poemas por
Orlando Valle
Qué lindas sonoridades
emanan de sus párpados cerrados;
será la primavera,
que hurga delicadamente en nuestra sangre y promete.
▫
Fémina,
reina del realismo fantástico,
gran acróbata en suelo alfa;
lugar de peregrinación y milagro eres.
▫
Mirándola a usted bello misterio,
la presiento rebosante de anhelos;
descubro su palabra grácil
revoloteando sobre mi pecho.
▫
Una sonrisa venida de la vía láctea;
la mirada bautismal
y ambarina,
de la joven musa:
el tesoro intangible de todos mis días.
▫
Todos enmudecen
al paso de una venus descalza,
lánguida y hermosa;
seducida por la música nocturna de los marjales.
▫
La tercera dama a la izquierda
no es prostituta,
poeta;
vieja primavera de la vie bohème.
▫
Fumándonos beso a beso,
entre sombras y peldaños;
hilando el juego,
discreto encanto.
▫
Cada página que leo,
está cubierta de nieve;
¿Serás tú, Afrodita,
último resplandor de la tarde?
▫
Invocas lunas,
vástagos y estrellas;
vientre celeste,
¡Oh! fémina materna.
▫
Por lo efímera
de esta música tuya,
líquida y triste;
sonando lejos en el pensamiento.
▫
Del color de las cerezas,
fresca y vigorosa.
Están tus senos
sembrados en mi lienzo de espigas.
▫
Prometía en piedra
educar el alma;
mujer de las esferas,
prodigiosa Hypatia.
▫
Te espero, Aurora,
te espero siempre;
con mal viento
y el trueno danzando sobre mi espalda.
▫
Y te oigo murmurar un haiku,
lento y vibrante;
distribuyes el beso colmando mi cielo.
▫
Que cualquier día me tengas
curioseando entre mis raíces,
nadando hasta la remota isla de mi ombligo
y seas obsequio para mis lunas.
▫
Adornas con pétalos mi rostro,
mi espíritu y mi sexo petrificado;
por siempre contigo,
aullando a las nubes.
▫
Llegó navegando por la acera
con viento sur soplándole las piernas,
y yo gritándole: ¡Aquí, aquí tierra!
▫
Es la media luna
constante sobre sus labios;
la mirada grande
y su silencio anaranjado.
▫
Ánfora prodigiosa,
mujer flor que a Ziryab mostró,
los claroscuros senderos de amor.
▫
Y sonaba,
y se expandía
su profundo cabello azul infinito,
y el vientre pintado de estrellas.
▫
Era el rostro de la núbil
indómito paisaje;
vendavales de estío,
beso inalcanzable.
▫
Añoraba el viaje vespertino
y desaparecer en el cielo;
anidaban sus pensamientos
en algún otro corazón lejano,
que no en el mío.
▫
He aquí una primavera
nacida ahora;
que será pasto de los amores,
o hilará un canto y será libre.
▫
Ella es la cumbre,
el mundo silencioso y cálido;
la belleza desapercibida,
el amor sobrehumano.
▫
Sólida Esther,
anhelante centinela de amor;
no desfallece tu pálpito,
mil veces reencarnado.
▫
Aguardaba el dócil murmullo
del amanecer;
pintándole la tímida luz de la mañana
el desnudo santuario.
▫
Salvaje rubia
de ubres ingrávidas;
boca en estampida
y placer relampagueante.
▫
Supo leer mi pena insondable;
siempre cálida y lúcida,
desapareció en la blanda niebla
anhelando un corazón menos extraño.
▫
Nos orbitamos mutuamente;
ella,
una luna nueva.
Yo,
un astro errante.
El universo duda eternamente:
—Este amor galáctico tiene las órbitas contadas.
▫
Madre extinta por voluntad,
dejaste un pálido reflejo;
a tus pies el mundo, y sin embargo habitaste la rendición.
@ Contactar con el autor: kahuna-music [at] hotmail [dot] es
Ilustración poemas: Fotografía por KELLEPICS · Pixabay {Public domain}
Revista Almiar – n.º 108 / enero-febrero de 2020 – MARGEN CERO™
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