artículo por
Mario Rodríguez Guerras
L
a cuestión que se plantea es la de realizar un análisis de la valoración del arte actual por parte de los defensores y los detractores en vista de actitudes tan contrarias. Los sabios defienden el valor del arte actual en todos los casos mientras que el público y algunos críticos le rechazan de plano. Ambos están confundidos por querer imponer un criterio único en todos los casos.
El arte actual tiene una justificación y es necesario que se manifieste por lo que podemos afirmar que es arte. Pero una cosa es la idea del arte, la expuesta, y, otra, el fenómeno, resultando que el arte de un tiempo está formado por el conjunto de obras realizadas por los artistas, piezas concretas, y es aquí donde se confunden los sabios al afirmar que toda creación de un artista es arte. Los detractores, por su parte, yerran al pensar que nada de ello tiene valor.
Entre las artes no solo está la pintura, tenemos la arquitectura, la escultura, la música, la literatura… Si entráramos en una librería ¿alguien se atrevería a afirmar que todos los libros que allí se venden son obras de arte? Si salimos a la calle ¿alguien aseguraría que todos los edificios que se ven son obras de arte? Pero, si entramos en una galería de arte tenemos la obligación de afirmar que todo lo que allí se expone es arte. Los sabios dicen que todas las obras de los artistas plásticos son arte con el fin de justificar ese arte. Parece que volviéramos a los tiempos en los que no se podía demandar a un soldado por matar a un civil para mantener la buena imagen del ejército. ¡Ah! Pero ¡si ese es nuestro tiempo!
La interpretación de esta cuestión radica en resolver qué es una obra de arte desde un punto de vista artístico, en lugar de discutir sobre la idea del arte. La respuesta es que la obra de arte es un examen artístico del autor y, como en todo examen, se puede obtener una puntuación que va de cero a diez. Cuando la obra no alcanza el cinco, no tenemos arte, tendríamos un intento de hacer arte y esto se puede deber a que el artista no tiene suficiente formación, a que se ha descuidado en su ejecución o en su planteamiento, porque repite una obra ya realizada por él o por otros… al fin y al cabo hay que recordar que para el artista el arte es su medio de vida y que el artista es un ser que debe formarse.
No obstante, dentro de una cultura, el desarrollo de un estilo obliga a que se cubran todas las posibilidades de creación y algunas de esas posiciones pueden resultar muy simples y no poseer un gran valor artístico. Como el arte actual es muy conceptual el público puede pensar que, ante ciertas obras, no estamos ante una posición inferior sino ante una obra con una puntuación insuficiente.
Así que el público no deja de tener razones para dudar del valor del arte actual, aunque no siempre tenga razón. Ya hemos indicado que la culpa de que esta cuestión no esté resuelta es de los mismos sabios que no han sabido explicar qué cosa es el arte ni quieren entender que no toda creación de un artista alcanza esa condición.
Los sabios han decidido que la existencia de un objeto creado por un artista es arte —siempre que no sea una creación figurativa—. A falta de razones teóricas parece que han decidido afirmar que la mera existencia de una obra es la condición del arte. Se oculta, de esa forma, la falta de un criterio que establezca cuándo hay o no arte. Dicho de otra forma, la falta de una teoría es lo que impide la valoración artística
En cuanto al valor, no ya cultural sino crematístico, digamos que este es un problema —o mérito— del mercado aunque uno no deja de sorprenderse de los precios que se pagan por algo que puede adquirirse en un supermercado por unos cuantos euros.
En el arte conceptual el objeto es solo el medio de expresar conceptos y tanto da, al menos en teoría, poseer un objeto u otro. Poco importaría que el urinario fuera el original o una «falsificación», puede servir una fotografía del original, como se hace con las performances, y hasta la reseña del caso. Pero si los coleccionistas están dispuestos a pagar precios desorbitados por unos zapatos por haberlos utilizado una figura popular, no es de extrañar que estén dispuestos a pagar por el urinario original más que por uno similar. Pero el valor económico no dice nada de su valor cultural. El arte está también sujeto a modas.
Avelina Lésper se encuentra entre las críticas más conocidas que niegan valor a todo el arte. Sus opiniones son respondidas por sabios que, en ocasiones, acaban por hacer una descalificación personal, de ella o de cualquier otro que rechace el arte, y, si bien dedican muchas palabras a ese fin y al de defender el valor del arte, no se encuentra en esa exposición una sola razón que demuestre ese valor.
La crítica que hace Avelina de unas cubetas llenas de agua es una crítica más que justificada porque es una obra mediocre pero, por esa medianía, no debería haberla elegido como ejemplo para cuestionar el arte moderno. Como sabemos, en el arte figurativo hay también obras mediocres que, no por ello, implican la negación del arte figurativo, mal que les pese a muchos sabios.
En cuanto a la caja de Orozco, no es una obra merecedora de un sobresaliente cultural y desde el comienzo del siglo pasado el recurso al objeto encontrado ha sido empleado en numerosas ocasiones por lo que no posee una sobrada originalidad. Pero insistimos en lo mismo, que una obra determinada no merezca un sobresaliente no demuestra que ese estilo que representa no pertenezca al mundo del arte. La negación de un fenómeno concreto no sirve para negar la existencia de un principio que acabará por manifestarse en fenómenos concretos adecuados a su esencia.
Lo que se ve es que los sabios no han sabido analizar la exposición que hace Avelina para darle una respuesta adecuada. Solo un análisis de las cosas permite su conocimiento y, en el caso de una argumentación, percibida la verdad o el error, se puede proceder a defenderla o negarla.
Ahora bien, ¿por qué los sabios no han sabido analizar la exposición de Avelina? Porque ellos practican ese mismo juego, el de no enfrentarse a los problemas de cara, porque, recordemos, carecen de una teoría que justifique su postura y, a falta de razones, emplean otras formas.
Como se ha demostrado, es posible hacer crítica de la negación del arte sin recurrir a la descalificación personal pero, para ofrecer argumentos suficientes, es necesario poseerlos. Si los sabios recurren a otros métodos es debido a que con sus conocimientos no tienen posibilidad de honrar a la sabiduría.
(Leer primera y segunda parte de este artículo)
Contactar con el autor: direccionroja [at] gmail.com
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Ilustración del artículo: GO Yielding stone, By Gabriel Orozco (Own work) [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons.
Revista Almiar · n.º 81 · julio-agosto de 2015 · MARGEN CERO™
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