relato por
María Luisa Deles

H

oy amanecieron muertas las petunias. Es la tercera planta que matamos en lo que va del año. Fuiste tú, pero también fui yo. Corriste a regarla y tu cara se llenó de angustia. Yo no te dije nada, pero lo pensé. Fue tu culpa. Tenías que haberles dado de beber y ahora seguro no se van a recuperar. Las veo a través de la ventana de la cocina, los botones fruncidos y los tallos secos, y pienso en las otras cosas que hemos dejado morir de sed, a veces con alevosía, a veces con inocencia. Dónde habrán quedado el parque desierto, la calle oscura, el café cargado, tu risa impecable. A lo mejor les ocurrió lo mismo que a tus abdominales y a mi cintura. Se habrán hecho espacio y cerveza, tardes de cama y silencio. Qué será de Matías, tu enorme perro fiel, a veces me gustaría saber. Hoy también vino el colibrí a buscar entre los restos. Chocó con la libélula y se fue volando hacia atrás, exactamente como dijo mi madre. La buganvilia se va recuperando de la plaga. Volví a rociarla con insecticida y le arranqué las hojas roídas, se cayeron también unas flores pero eso fue sin querer. Completé seis lecciones de francés antes de meter el pollo al horno.

Comment manges-tu le poulet? Que mangent les filles? Que suis-je?

Que sommes-nous?

Dylan estaba cantando. Hay catorce nuevas listas de reproducción con su nombre.

Fuimos dos fieras con hambre.

Nous sommes allés?

La urgencia impostergable de mañana. Los besos largos con ceniza. Te amaba menos que hoy. Diferente. El amor era otra calle y cruzaba en otra avenida. Hoy ya tenemos dirección.

Chez nous.

Se acaba de ir Guadalupe. Volví a acomodarlo todo, a limpiarlo de nuevo, a empezar de abajo. Las cosas son de un solo lugar. Tú y yo somos de aquí, de esto que no parecer ser. De lo que cada día nos cuesta más y no podemos dejar ir.

Nous sommes ce.

Hay huecos en el pasto. También se va a morir, es cuestión de tiempo. La cocina, en cambio, cada vez está más linda. Cuando tengamos el nuevo refrigerador será perfecta. Cocinaré entonces y me harás el amor después, sin lavarnos los dientes, sin quitarnos la ropa, a lo mejor sobre la mesa. ¿Sabes que la hija de los vecinos lloró temprano otra vez? Creo que está enferma. Como no estabas, lo escribí. No tenía a quien contárselo y tuve miedo de que se me olvidara. Amontonamos tu ropa sucia. No sabíamos qué hacer con ella. No le quité el cinturón a tus pantalones, pero uní tres pares de calcetines para que no se perdieran camino a la lavandería. Olían bien.

Est-ce un bon mariage? Non. Tu n’es pas mon mari, mais je suis ta femme.

¿Qué es esto que somos? El agua en el frasco, la hiedra en el árbol. El plato y la sopa. Tú me contienes y yo te mojo. La hiedra que se trepó a nuestro árbol no es venenosa, lo acabo de descubrir porque vi las imágenes en Internet. Las hojas son distintas, las de nosotros no tienen los bordes puntiagudos aunque a simple vista se vean iguales. Hoy encontré dos pesos, uno en la mesita junto a tu cama y otro en el pasillo. Hace ocho días me fue mejor, había una moneda de diez en el baño y tres de cinco junto al bote de basura de la recámara. Las eché a la alcancía del clóset. Así no se puede ahorrar.

Otra vez le dejaste el coche. No dije nada pero lo pensé. Anoche habíamos ganado terreno en la cama. Me besas y olvido, luego amanece. El pollo está listo. No puedo creer que luzca tan bien, mejor que el de la foto del sobre. La sopa se deshidrató un poco pero no sabe mal. Lo que sabe mal es tu ausencia. Callé a Bob para que cantara Joaquín, él sabe más de estas cosas. Vino el camión de la basura. Se llevó la lata nueva del desodorante que compré para tu coche. Aquí se quedó la que ya estaba vacía. También se llevó la comida que no nos comimos y lo que quedó de la noche de anoche. Los vecinos deben creer que nos alimentamos de piel. Su niña sigue llorando. El foco de la sala empezó a titilar otra vez, mejor lo apagué y encendí la lámpara. Tu madre llamó tres veces. Una fue para saludar, las otras dos para preguntar por qué no has ido a verla. Le dije la verdad.

Je crois que les heures du jour lui restent.

Luego llegaste, y mientras cenábamos de pie en la cocina imaginé que un día también vas a dejar de verme a mí. Tú freías y yo limpiaba el aceite que pringaba la estufa. Tú mojabas y yo iba secando. Cuando te fuiste a ver el partido limpié el suelo y cerré todos los frascos que habías abierto. Estaba oscuro el jardín, un cementerio de petunias con faroles fundidos.

Je t’aime. Nunca te amé más.

 

arabesco Cementerio de petunias

 

Marcela María Luisa Delfín Espinosa (‘María Luisa Deles’). Escritora poblana (México) nacida en 1968. Ha colaborado en el periódico de circulación estatal Intolerancia con la columna «A cientos de kilómetros», y varios de sus cuentos se publican periódicamente en las revistas Letras Raras, Proyecto 217 y Punto en Línea de la UNAM. Ha sido antologada en la edición 2013 de Acapulco en su Tinta, en el libro Mujeres al borde de un ataque de tinta de Duermevela, casa de alteración de hábitos, y en Basta 100 mujeres contra la violencia de género, de la UAM Xochimilco. Su relato Dos maldiciones obtuvo la mención narrativa en el Concurso Internacional de Poesía y Narrativa 2013 de la Sociedad Argentina de Escritores en su filial en Zárate. Ha participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP, así como en los talleres de apreciación literaria del Complejo Cultural Universitario de la BUAP.

Contactar con la autora: mldeles [at] hotmail [dot] com

Ilustración relato: Fotografía por moritz320 / Pixabay [Dominio público]

 

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