Nos hablan de pupilas dilatadas,
de coca y hachís en Chiado.
De cuerpos magullados en los peldaños
que descienden a los infiernos de esta ciudad de colores.
Era cierto lo que decían,
el desatino de sus calles.
Pero no es más que el clamor silencioso
de hierba seca en bolsas de plástico, oculta
en puños sucios
que apuntan hacia el suelo, derrotados.
MAR
No puedo explicar cuáles son mis intenciones.
Que no soy yo sino el mar
quien arrastra este rendido saco
de escombros y carne
hacia el abismo de los días.
APORÍA
Quién juzga al que busca la libertad
de no ser libre. Si rebuscamos absurdos
entre los restos del tiempo, encontramos siempre
a quienes prefirieron las cadenas.
Veo jaulas abiertas con barrotes de arena,
abarrotadas de insolubles miedos
que observan grabados de Escher
y se postran, agradecidos, ante quienes
les pusieron las cosas tan sencillas.
GLOBALIZACIÓN
El mundo es así
y no puede ser de otra forma.
Aunque cerremos los ojos y
no veamos:
tiranos
dictadores
hipócritas
parlanchines
egoístas
hedonistas
sibaritas.
El mundo es así
y
(¡qué sencillo!)
si fuera de otra forma
ya no sería el mismo.
REVIRAVOLTA
Soy yo el paseante. Quien desdobla
calendarios y atrasa relojes, soy yo.
Creí en ataduras con forma de nudos
marineros, con maña de scout boy imberbe
y a la deriva. Creí (¿por qué no me descreíste?)
en universos anudados y en vidas sencillas.
Hoy, sin embargo,
he descubierto
que en las colas del paro se amontonan
infamias e infames sueños
en obligado estado quiescente,
que los becarios son precarias
fuente de risa
y experiencia injusta.
Ando atrapada
entre los peldaños abruptos de los días
mientras oteo mis pies desnudos,
desesperada por recordar cuál fue
el último que moví, y a quién
le tocaba avanzar.
TOCO MADERA
A veces me siento cansada
en aquella mecedora polvorienta
que cruje como pan recién tostado.
Las cenizas que la visten son las mismas
que me visten a mí
en los días menos buenos, las mismas
con las que aliño la rebanada del desayuno.
He crecido rodeada de ellas, y ya ni sacudiéndome
como un perro se me va la tristeza.
TRES MÁS TRES IGUAL
A INFINITO
Cuando esto se acabe,
¿quién velará por nosotros si no queda nadie?
Quién cuidará los pastos y las aceras,
quién observará astros
y mutilará estrellas de mar
para comprobar si partiendo una en pedazos
tendrá más, y después más, y después…
Nada. El mundo no es una peonza
y la cuerda no está atada a nuestra muñeca
abierta y frágil. No nos importa. Desfilamos
por el filo de lo que perdura,
con los pies descalzos, inmortales
dioses con disfraz de humano en pleno carnaval
de invierno.
Hoy, febrero soleado, me he levantado diferente,
pensando en inmortales y en dioses. Sobre los disfraces
he preferido abstenerme:
son mucho más difíciles de explicar.
ALVALADE
Es extraño
cómo se inclina la noche
cuando me acerco sonámbula a la ventana.
Afuera hay vida apilada en luces intermitentes,
orquestando melodías afiladas de bocinas y asfalto,
con batuta de ladridos agudos
en el patio de escaleras.
Apoyo la cabeza —y la vida— en el cristal
mientras me entretengo pensando en si la felicidad
aún no se agotó de los estantes de todas las casas.
Ayer limpié los míos y me quedó todo más claro.
Desaparecidos los restos de siluetas de otrora,
queda apenas la calma velada de saberme yo,
la espera de una estantería vacía
en otra casa de ecos.
GUIÑO A LO SABIDO
Qué voy a deciros yo a vosotros
(¡a mi edad!)
que no sepáis.
Los días y las noches
se siguen amontonando
como pilas de ropa sucia
en el baúl de los mañanas
y los ya veremos.
Los segunderos avanzan imparables,
marchando al son de cornetas
a mil latidos por segundo.
¿Lavamos conciencias
o acallamos el ruido?
Es muerte por muerte.
Sabéis bien de qué os hablo.
SOLO SI
Si pudieras por un instante
detenerte,
fijar la mirada
en algún punto —cualquiera—
y no ver más allá
de lo que alcanza tu vista,
podrías entonces analizar,
despacio,
el agua que galopa en el cauce del río,
el pez que se esconde,
el oxido de la pintura barata
del puente bajo tu tacto,
la hormiga en tus cordones
y el hormigón
en tus suelas gastadas.
Podrías, y no quiero equivocarme,
dejar de sentir que el viento
es incómodo
cuando despeina flequillos,
que el agua molesta ahora que moja,
que la sequedad de tu boca
es fruto de esta fiebre álgida
llamada desarraigo.
El hombre tendido en la hierba es más cierto
cuanto más desnudo de gloria.
INTERROGACIÓN
Para qué tantas ventanas.
Dime, para qué.
Estamos ciegos:
no hay luz que nos salve.
Laura Bernal Martín (Plasencia, 1992). Es graduada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Salamanca. Reside en Lisboa, lugar en el que fueron escritos la mayor parte de los poemas que componen El pasar de las cosas, obra en donde se incluyen los aquí publicados.
📩 Contactar con la autora: laura.bernal.martin[at]gmail.com
📸 Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
Revista Almiar – n.º 81 | julio-agosto de 2015 – MARGEN CERO™
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