poema por
Feliciano Mejía Hidalgo

Jooorr.
Es neblina de mi aliento 
este mi grito. Joorr.
Ellos no sienten ni saben
que yo bailo,
canto
y sufro humillado desde la Conquista
por los españoles. Jooorr.
Pero yo sigo danzando. Para mi danza
necesito de tu canto. Sí.
Canta y que resuenen tus poros;
bola de espuma se aleja la noche
arrinconándose en los roquedales, si cantas.
Que tu palabra no se diluya
entre las voces roncas
y los gritos
venidos de las tinieblas.
Sácale a la madera
sonidos
y haz entrechocar las rocas:
de sus chispas saldrá el canto
que tus niños y mujeres
y hombres entristecidos escucharán
porque será su propia voz oyéndola
por sobre la candela y la amargura.
Yo seguiré danzando:
soy el Diablo
y soy el Ángel.
Soy el demonio y el dios. Estoy más allá
del bien y del mal. Danzo. Estoy con la justicia
y soy justo. Jooor.
Aparentemente solo y lleno de dulces colores
me encubro. Los roquedales de maldades,
montaña de 400 años malos, de esta noche
de 400 años, me quieren destruir.
Pero yo danzo y me preservo. Nadie ha podido
ni nadie podrá nada contra mí: me cuido
y me cuidaré pues soy valioso.
Como niños muertos al nacer, cuyes hinchados,
casi venados de patas quebradas; así
a ti te tienen, cogido.
Para no morir, te vas lejos de mí
en tu alcohol y en tu coca, para no morir
vas y te pierdes 
en las ciudades, para degenerarte: te escupen. 
Lo veo. Te pegan. No puedes ni mirar las letras 
y papeles de sus libros. 
Y mueres. 
Mueren a mi alrededor. Todo es desolación.
Campos chamuscados, nieves podridas llenas de belleza,
tul del cielo emponzoñado. 
Muerte y muerte. Pero yo estoy vivo,
hermoso y lúcido tras mi máscara de vidrios y colorines.
Me miras. Me miras. 
Pero no aprendes a verme.
Danzo. ¡JaauuuuuuUU! 
Mas yo 
estoy cada vez más fuerte. 
Ni las aguas torrentosas
ni los barros enceguecedores		
han podido contra mí.	
Jooorr. Soy una olla de fierro. Jooorr.
Soy una caldera. Año a año
los españoles me pegaron. Vapor de cólera tengo
en la médula del alma.
Pero bailo. Mataron a millones
de mis huestes. Jooorr. Soy un Hombre que llora
y soy el Diablo riente. ¿Cómo no ser Hombre-Diablo 
si te matan a millones de tus hijos
y te abofetean 
y te quieren romper hasta el hilo del pensamiento?      
Mas no estoy solo. 
Tengo mis Amarus que llorando 
y fracasando triunfan por mí, 
y ensayan las batallas que un día daré.
Se van por los caminos:
perfeccionan su ciencia y sus cantos 
y pasos y poemas; agitando
sus machetes y pistolas y hachas
le dan filo a sus cariños.
y sus odios.
Como yo
esperan el momento de mi grito. 
Porque sin mí
ellos no son nada.	
Soy el dios que tiene los pies	
picoteando la superficie del planeta.	
Mi danza es una burla,
una espera.
Salen de entre mis dedos	
más y más Amarus verdaderos:
Condorkanki era —José Gabriel— prieto, Túpac,
el mejor de mis Amarus: caballo
de bronce y ondas de cabellos al viento;
saltó con la alegría de quien ve la luz de mis ojos. Hombre
Amaru que comía en plato	
y vestía seda, hilos de plata y oro
entre sus medias. Sus defectos.
Sol de oro entre las rocas de sus hombros
me llevaba. Era fiel. Y tuvo pena.
De entre mis lágrimas ocultas destilando en las montañas
surgió. Enviado.
