue un sueño.
Por qué expiran los matices
por qué rebanas el cuello
de la palabra, caja.
Desatino tanto que a tientas
toco el tibio tiempo,
y entumezco al sentir
su triste y tenue tañer
y sin embargo, lo toco,
lo toco a su fin,
lo toco a muerto.
2
El desierto dormita
en su vasto trance arenoso:
ha raptado los instantes
que antaño encontraron reposo
en los ojos brillantes.
Los pasos fríos
levantan polvaredas de estrellas
elevándose en continuas espirales
sobre un océano de alientos contenidos.
Miradas como asteroides
me engatusan, y me embarcan
hacia el lugar donde se levantan
los escombros sombríos.
El atardecer dibuja
perfiles lívidos,
figuras cárdenas y descompuestas,
sobre los últimos retazos de luz.
Durante la noche
crepitaron los sueños azulados
de mil niños que cerraron los ojos
asustados.
Nebulosas enredadas en la penumbra
juegan a ser tangibles,
a llorar el firmamento.
El rostro demacrado se mira al espejo
y tras el fugitivo fulgor de las pupilas
se asoma un desierto.
3
Pertenezco a la generación
de los estragos.
La de fingir
perder los estribos.
Pero cientos
[trillones de cientos
de ojos desorbitados
engrasan sus destinos].
Explícame después despacio,
por qué el hombre es el único ser vivo
capaz de contemplar
[que no ver,
porque no existe]
el horizonte,
raído púrpura u oxidado penumbra.
Explícame, mi buen amigo,
de dónde mana el pan de cada día,
y quién derramó sangre por quién,
pues creo haber malentendido.
Explícame este estallar paulatino
del hombre,
en gozo y lágrimas y trance perdido.
Explícame la sucesión anodina
de tiempos y espacios
y muertes y vidas;
el estallar del sino.
Es cierto harto aplastante
el matemático semblante cuadrado,
analizar llorar el no comprender,
soñar triángulo sinuoso
en círculos de espino.
Pertenezco a, como tantas otras
generaciones secas, áridas,
que desfilan cabeza erguida,
inconsciente dignidad gacha,
sobre el tablero de ajedrez.
Perdidas.
YO soy germen de lluvia antepasada,
algo profundo, oscuro y malo
que se revuelve y refulge.
Vosotras y yo,
esfinges de ojos verdes
predicaremos el caos.
(Alcohol) y maullidos escritos en un bar
Escrito en un bar
(Explicaré el movimiento: sosteniendo el cubículo de cristal rebosante de Satán con la mano derecha, acercándolo a mis labios, inclinando la cabeza hacia arriba y atrás, vertiendo de golpe todo el jugo de miseria en mis entrañas).
(1.er movimiento)
Un gato, el monstruo gris pasea
con un gorrión entre los dientes,
desaparece en una esquina muy
desnuda y fea.
(2.º movimiento)
He bebido para suplicarle al cielo
tiempo muerto,
más muerto,
para poder detenerme a mirar
los aspavientos borrosos,
aquí, tras un largo vuelo,
el ron y el whisky reposan
siniestros, apaleando ruinas.
(3.er movimiento)
Pero ¿sabes qué?
que me da igual
y qué si beso el suelo cuatro veces
y me levanto a vomitar luego, y
qué.
(4.º movimiento)
Soy el bufón
de un ser sádico e invisible,
abro la boca al cielo
y qué más da si cae lluvia,
vino, viento, o gorriones.
(5.º movimiento)
Es como derramar
sinfonías de fuego en mi garganta;
es maravilloso.
Disimulo, que ya nada importa,
me siento tranquilo, ya jamás alerta,
sólo tranquilo, lo que pase
pasará rodando sobre mí,
pues así es como ha sido siempre.
(6.º movimiento)
Me han drenado el alma de mis ojos,
he inundado mis tripas de sollozos
secos, helados sollozos de tres bolas:
menta, chocolate y frambuesa
en mi centrifugado de tinieblas trémulas.
(7.º movimiento)
Mis cañerías alucinan amagos de desmayo,
frío y calor y revolcar de fango
en mi interior.
La gente sola y acompañada
me da asco,
se arremolina y salpica todo
desde sus nueve agujeros.
(8.º movimiento)
Cuando era niño quería otra vuelta
en mi atracción preferida,
ahora todo da vueltas
por el atracón de desidia,
ahora mi atracción preferida
es pasar de largo por mi existencia.
(9.º movimiento)
Lo más rápido, no sé qué hago ya,
no sé qué clase de trato he hecho esta noche,
pero huele a quemado, huele a despido,
huele a esperar al Sol en la esquina fea,
esperar a que prenda en amanecer en mis ojos
exhaustos.
Santiago Gutiérrez Sánchez. Vive en Pinto (Madrid). Tiene 18 años y está en la Universidad, estudiando Psicología. Empezó a escribir cuando tenía unos 13 años, y desde que saltó el resorte no se ha detenido. Lee vorazmente. Hasta el momento, ha participado en un par de concursos en el instituto y en su pueblo…
Contactar con el autor: santipinto94 [at] yahoo.es
Ilustraciones de los poemas: Fotografías por Pedro M. Martínez ©
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