Visitas inesperadas
El reloj marcaba las seis de la tarde, mi frente se perlaba por el sudor, tenía los labios resecos y los brazos temblorosos. No era para menos: después de dos horas de ir y venir erráticamente por toda la casa poniendo espejos en cada rincón, apenas podía sostener el aliento. (Relato por Axel Ulises Vite Navarrete).
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