Y las fibras de mis venas
pañaron sus penas, y en cantos de pututos,
se unieron mis huestes, mis venas,
para mi Amaru José Gabriel. El que fue.
El que era. El que soy. Indio con mezcla de metal.
Rojo. Padre de los padres. Y mi mandato fue:
La noche se haga horrible fuego sobre el opresor
y hoguera.
En los cráneos de todos los indignos,	
en los huesos de todos los indignos,
en las pieles de todos los indignos se hará la música
y su muerte. Yo lo ordeno: vasos, quenas y tambores
de los huesos y los restos de todos los indignos se harán:
esa fue mi orden.     Fuemidecreto.
Y mi Amaru José Condorkanki Gabriel
no logró mi orden.
Yo seguía danzando de gozo espeluznante
mientras me fue obediente. Mas, 
otra vez, ¡jooorr!, el vendaval de los enemigos,
¡áááAAAhhhggg!
hurgando en mis lleridas, porque mi Amaru fue vencido.
¡JoooOORrr! Pero danzo.		
Y río tras los huecos de mi máscara
porque yo sé que mi hora, la hora
no había todavía marcado el punto
donde mi voluntad se hiciera ley.
Terrible será el momento de mi ley
mi triunfo	
y mi venganza que será sólo justicia.					
Y todos los imperios sobre mí serán quebrados
cáscaras de huevo.			
Danzo yo
cuidando mi vientre	
donde frutas		
maduran mis retoños.
—¡JJOOOoorrrrRRR!!—	
La hora vendrá.		
Sobre las crestas de los cerros, a través de la mica
del aire, mis hombres
salen. Amarus tras Amarus
al campo de batalla.
En el fondo de los socavones
tiritan y tiritaron
hasta la muerte mis mujeres
y niños y ancianos, embrutecidos por el frío,
por el frío metal del codicioso usurpador
de mi reino.
¿Cómo no ser duro
y cruel con las hienas que asolan y asolaron
mis valles fecundados?
Centellas lloverán sobre sus cráneos
y sus niños no podrán vivir en paz:
Esa Es Mi Justicia.
Jooorrr - Danzo - Río.
Mi cabeza es un panal
de fuego llameante: Es mi careta
de yeso.
Estoy zapateando.
Me caracajeo por dentro
y suelto a mis Jefes Amarus para probar la fuerza
del enemigo.
Pero
hubo otros Amarus valientes,
como cuerdas de alambre, duros y hermosos,
que se fueron sin mí y fracasaron.
Bolívar fue. San Martín fue.
Dos de mis hijos, mis criollos Amarus, no puros, tiernos
como el rayo,
malogrados pues no poseían mi venia;
y después el tiempo me traicionó. Mi nombre. 
Fue abandonado como trapo. ¡Traición! ¡AAAA!
Por eso a mi campo de batalla
a mi puna, a mi desierto, a mi mar
y a mis árboles de mis selvas
vinieron los ingleses
y con ellos repletos todos los hijos de los españoles.
Y muerte, ¡carajo!      
Nos siguieron matando y quitando
hasta la sombra.
De nuevo la desolación
y la peste entrando en nuestros dientes
y corazones.
Muriendo de hambre de generación
en generación:
herencia es
de padres-hijos-nietos
el hambre, el alcohol y la coca. El hambre
sigue vivo. El alcohol y la coca:
mi dulce líquido
y mi hoja sagrada
se hicieron degenerados.
JJOOORRR. ¡Malditos!. JJOOORRR.
Soy una caldera. Los ingleses
me llenaron de más vapor.
Jooorr.
Pero a través de los siglos,
como cuentas de llanto
va mi voz, en tempestad
o copos de nieve
en las noches lunares de silbantes desiertos
de las alturas montañosas.
Red es mi palabra a través del Tacora y Rasuwillka,
cruzando cables eléctricos
de alta tensión
hasta el Huascarán y la punta verde de los árboles
de Iberia y Belén (tierras de moscas
y zancudos, donde tiemblan los ojos fríos del jaguar).
