poemas por
Cristian Reche Lillo
Mi casa no tiene nada
Mi casa no tiene nada
No tiene ventanas
No tiene puertas
No tiene habitaciones ni tabiques
Aún así esconde susurros
Esconde secretos
Aguarda el misterio
Mi casa son esquirlas y mi hogar virutas de metal
que refino mientras puedo
que me clavo entre los dedos para superar la abstinencia
de llevar la casa a cuestas
Amparo mis minucias en la esperanza
ejercito mi talento jugando con los restos
de alguna vida fracasada y condenada
Afronto la mentira y la hago mía
disolviendo el mañana y el ayer
para pintar el hoy amorfo a mi imagen y semejanza
Tranquilamente en mi casa
Que no tiene nada.
Falacia sexual
El eco del gemido que se pudre,
finge.
Como el dios que cubre el éxodo hacía la muerte,
finge.
Como el lastre social del estereotipo,
finge.
Como el placer mental onírico si no estás,
finge.
Como el eco de un mundo que se pudre.
El bostezo descortés del arte,
finge.
Como la vida dentro del agua,
finge.
Finge conmigo un orgasmo,
fíngelo entre mis extremidades,
arropada, con la boca llena.
Finge conmigo un sueño,
que yo tragare el flujo, por gusto, por ego.
Miente en mis brazos, ódiame.
Secreto
Si me arropa el tedio,
el pavor, el sueño, la desintegración…
Si me hiere el deseo,
el pequeño prejuicio, la monstruosidad…
Si me congela el equilibrio,
la inestabilidad, la entelequia…
Si me quedo muerto,
quieto, una mirada perdida, unos brazos en cruz…
Si me duermo muérdeme para que despierte,
y de la sangre un vino,
y de mi cuerpo el alimento.
Mientras el resto de mí es descuartizado y vendido,
por carroña,
tú aliméntate de mí.
Guarda el secreto de mi humanidad,
de mi divinidad…
Gravedad
La matriz en fermentación de un sueño esquelético,
malformado, indecente, indeciso, incoloro.
La fuerza motriz de la energía gravitatoria,
que me empuja a tus pies, a tus brazos, a tus sueños,
a un momento que queda plasmado y fotografiado en cualquier otra dimensión.
Que no se moverá,
costura de carnicero,
para un perfecto experimento.
Para una decisión correcta.
Cruda
¿Por qué no? ¿O porqué?
¿Qué? Quizás tenga demasiada mierda en los oídos…
¿Cómo? Caníbal.
Y seguiré comiendo,
no me importa,
como si estuvieras envenenada,
no me importa,
yo también me desintegraría
yo también desapareceré,
si te puedo comer.
No me importa.
Como si tú odiaras conmigo.
¿Cómo? Caníbal.
No me importa.
No escucho, no soy capaz de aunar conceptos,
hablad…
¿Cómo? Come.
Como si estuvieras envenenada.
Tu feminidad es gramática en mis dedos.
No me importa
Como si te fueras a deshacer.
Como si fueras corrosiva.
¿Cómo? Come. Caníbal. Y no pares.
Yo te comeré.
No sólo tu cuerpo.
Sólo no me sacia.
¿Cómo? No lo sé. Claro, come.
También devoraría tu alma.
El resto, si no es tuyo, no me importa.
Misantropía
Por hoy basta.
Ya imploré clemencia.
Patético, y sólo por esperar.
Una línea perfecta en el aire,
otra pintada que te despierta, te humilla y te obliga a morir.
Siendo otro caminante.
Otro charco.
Mostradme lo indoloro y esencial de nuestra humanidad,
luego reíros a carcajadas de mí por creeros,
por creer en algo que trasciende.
Hipócritas.
Sin duda seremos una simple masa orgánica con chispazos eléctricos.
Féretros apilados hasta llegar al cielo y ver que no hay nada nuevo.
Cárdia
Dilatación
Contracción
Dilatación
Contracción
Dilatación
Contracción
Y alguien esperando con su pala
¿Y luego?
¿Luego preguntas? Pues poco.
¿Poco?
Nada.
El muro
con manchas ocre
Senté el mundo a los pies de un posavasos.
Melodía fácil.
Verborrea esquelética.
Manutención por deficiencia en la agudeza
y un extraño color suicida.
Abrí un centímetro más mi agujero.
En una infinidad de consonancias ilógicas
tomé el reguero del que algo pierde en hemorragia
y cerré el útero de la esperanza.
La culpa es para quien muere.
Sólo los seres que no sienten culpa son capaces de seguir:
Destrozando, devorando, aplastando.
Pero perfectos en sí.
Y de nuevo ese extraño color suicida.
Emprendí un itinerario íntimo,
plenitud de pasiones enfermizas y devastadoras
una arboleda de nervios y descargas eléctricas.
Seguí tarareando en mi camino,
siempre cabizbajo…
Esperé la agitación del cielo
la expansión de mi ser en el suelo húmedo
una melancólica añoranza
para un homúnculo que nada tuvo y que nada retiene.
Y ese extraño color suicida…
Es obsceno el único deseo
el más interno, el más férreo.
Y por ser ético y moral obstruyo mis arterias
en pos de que nada escape de ellas
que escandalice a las mediocres voces de las gradas.
Todo por no acabar en el cadalso.
Atado a una mirada que juzga y sentencia.
El color suicida…
Creé mi obsesión por la continuidad
y si yo muero, tú no mueres
somos seres discontinuos.
La pasión llama a la muerte
desea la tragedia
y si es verdadera
en su fuero anhela el suicidio como elegante cierre.
El color ocre de mi piel, un color suicida.
Mi color impregnando el muro
donde el espectáculo da pie a la verdadera pasión.
Cristian Reche Lillo. Tiene 21 años y estudia Comunicación Audiovisual y Dirección de Cine en la Ciudad de la Luz, en Elche (Alicante). Los poemas aquí publicados han sido seleccionados de Hipotermia, un conjunto de poemas intimistas que buscan adentrarse en lo visceral de lo humano y tratar de entender «el porqué de esa angustia vital que nos transporta a la cara oculta de la luna».
Contactar con el autor: crlegna [at] hotmail [dot] com
Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
Revista Almiar – n.º 64 / mayo-junio de 2012 – MARGEN CERO™
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