poemas por
Javier Úbeda Ibáñez y Jorge Cervera Rebullida

Llevo la cara vestida de azul
para anunciar que
la mar está enamorada.
Y la brisa
—vaivén va,
vaivén viene—
asegura que su amor
está inédito,
hambriento de soles y sal.

En presencia del aire

Rodeo el sonido del aire
para darte un beso de jazmines y rocío.
Tú, ebria de olores y noches,
me recoges en tus labios y
me pides silenciosa
que beba de ti
pasiones y pétalos.
Quiero quedarme a vivir en tu boca,
aterciopelada y desnuda.
—Sí, quédate —me susurras.
Y mi alma voladora
aleja sus furias
y se entrega a ti,
en presencia del aire.

Solo

Solo, navego en silencio
por las agitadas aguas
de mis pensamientos.
Me sumerjo en las profundidades
de mi memoria acuática,
de mis mareas más oscuras.
Mi fondo es negro azabache
y está rebosante de piedras y conchas
sumergidas en la arena.
Pero, como ola encrespada, me agito,
y voy desenterrando lo enterrado,
voy removiendo el limo
buscando llegar hasta la playa en medio
de rocas, salitre y espuma.
Y, al final, lo consigo,
emerjo pletórico y renovado
en un mar de olas radiantes
que me llevan hasta las costas,
donde me deshago en salobres estelas,
que se pierden en un mar de brillos.

Sí y no

Entre un «sí» pletórico y un «no» letárgico,
corre el aire al encuentro del mar.
Entre un «sí» que acaricia silencios de lunas azules
y un «no» hundido en lo agónico de un fondo marino:
me voy, te vas, vengo, vienes, venimos, vendrán y se irán
nuestras palabras y nuestros cuerpos como las olas.

Agua

Cerca del mar
sosegadamente murmura la tierra
mientras la madrugada melancólica
humedece y da vida a mis recuerdos.
El silencio me embarga
y respiro ansioso este vívido momento
entre haces de luz.
Una serie continua y arrulladora
de olas baña mis pies y enciende
mi mirada hasta terminar por rodear a
mi alma con una espléndida aurora boreal.
El cielo, enigmático y mudo,
guía mis pasos hacia mis encendidas aguas.
Y yo suspiro y vuelvo a suspirar de nuevo
divisando estrellas que se alejan
entre las olas de mis recuerdos.

Luz

Eres como una candela en la oscuridad,
una fuente en medio del desierto.
La luciérnaga de mis sentidos y
el aliento que germina en mis entrañas.
Tú, amigo mío, me eres tan necesario
como las sales al mar.
Incansable,
tendiéndome un camino,
una salida, una puerta, un bastón,
un sofá, un millón de promesas,
un silencio acogedor y un abrazo
que me resguarda del ruido
de la soledad y del vacío.
Tus palabras son caricias transitivas,
consejos de viento; amistad marinera,
que vuela y vuela, pegadita a mi vera.

Contactar con los autores: jubedaibanez[at]gmail[.]com.

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🖼️ Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

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