relato por
María José Martí López
K
iko tuvo que atravesar un angosto paso por un resbaladizo tronco de araucaria para cruzar el río Arazonia, jugándose la vida sobre el acantilado, a más de sesenta metros de altura sobre unas turbias y aterradoras aguas bravas. Le perseguía un Mega Tyrannosaurus rex, el más terrible dinosaurio carnívoro que ha existido y existirá sobre la faz de la Tierra.
Kiko corría, y no corría como cualquiera, pues sus poderes sobrenaturales le permitían dar zancadas de veinte metros y brincar hasta una altura de cinco pisos.
Huyendo de su perseguidor terrible, se había adentrado en la oscura selva mesozoica del cretácico tardío, y ahora tenía que sortear las negras manchas de los helechos arborescentes llamados Cyatheas; las ramificaciones espinosas, verdes e intensamente brillantes de las araucarias bidwilli que le ocultaban la luz del sol con sus cincuenta metros de porte arbóreo; tuvo que sortear las grandes patas y colas de los saurópodos herbívoros que rumiaban las hierbas de los pastizales en los claros del bosque, ajenos a los peligros que por doquier les acechaban.
Pero al malvado carnívoro sólo le interesaba Kiko. Tenía una fijación en él, en su persona, más allá de cualquier lógica, «vaya usté a saber por qué capricho del destino…».
—¡No te tengo ningún miedo, bicho inmundo! ¡Ven aquí si te atreves, bastardo! —le increpó, con valentía y arrojo, escupiéndole, girándose de vez en cuando para desafiarle, haciéndole la señal de la victoria con los dedos… y mientras corría y saltaba sin parar, le gritó de nuevo:
—¡Te voy a reventar tu asquerosa cabeza de reptil con mi rayo de fotones!
El gigantesco carnívoro emitía gruñidos ensor-decedores a modo de respuestas y le seguía a cincuenta kilómetros por hora, corriendo entre las ramas voluptuosas de los hermosos Ginkios bilobas. Cada vez estaba más cerca de Kiko. Cuando entraron en el Valle de la Muerte ya le tenía a tiro de bocado. Soplaba una brisa húmeda. El cielo tenía un color añil y estaba salpicado de pequeñas nubes blancas que parecían bolas deshilachadas de algodón de azúcar. Un largo cinturón de cicadáceas cercaba el valle: los grandes nidos oscuros con sus palmas superpuestas en forma de lanzas, se balanceaban al compás del murmullo del viento y le traían a Kiko el aroma fétido del aliento de los velociraptores.
—¡Malditos bichos! ¡Os sacaré los ojos y me comeré vuestras entrañas!
Los velociraptores le habían tendido una emboscada en colaboración con el Tyrannosaurio rex y le aguardaban al final de la planicie, camuflados en la espesura del siguiente bosque. Asomaban sus hocicos grises y repletos de escamas, y se escondían al acecho entre las palmas doradas y las verdes vejigas de las Cycas Revolutas: de vez en cuando, resoplaban y pedorreaban emitiendo gases de fétida cadavernia. Pero ésta vez no volverían a cogerle desprevenido, porque Kiko ya había estado antes en aquel lugar y sabía lo que hacer… Así que primero giró a la derecha, donde un árbol seco marcaba el sendero a modo de hito, puso un pie sobre el muñón del tronco y se aferró a una tirolina, luego se dejó llevar hasta una columna de piedra que se alzaba como un enorme monolito en medio del claro del bosque, a más de cien metros de altura sobre los árboles. En cuanto detectó el anclaje de anilla en un hueco pintado con un círculo rojo, enganchó su mosquetón a la columna y continuó subiendo a pulso por la lisa superficie, con una sola mano, impulsándose con la increíble fuerza de sus piernas y de su brazo derecho de hierro.
Cuando llegó a la base redonda que coronaba la cima, extrajo la pistola de fotones de su mochila de súper héroe. Desde allí, gozaba de una visión panorámica inmejorable para llevar a cabo su plan. Los animales estaban a tiro. Sólo tenía que dispararles. Y disparó a discreción.
—¡Pum, pum, pum! ¡Tomad, malditos! ¡Moriros de una vez, asquerosos!
Al cabo de cinco minutos estaban todos muertos. Grandes, pequeños, carnívoros, herbívoros… Después, Kiko descendió haciendo rápel con su cuerda mágica multiusos, extrajo de su bolsillo unas bengalas y prendió fuego al bosque, y… mientras se marchaba, saltando largas distancias en cada brinco, se detuvo para observar su apocalíptica obra de soberbia destrucción: el mundo ardía en llamas. Ya no quedaba nadie que pudiera molestarle.
Trompetas y tambores interpretaban una apoteósica banda sonora en el preciso instante en que su madre irrumpió en la salita. Llevaba una bandeja, y en ella, su cerveza favorita, cortezas, y un sándwich de panceta con patatas fritas y ketchup, su preferido.
—¡Te tengo dicho mil veces que no pongas los pies sobre la mesa!
Kiko se removió dentro del suave sillón de cuero: la panza le reventaba el pantalón. Mamá le había quitado el mando de un zarpazo y decía sin mirarle:
—¿Has terminado, cariño?
María José Martí López. Nacida en Valencia a finales de los sesenta. Su afición por la escritura despertó un día con inusitada fuerza y le condujo hasta aquí. Se define aficionada, aprendiz de escritor o juntaletras tardía; en fin, una estudiante mayor que aún tiene afán por aprender.
– Accésit en el I Premio «Antonio Machado en Rocafort», 2010.
– Primer premio del V Certamen Poético de Silla, 2013.
– Finalista del Certamen Literario el Vedat, 2014.
– Finalista del Certamen Literario Tamariu, Gerona, 2015.
– Finalista del Certamen Poesía Pro-Mujer, Cartagena, 2015.
– Participación en el proyecto cultural «la madriguera de historias», con dos relatos inéditos, años 2014, 2015. Trabajo conjunto con ilustradores.
– Coordinación y presentación de la ponencia conjunta sobre Feminicidio del Ateneo Blasco Ibáñez. Escritura de la introducción y lectura pública en las Jornadas de Escritores Pro Derechos Humanos, en la Facultad de Valencia, año 2014.
Desde octubre de 2014, ha publicado diversos artículos literarios, microrrelatos, relatos cortos y poemas en la revista Almiar y el portal Canal Literatura, además de colaboraciones en otros blogs.
Próximamente se publicarán cuatro de sus relatos en la colección literaria Algo que decir, así como el relato Héroes modernos, aquí publicado, que aparecerá en el libro recopilatorio del I Certamen Literario de Tamariu, premiado como finalista.
💻 Web de la autora: Con el cuento en los talones (https//conelcuentoenlostalones.blogspot.com)
👁 Lee otros relatos de esta autora (en Almiar): El mundo al revés · Hilos de seda
🖼️ Ilustración relato: TrexPair2, By Ryanz720 (Own work) [Public domain], via Wikimedia Commons.
Revista Almiar – n.º 82 / septiembre-octubre de 2015 – MARGEN CERO™
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