relato por
Mineida J. Suárez
S
é que estoy muriendo sola, la brisa de una vejez prematura está iniciando a acariciar mi cuerpo, despacio, con cuidado; tengo 35 años y me duelen los huesos, el espíritu y desde hace un tiempo los recuerdos. A veces creo que tengo más edad por todas las vueltas que he dado, por todos los caminos que he recorrido y por todas las veces que me he muerto en esta vida, todas en las que no he logrado dejar de respirar porque algo sobrenatural que se me parece a la costumbre me mantiene aquí.
Mirándome en el espejo veo que mi piel lentamente inicia a mostrar disimuladas grietas, mis senos firmes, redondos ya han iniciado su descenso, a esos desgastes no temo, a lo que sí temo es a ver agotarse mi juventud y es que ella pareciera fundamentar aquello a lo que llamamos esperanzas, entonces quizás a lo que temo es a no poder esperar nada.
¿En qué momento de la vida se empieza a extinguir la existencia?, probablemente al momento de salir del vientre y si a eso le aplico fórmulas matemáticas entre sumas, restas y divisiones de los aguaceros de las desolaciones, los inclementes soles de los días del amor, los olvidos, las pasiones, las miserias, las humillaciones que di y recibí, los odios y resentimientos, podría afirmar que de los 35 que tengo, he vivido 15 de los cuales debo restar la mitad entre dormir, soñar, imaginar y ensoñar, y de los 7 y medios restantes por lo menos gasté 5 de trabajos y estudios, es decir que por lógica emocional y mental he vivido cerca de 2 años totalmente interrumpidos, entonces debo entender, con la amargura que me toque, que las nostalgias que me dicta en la mente mi prosa desinteresada me alcanzan para enterrarme a mí misma.
Hay una edad que aún no determino en que los relojes aceleran el paso, inicia a acortarse el tiempo individual, se nos apresura en todo como si nos llevasen con retraso a alguna parte; como no lo supe porque no nos dejaron un aviso de precaución yo me dediqué a perder el tiempo, con razón no me alcanzó sino para planificar proyectos que no salieron nunca de mi mente.
Lo único rescatable de mi existencia es el satisfactorio hábito de leer, que desarrollé desde que aprendí las letras que me enseñó mi madre a punta de chancletazos, siendo la palabra ‘Bola’ la primera que entendí del discurso escrito en la tarde de un sábado de mis 4 años, que recuerdo bien porque ese día sentí que algo se abrió en mi mente y de allí salió una luz azul que me cubrió el cuerpo, fue una experiencia celestial inexplicable e irrepetible y por eso nunca paré quizás buscando vivirla nuevamente, leía todo cuanto caía en mis manos; con el sacrificio de nuestra pobreza mi mamá me compraba diariamente el periódico y semanalmente los suplementos que traían dibujos y letras, mi favorito era Condorito y así transcurrió mi tierna edad. En la lectura encontré los únicos amigos que de verdad he tenido, los únicos que nunca se negaron a mi llamado, no me juzgaron, ni se aprovecharon de mí que nací con las manos sueltas para dar mis cosas. A los 8 años tuve mi primer contacto con la literatura y en una epifanía entendí que es una maga con poder de sacarte de lo real, entonces viaje con Phileas y Picaporte a dar la vuelta en 80 días al mundo, a mi regreso viajé a Turín con Enrique el hijo del corazón de Amicis, de allí me fui al Mississippi a vivir con Tom y Huck y así logré sobrevivir a una infancia marcada por la soledad; la adolescencia fue aún más dura porque la soledad que era una niña creció como un coloso, al carecer de los rasgos considerados estéticamente aceptables para una sociedad que jamás se vio al espejo, fui motivo de burla de mis compañeros por una malformación de 7 cm en el rostro que corregí muchos años después y por un acné tremendo que me despertó el despertar de las hormonas, aquellas ridiculizas a mi cara y en mi cara las agradezco profundamente y con sinceridad poniendo a Dios por testigo, porque aquel hecho que me afectaba emocionalmente me permitió mantenerme más entregada a mí misma y a los 12 años ya vivía con los Buendía en Macondo, experiencia única, cuando se acabó su estirpe, mi tristeza me llevó con Banda, amamantada por una loba, me quedé un tiempo con ella en aquel convento y así continué buscando más refugios, mis escapadas de la escuela eran solitarias más que para huir a la burla eran para leer los libros que me prestaban en la biblioteca pública, donde la encargada no me creía que los leía sino que los sacaba por según dijo «joder», cuando empecé a narrarle los textos me creyó y me trataba con respeto y me permitía unos días más para entregarlos, fue así cómo se me extendió el mundo de lo fantástico; entre más pasaba las páginas, más conocía de las personas, que se parecían a los personajes pero se movían por cosas menos grandiosas, cuando se acababa un tema quedaba cerrado y el amigo en el olvido, estoy segura que de allí saqué la costumbre de olvidarme de los seres cuando sus vidas no me deleitan. A los 17 años cuando terminé la escuela ya me había embarcado con el capitán Ahab a destruirnos la vida buscando la venganza contra la ballena que le había quitado su pierna.
