poemas por
Andrés Botero
Gran ciudad que se levanta de improviso
en las tibias confrontaciones de conquistadores; me la describieron
pasajera al igual que un espectro, probablemente por culpa del absurdo
invierno, ciudad que evitas que te encuentren al doblar la
esquina; era el invierno un manto robado en gris que al
ser cielo y río es la singular neutralidad de puerto.
Paraíso de concreto donde levita mi ángel guardián, ahora
nocturno y embriagado deambulo por las aladas calles, sintiendo los mil
ángeles que me observan cuando al final entro en
un lugar remoto más allá de la ultratumba; creo que visualicé a un
protector ser de luz caer en el abismo cerca de las puertas de acero, lo visualicé
desprenderse sin grito y caer al orificio del coladero que separa lo irreal del
citadel megalítico.
Vuelan multicolores mariposas al igual que mitológicos
dragones en noches bohemias, criaturas que rugen seducidas
por el olor a subterránea entraña, asombra el
despavorido olor de azufre, sediento volcán en progresiva erupción;
proviene el olor de abajo por lo tanto es el dragón del sub-mundo
respirando.
Ya verás cuando la aprecies con los verdaderos ojos, los
ojos que ven futuros, llorando me dirás que
estás embarazada, son gemelos, me susurrarás en el hotel
las últimas palabras de los que parten siguiendo astros
sin control-remoto.
La maldad humana en silencio se
revuelca ante el peso de la modernidad que es engalanada
esquirla, no obstante, el celoso dragón se adueña de la ciudad
de los mil aromas.
Los que aún quedamos nos encontramos y eso es peligroso,
al menos los que parten han tomado la iniciativa de dejarse
seducir por la jungla,
la jungla devora la carne mientras duermen, ellos
escuchan la distante fiera simular la acompañante
sombra; en cambio la ciudad de retorcidos hierros se levanta tan sola sin ser ayudada,
despliega intacta las fortificadas alas
de centenario dragón y amenazante emprende vuelo;
vuelo de conquista, conquistando.
El pintor de damas
En el presente comulgo con mi aventura,
soy un pintor de damas, únicamente de damas,
en ellas observo a la preocupada madre, singular madre,
madre universal,
como pintor de profesión confieso que nunca he amado,
ni siquiera me han amado, tantas damas sufriendo por culpa del
abandono, me lo transmiten ellas con sus miradas.
Poseo mil defectos, los peores, los siete pecados capitales
diseñados para cada conjugación semanal, pero según las damas tengo talento;
entonces pinto damas de sociedad con sus privados
lujos de alta clase, damas pobres que no les queda
otra que sobornar a sus sentimientos.
Hoy ha venido a mi puerta una dama y abriéndole
la puerta de mi estudio le dije:
Estos son mis defectos, pero déjame mostrarte mis cualidades
con el pincel entre mis dedos, uno a uno marcando los
trazos, una a una las enormes derrotas, uno tras otro los
besos fugaces.
La dama aplaude cuando
se ve a sí misma en el retrato;
complacer es una obra maestra.
Pinto, borro, arreglo y ella se deleita porque ve en mí
honesta perfección;
ciertas ventajas que poseo sobre mis competidores son: guardar silencios
debido a profundas masacres, cobrar lo mínimo, beber sin medida,
de comer bien poco, y entre el pincel y
el lienzo me encuentro ocupando
un espacio.
Andrés Botero. Es un microbiólogo originario de Colombia que actualmente reside en Nueva York. En su tiempo libre se dedica al arte de escribir poemas, narrativa y prosa poética. Los poemas aquí publicados pertenecen a la colección 26 poemas.
Contactar con el autor: andybotero [at] gmail.com
Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
Revista Almiar – n.º 64 / mayo-junio de 2012 – MARGEN CERO™