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David Belmonte Rodríguez-Pascual

 

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n buen madrugón. Un café cargado. Amantes del séptimo arte sin despegar los ojos de las pantallas. Se está retransmitiendo en directo la más esperada noche del cine. Desde todos los rincones del planeta, aficionados y expertos están atentos a lo que ocurre en el histórico teatro Kodak, de Hollywood. No es para menos, se piensan. Los mejores cineastas del mundo aglomerados en torno a un escenario desde donde su nombre se alzará al olimpo de los largometrajes. Estados Unidos se viste de largo. Sin más preámbulos, se da inicio al acto, y poco a poco, entre sorpresas y actuaciones musicales se van desvelando los ganadores de las estatuillas. En la mayoría de los casos, uno determina la entrega de los premios casi de forma automática, pues entre las nominaciones y la suprema potestad del público, siempre crítico, se encuentra a los vencedores.

Ay amigos ¡que sorpresa la mía! y quizás la vuestra a partir de hoy, cuando llegando al clímax de la gala, se va a premiar con el Oscar a la mejor película del año. Ojo al dato. Lo siguiente es jugada de libro.

And the Oscar for the best film goes to… ARGO!

La película en cuestión, narra el secuestro de numerosos diplomáticos estadounidenses en la embajada de Irán durante las revoluciones de 1979 y cómo los Estados Unidos resuelve rescatar a varios de ellos haciéndolos pasar por productores de cine canadiense. La película se ciñe al guion real de los acontecimientos con mucho detalle, añadiendo la dosis mínima de ficción para hacer una película visualmente aceptable. No obstante, igual de bien se ha procurado trabajar la imagen expuesta por cada parte y país en el film. Si aceptáramos rotundamente la versión de Ben Affleck, pensaríamos que los villanos del cuento son los iraníes y los americanos los héroes.

Os daré otro punto de vista.

Si hacemos memoria, hay que recordar que estas revoluciones tienen su origen en el derrocamiento del monarca Mohammad Reza Pahlevi, quien con el apoyo de los Estados Unidos y Gran Bretaña, con grandes ayudas militares y logísticas por parte del primero, inició la modernización de la industria del país iraní, proceso que traería numerosos avances en materia de derechos humanos. Traería, condicional, porque no fue así. De ahí que el pueblo iraní, harto de la violenta represión y férreo control político decidiera no seguir oprimido y proclamase un cambio de régimen. Si no se obviase la historia, otro gallo cantaría acerca de la imagen que da cada país.

Pero… ¿por qué contaros esto?

Pues porque si seguimos un manual básico de relaciones internacionales, llegamos a la conclusión de que nos la han colado hasta el fondo en apenas cinco minutos, que fue lo que duró el nombramiento y discurso de agradecimiento, cumpliéndose todas las premisas de la base del imperialismo estadounidense.

Un «imperialismo solidario»: Frente al control militar del antiguo colonialismo, la explotación económica basada en criterios de mercado, con empleo mínimo de la fuerza. (Esto se traduciría en la ayuda logística y económica que brindó EE.UU. al monarca iraní para occidentalizar la idiosincrasia de los pueblos, con el objetivo de controlar la población. Algo que no surtió con el efecto deseado, ni que los iraníes están dispuestos a experimentar por segunda vez).

Una propaganda ideológica moderna: La gala de los Oscar, uno de los mayores eventos del año de los cuales se hará eco la prensa amarilla y de análisis, televisiones, webs, etc., con la consecuente publicidad de la película y disposición a que medio mundo se interese por Argo, la versión del Think Tank americano.Mahmud Ahmadineyad

Un espacio económico autosuficiente: Garantizar el control de materias primas y mercados que aseguren el bienestar interior y la estabilidad política. El espacio vital más allá de América. (Irán posee el ansiado y escaso petróleo, por ende, toda la atención de los EE.UU. por revertir la situación y poder controlar los últimos pozos. Qué mejor oportunidad que los Oscar y la mejor película del año para dar inicio a la justificación de por qué se debe actuar con prontitud ante Mahmud Ahmadineyad).

Una beligerancia siempre «defensiva» y «legitima»: Antes de actuar hay que convencer a la opinión pública. (Argo, va ser usada como propaganda ideológica de hora y media. ¿Cómo? Sencillo. Magnifiquemos la agresión del enemigo. Era más importante la vida de medio centenar de americanos que la de un país entero al borde de la extrema pobreza. Si se da el caso de un enfrentamiento, la responsabilidad nunca es de EE.UU., la guerra es un acto de defensa y no de agresión. Y para ello nos amedrentarán avisándonos del programa de misiles iraníes o la supuesta tiranía de Ahmadineyad cuando por su propia actuación, son los EE.UU. los primeros que deben realizar un examen de conciencia. A ejemplo ilustrativo, tenéis la guerra de Irak).

Por si fuera poco, la encargada de nombrar la película ganadora fue la mismísima primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama. Por si no teníamos suficiente patriotismo subliminal.

 

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David Belmonte Rodríguez-Pascual
David Belmonte Rodríguez-Pascual.
 Nacido en mayo de 1989 en Jerez de la Frontera (Cádiz). Es diplomado en Gestión y Administración Pública por la Universidad de Cádiz y estudiante del máster de Cooperación al desarrollo y Gestión de proyecto de la misma entidad, del que también es alumno colaborador. Trabaja como técnico voluntario en el área de proyectos de la Asociación para el desarrollo, Madre Coraje. Contactar con el autor: david.rguezpascual [at] gmail [dot] com

 

🖼️ Ilustraciones del artículo: (Portada) Giant Oscar statue, By The Conmunity – Pop Culture Geek from Los Angeles, CA, USA [CC BY 2.0], via Wikimedia Commons | (En el texto) Mahmoud Ahmadinejad, By Daniella Zalcman from New York City, USA. Website http://dan.iella.net/. Cropped by en:User:Moshino31. (Posted on Flickr.) [CC-BY-2.0], via Wikimedia Commons.

 

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Revista Almiarn.º 67 / enero-febrero de 2013MARGEN CERO™

 

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