Mi voz va esperando el momento, red de furia dulce :
enterrando sus candentes puntas
en cada oído de mis hijos niños,
apurando a a mis Amarus,
mis inteligentes hombres.
JOOORRR.
Mi mente es pura, hielo,
y guardo los resquemores
en esta coraza de colorines
tornasolando
risas nocturnas
hasta que venga el día
verdadero  v e r d a d e r o,  el de mi alarido.
Pero no salgo todavía.
Por los campos, trigo verde
son los retoños de mis venas: mis hijos.
La fogata de mi entendimiento
entra en ellos
y ellos lloran —cantan
y pelean bañados en sangre, en brillante
aceitoso amanecer.
Jooorr - Jooorr.
Sobre mi cabeza mi máscara	
y encima la culebra roja - verde - roja - roja
con las fauces
titilando con su risa carcajeada
para que no me vean algunos.
Porque mi faz será terrible
cuando mi máscara caiga.
Terrible como un perol de cera
en la piel del rostro de todos
y cada uno de mis enemigos.
¡AUUuuuu!             ¡Amaaruuuus!         ¡AUUuuuu!
El día y la noche se mezclan:
Están mezclados para mis hijos. ¡EEEHHH!
¡EEEeeeiiilllE!
Salgan con hondas y macanas, con horquetas, lanzas,
sogas, brillen los machetes,
enrollen los lazos,
giren zumbando los liwis;
con los dientes solamente, si es necesario. 
Fracasen de nuevo si no pueden.
Yo estoy vivo y seguiré vivo.
¡JJooorrrRR!
Atusparia era, Uchcupedro era,
Rafael Tupayachi era,
Moisés Arce Llaqta, era,
eran, son y fueron
y serán. ¡Auuu!   ¡E!       Amarus Todos.
Desgránense como antes de los cerros y montañas.
Orinen en el rostro de los traidores:
al traidor
¡mátenlo lentamente!;
¡el traidor no merece
morir rápido!
Que de nuevo los cuernos y caracoles resuenen retumbando
haciendo túneles en la roca
del espacio; las campanillas
y las flores de metal resuenen
hasta enloquecer al enemigo.
Vístanse de mil colores
que yo estoy danzando, ¡Jooorrr!, tras de ustedes.
Vibren las warakas,
chasqueen los zurriagos;
rompan las frentes de las mujeres enemigas;
la tierra toda es mía
y es de ustedes; tómenla.
Que las cañas se unan más
y soplen más fuerte las antaras: maridaje
de arca-ira (agua-fuego) mis zampoñas son,
también batan la piel de alpaca en el tambor
y mi bandera que flamee.
Yo estuve y estoy con mi máscara
para que los españoles e ingleses
no me vieran. 
Ya pasó el imperio español
y yo danzo. Golpeteo el suelo.
Como perro sarnoso pasó el imperio inglés
y yo sigo danzando. Doy saltos, con prosa.
Mi máscara es más dura que el diamante.
¡JJooorrrR!
¡Hoy Es Mi Época! ¡Nuestra Época!
Hoy, cuando el imperio de Norte América
cuaja mi miel y mi leche!
¡Hoy es nuestra época!
Hijos míos, busquen a los hermanos 
perdidos en la ciudad. Tráiganlos al hogar,
a nuestro hogar: porque el hogar soy yo.
¡JJOOOOOOOOOOORRRRRRRRRR!
Soy una tremenda caldera
a punto de erupcionar.
El vapor ácido de los españoles
en mi pecho, el
vapor de los ingleses, más denso y enrarecido
en el tierno hueco de mi alma
se ha convertido en lava. 
¡Joorrr!
¡Y más vapor de los norteamericanos! 
Soy una gigante olla de hierro
como campana sellada
repleta de vapor, que va a estallar,
saltando como árbol frondoso de piedras y metales.
¡Ay de los malditos!
