relato por
Jesús Cadena
I
R
eo del Reclusorio Norte de la Ciudad de México se logra escapar disfrazado de niño.
El recluso, del que no se nos ha proporcionado el nombre, y del que se sabe que ronda entre los treinta y cinco años y cuarenta años de edad, se presume que se encontraba preso por el asesinato de seis personas y condenado a 240 años de prisión, de la cual ya ha cumplido un año. La exactitud de estos datos nos dan una idea de quién se puede tratar, pero dado que las autoridades han insistido en que no proporcionemos información sobre la exacta identidad del reo, nos reservamos nuestras suposiciones y lo dejamos al criterio del lector.
De acuerdo con los primeros datos, el recluso habría aprovechado una visita familiar para poder salir vestido de niño, esto debido a que su baja estatura y delgada complexión así lo permitieron. Se presume que hubo complicidad por parte de los custodios.
La desaparición del misterioso reo ocurrió el martes aproximadamente a las 12:00 de la tarde y se inició su búsqueda en la zona con apoyo de Secretaria de Seguridad Pública y de la Procuraduría General de Justicia del DF para tratar de localizarlo.
Se le pide a los vecinos de las colonias aledañas al Reclusorio Norte, que se mantengan alerta y si llegasen a ver algo o alguien sospechoso, de inmediato avisar a las autoridades pertinentes, esto debido a que se cree fuertemente que el prófugo se mantenga en la zona.
II
Qué buenos para nada, pensó. Cómo es posible que un criminal se les escape de una manera tan absurda. Es más que claro que hubo colaboración por parte de los custodios; si no supiera cómo funciona este desdichado país; una mordidita aquí, otra por allá, y uno puede librarse de una condena de 240 años. ¡Dios mío! ¡Seis asesinatos! Y aquellos que inocentemente se encuentran encerrados, se han de pudrir cumpliendo las condenas que los otros han podido librar. Pero si bien decía mi madrecita: «las cárceles son para los inocentes y las calles para los maleantes». Y con toda razón…
—¡¿Qué es eso?! —gritó al escuchar un ruido.
Nada; no es nada, tontuelo, se dijo a sí mismo. Tan sólo la madera de los muebles que se acomoda, o tal vez el aire, o algún gato curioso. Ni modo de pensar que aquel fugitivo anduviera por aquí, idea nada descabellada, pero poco probable. ¿Por qué? Pues es cierto que vivo en una colonia aledaña del Reclusorio Norte, y que no está a más de cinco minutos de aquí, pero también es verdad que hay media docena de colonias que rodean el precinto y que cada una cuenta con un millar de casas por lo menos, sería absurdo pensar que está aquí, en esta miserable casa que ha huido de todo intento de hacer fortuna. ¡No, imposible que esté aquí! La fortuna y la mala fortuna es lo mismo, y ni una ni la otra me ha sido favorable en esta vida, por lo tanto dudo mucho que el prófugo haya escogido especialmente mi casa para refugiarse de las autoridades. Aunque no sería mala suerte después de todo; podríamos llegar a entendernos e incluso me podría dar una buena compensación económica por esconderlo en lo que se calman las aguas. ¡Pero hay de Dios! Esas cosas no me pasan a mí…
Un ruido fuerte interrumpió sus reflexiones.
—¡Ah, chinacos! Esto sí ya está raro —dijo en voz baja, casi susurrando.
III
¡No puede ser!, pensó. Ese ruido no es algo normal, parece como si alguien hubiera tirado algo sobre el techo, como si a alguien se le hubiera caído algún objeto por accidente, y ese alguien no quisiera que nadie lo escuchara, ya que el silencio reina otra vez. Silencio absoluto, demasiado sospechoso.
—¡¿Quién anda ahí?! —dijo en voz alta con toda la intención de ser escuchado.
Nadie contestó.
Deben ser mis nervios, pensó. Creo que ya le debo bajar dos rayitas a la chupadera; me altero con cualquier nadería.
Se escucharon un par de ruidos, cada uno en lados opuestos de la casa.
—¡Ah, jíjos de la..! —dijo con cierto terror—. ¡¿Quién chinflados anda ahí?! —cuestionó una vez más con obstinación.
No, no es un delirio. Estoy seguro de que alguien anda husmeando por ahí, y peor que eso, trata de entrar a mi casa, reflexionó con espanto. Debe ser él, ¿quién más podría ser?
—Escucha, aquí no hay nada de valor, lo mejor será que se vaya —dijo en voz alta y voz temblorosa.
Los ruidos aumentaron. Se escuchaban por todos lados. Personas caminando por el techo y por los alrededores de su casa; cuchicheos y demás.
—Parece que no viene solo —se dijo con desamparo, parado en medio de la sala—, viene con sus cómplices —razonó.
IV
Media docena de ruidos se escucharon en varios puntos de la casa; el sonido de una ventana rota por aquí, la puerta al caer, un montón de pasos y personas diciéndose algo entre ellos mismos. Todos se confundían.
—¡Ora, canijo! No se mueva de ahí o le vuelo los sesos —dijo un hombre con metralleta en mano—, y cuidadito con quererse escapar, estás usted rodeado, jíjo de la repantingada —sentenció mientras señalaba con su vista a la media docena de hombres, que con metralleta en mano, se postraban alrededor de él.
¡Qué carajos pasa aquí!, pensó.
—¡Estoy salvado! —exclamó mientras se hincaba con los brazos levantados hacia el cielo—, es la Policía, ¡Estoy salvado! —repitió.
Los policías sorprendidos, se miraron los unos a los otros sin saber cómo proceder.
—Él está aquí, en alguna parte de la casa; ha tratado de entrar por la fuerza, lo he escuchado —dijo el hombre rodeado por policías—, estoy salvado; ¡Gracias a Dios!
—No me venga con esas tonterías, por favor —dijo el policía con sorna—, de esta no se nos escapa; ¡arréstenlo, camaradas! —ordenó en voz alta.
—¡Ah, pues sí verdad! A quien buscan es a mí; yo soy el fugitivo —dijo con sonrisa de cínica locura el hombre que se encontraba en medio de la sala, rodeado por media docena de policías.
—Siempre fui yo —murmuró, cabizbajo, mientras lo trasladaban a una camioneta.
Jesús Cadena es un autor mexicano.
📩 Contactar con el autor: jcr9136[at]gmail [dot] com
🖼️ Ilustración relato: Prison guard tower, By Rennett Stowe from USA (Uploaded by russavia) [CC BY 2.0], via Wikimedia Commons.
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