relato por
Jefferson Sanabria

 

T

ales son los aconteceres del poeta en esta vida, singularmente malditos que le bañan su elocuencia de alegrías y dolores. Con el fin de demostrarlo, narraré la versión sintetizada de una triste cumpleañera.

Tomando en relación a mi joven vida en pie, sin lujos ni detalles, fui convidado despectivamente a la formalidad de una familia conocida. Conforme a la idólatra sociedad, que engendra a las fieras y desgracias, aquel evento recibía al gentío en una recepción que bastaría solamente su elegancia para incitar una cena a dos o tres reyes de antaño. Seguidamente, estando ya en el salón asentado, y mientras esperaba la salida de la homenajeada, pareció a mis sentidos elevarse un ambiente dualista, un aire inconforme, ya que la luna, dejando entrever el deseo de los ingenuos, se vistió de un brillo que reflejaba una alegría complaciente y un luto amargo.

Ya llevaba mi segunda copa de vino y una conversación fortuita con algún extraño de ojos enajenados, cuando, de repente, floreció una joven que en mis años de amistad con aquella familia había pasado desapercibida. Era una joven hermosa y delicada, una fina belleza clásica. Caminaba quedamente al centro del salón, ondulaba su cabello castaño el cual caía tenuemente sobre sus hombros descubiertos «¡Julieth cumple sus 15 años de edad!» fue lo único que atendí cerca de mis oídos y me desaferró de mis tristes ensueños.

La noche la recibió con una delicada luz cristalina que se mezcló con su vestido rosa y reflejó en sus dientes blancos y sus labios gruesos una sonrisa mísera e inocente. Volteé pronto a ver a su padre que, acorde con la reunión, se hallaba sosteniendo sus ojos nublados ante la visión independiente de su encantadora hija —se vislumbró en su mirada el sombrío adiós—; ya no era más su pequeña, la dulce y beata niña que crio con esfuerzo inconmensurable se hallaba parada frente a él con sus zapatillas de cristal, una mujer de vanidades comunes.

Me encontré luego detenido ante la presencia de Julieth, notaba en su aura frío y solitario el lapso de tiempo que llevaba sufriendo en este vulgar mundo, estaba sentada en su pequeño trono europeo extendiendo sus robustas piernas en relación a su torpe destino juvenil.

¿Cómo pues narrar aquel singular infortunio?

¿Cómo describir a la princesa del hogar entregada a los sinsabores de una fiesta impertinente?

En realidad, lo que es oportuno en esta historia son las dolorosas lágrimas nacientes del rostro pálido de su madre, la cual, parada en un rincón de la habitación observa a su hija con nostalgia y desconsuelo.

Por eso ahora me quiero enfocar en aquellos ojos cubiertos por el magma nefando del sabotaje mezquino de la adolescencia. Deseo enfatizar íntegramente la sal del tiempo en una mirada, en los ojos del recuerdo de aquella madre, unos ojos infelices de su suerte; rojos como las estrellas que desde el cielo sangran y parpadean; redondos bloques de hielo que enfrían el festín de los invitados, que ignorantes de lo sucedido —exceptuándome a mí— piensan que sus ojos manifiestan la felicidad de una madre agradecida, pero no se detienen a mirar la imagen empantanada de la pequeña Julieth que se levanta dulcemente para bailar el vals con su novio, aquel jovencito de piel anémica y mirada dormida que mancilló su futuro y la abraza con fuerza, pero no con mucha pues debe cuidar el vientre de la quinceañera que cada día crece más.

 

ilustración párrafo Jefferson Sanabria

 

Jefferson SanabriaJefferson Sanabria. Vive en Soacha (Cundinamarca), la hija bastarda de la capital colombiana Bogotá D.C. Es estudiante de Lic. e.b.e. Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Participante del semillero de investigación «inter- es – arte : ética , estética y política» asociado al grupo investigativo «Aisthesis: Arte, estética y política». Para un blog llamado El Magazín, del periódico El Espectador, publicaría tres obras, El VideojuegoCarta a una madre en la modernidad y Carta a un hijo en la modernidad. Influenciado por Gonzalo Arango y los nadaístas se arroparía tenuemente bajo la inmoral y trágica concepción libertaria de la existencia humana, como método trascendente de vida y rebeldía frente al mundo contemporáneo.

📩 Contactar con el autor: jahrapha [at] outlook.com

 

📸 Ilustración relato: Fotografía de No Revisions, en Unsplash

biblioteca Jefferson Sanabria

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