Siendo muy joven me casé y cuando me cansé de amar a la misma persona le pedí que me hiciera el favor de abandonarme porque si me colocaba en la tarea de abandonarlo yo, conocería de mis guerras, esa situación nadie la comprendió pero es que me fastidiaba tener que amargarle la vida para justificar a la gente que el amor me llega y se me va de la misma forma y sin resentimientos y así seguí amando, desamando, siendo amada, odiada y hasta despreciada con la misma dignidad fingida que nos impone la hipocresía social y de algunos cristianos.
Tuve la desgracia de ir a la Academia a sacar un grado universitario que hoy no me da ni para costear los gastos básicos para sostenerme, veo entonces que lo que en otrora consideré un logro no fue sino la coronación de la destrucción de mis sueños de libertad, de viajar, simplemente de vivir, definitivamente que los años nos muestran las verdades con amarguras. En aquel lugar encontré unos que otros a los que llamé amigos e incluso hermanos, palabra muy grande, que me la otorgaba el cariño que les tuve producido más por mi imaginación que buscaba los hermanos de sangre que me faltaron que por lo que ellos realmente hicieron por mí, algunas veces nos encontramos para reírnos de los ridículos del pasado, hoy los miro y veo que están más envejecidos que yo, consuelo tonto que no me da sosiego, porque viejos o jóvenes construyeron hogares, tienen hijos y bueno una que otra tragedia compartiéndoles el lecho y esperándoles, pero yo no tengo nada, solo recuerdos del presente, del pasado, no veo futuro para mí en esta habitación de 5 metros cuadrados llena de libros, no hay futuro en la cama en la que duermo trasversal para ocupar los dos espacios y menos en la reja que no me deja sacar la cabeza por la ventana para ver sin obstáculos el pedacito de cielo que se divisa desde aquí, para no ver esos barrotes opté por colocar una cortina oscura, metálica, que no abro, supongo que los vidrios deben estar muy sucios, hace ya mucho tiempo que por allí no entra la luz del sol, ni de la luna, es decir que mi luz se me volvió artificial, también el aire que respiro aquí dentro.
Algunos conocidos al reconocer en mí el vicio del aislamiento me dicen que me case nuevamente, que una mujer como yo podría resultarle atractiva a cualquier prospecto de marido, pero 2 razones son sendos obstáculos para que sus buenas intenciones sobre mi vida se vean cristalizadas, el primero yo, que me niego a cambiar esta tremenda soledad que me espera en silencio para hacerme el amor, sin hacer preguntas, dándome la libertad de concebir y ejecutar lo que me plazca y la segunda que ninguno de los hombres que he conocido ha tratado de compartirla conmigo, de quedarse sin pretender que la deje a ella, por eso he permitido en mi vida compañías por breves momentos y pequeños espacios siempre dando la libertad y la comprensión que ella me da y para ahorrarme sinsabores no esperando nada más que lo efímero de los apegos.
Algunos atrevidos, entre los que cuenta mi progenitor me han recomendado tener un hijo, unos que de cualquiera, otros que escoja un hombre con buena genética y que críe sola a la criatura; eso sí lo pensé e incluso llegué a buscarlo en medio de una crisis de angustia provocada por los temores infundados; por parecerme infinitamente mezquino no engendrar del amor realicé un gran esfuerzo mental y utilizando la hipérbole para consagrar una posible concepción me permití amar a un hombre al cual le medí el tiempo de mi querencia sin que él lo supiera, pero se desgastó lo estipulado y mis entrañas no concibieron y me encontré enredada en los lazos de ternuras de un ser que se parecía a mí pero nuestros caminos eran distintos.
En la animalización propia del sistema hacia el humano mis conocidos y mis atrevidos creen que necesito de satisfacer necesidades básicas como el sexo que piensan no practico o la reproducción, no, la cosa va más allá, surge en el miedo, en el vacío de los sentidos, en la mente, en el corazón, en la sangre, en ese infinito espacio entre aliento y la conciencia.
He leído que hay personas a las que se les va Dios y luchan con sus demonios y a esos momentos místicos le dan el nombre de noche oscura y en mi caso cómo se habría de llamar cuando sé que Dios está pero me pone a pelear con los demonios y siempre lo ha hecho. ¿Cuál termino acuño para conceptualizar mi lucha constante? Que es la misma de día y de noche y que las prefiero en la oscuridad porque diviso mejor a mis enemigos; soy como el personaje que se pierde en las letras de un libro inconcluso y olvidado por su propio autor.
Mineida J. Suárez Rojas. Nació en Caracas (Venezuela) en 1979. Profesora de Geografía e Historia, egresada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, cursa estudios en la Maestría de Historia de las Américas en la Universidad Católica Andrés Bello. Es amante de la libre escritura.
📩 Contactar con la autora: mineidasuarez[at]yahoo.es
🖼️ Ilustración relato: Minutvisare i rörelse, By David Castor (user:dcastor – https://commons.wikimedia.org/wiki/ Category:Images_by_David_Castor), (Own work) [CC0], via Wikimedia Commons.
Revista Almiar – n.º 81 / julio-agosto de 2015 – MARGEN CERO™
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