Ojo de puquio en el lomo
de montaña preñada de agua
es mi cólera saliendo.
No soy tierno. No puedo ser tierno ahora.
Como corcho mi piel hice
para poder danzar.
Vienen los ratones y los miro, los petrifico
y los pinto de colores para ponerlos en mi máscara:
mi baile sigue enfurecido y alegre.
A mi belleza la han querido pisotear
pero mis Amarus brotan raíces ardientes
en mi defensa.
Y ya no el fracaso es constante.
Amarus hay que triunfan.
Saturnino Accostupa Ayte es.
Río y danzo y apresuro el pespunte de mis pies.
Ahora sí, carajo. La hora ha sonado. La época es.
Oid mi voz:
es el sonido de mi corazón
y el crujido de mis puños y entrañas. Mi voz.
Salgan rápidamente, Amarus.
Saturnino, Satucucha Amaru Mío.
Accostupa era y es. Salió y saldrá.
Prieto y hermoso como la máshua, risa de quinua,
moreno como quemado por el rayo,
fuerte como el rezo a la montaña
sólo nervio y silencio
regaba en las ciudades;
mirando lejos el horizonte azul y rojo
del futuro en las montañas,
hizo arder la nieve entre sus manos.
¡Yyaaaaaeeee!      ¡Saturninooo!
Hijo mío, ya no está.
Se ha ido para volver
en otro Amaru.
Pero, hombre a hombre,
Amaru Accostupa, hablaba con palabras
abundantes de verdad, de buena ley, en los campos y aldeas
de las comunidades.
Solo y acompañado, con la frente serena, hablaba
y mis hijos le siguieron y seguirán
porque me obedeció
y por eso nunca fue vencido.
JjooorrR.
La lucha final está cerca.
Las huestes, mis huestes están ya casi preparadas.
El enemigo está desde siempre preparado, pero viejo.
El momento final, la hora en punto en que el sol
apriete mi ombligo, ése será
el minuto esperado.
¡Apresúrense a ponerlo todo en regla!
¡MIRAD Y BUSCAD A LOS AMARUS DE LA CIUDAD
QUE SON HERMANOS Y DADLES MIS BANDERAS!
Me vienen a buscar constantemente viejos con caras de niños
para meterme zancadillas,
pero yo danzo mas fuerte todavía.
Sobre el reverberar frío del espejo de agua
de los lagos, bajo el sol enardecido
o la luna pensativa
d   a   n   z   o.
En la candela verde de la montaña,
danzo.
Vienen y me ven
y mudos sin comprender repletos de terror
se van a preparar sus fusiles y ametralladoras.
Pero yo y mis Amarus reímos tras las máscaras:
No saben que puedo masticar en el aire
las balas disparadas a mi pecho. Ni sus tanques
ni aviones
contra mí y mis Amarus podrán jamás.
Bailamos. Las máscaras no son sino escudo y burla.            
El enemigo me manda a sus espías e informantes.
Saben que la batalla final, su cataclismo es inminente.
Vienen los informantes con el dios del español y sus biblias
y el papel del inglés y el metal pálido
del pálido imperio norteamericano.
Me quieren enseñar a hablar
y a danzar en su lenguaje y en su ropa.
Pero yo tengo mil formas. Los miro con el terror de mi máscara
de siete cuernos
y de llamas fulgurantes de yeso. Y río
fuerte: ¡ ¡ JJJOOORRR ! !
Para engatusarme, para que les sea bueno
y clemente, para que los obedezca
me ofrecen sus ventas
de escamas de plástico y mil colores.
Compro y río.
Sus telas finas de brillo y neilon. Compro y río.
Gozo mucho sobre sus desesperaciones.
Sus tejidos de fábricas, blancos-suaves. Compro y me carcajeo.
Sus zapatos de plástico, de tela y de colores. ¡Ja. Ja. Ja.! 
Compro y bailo. 
Espejos de fábricas y cristal de fábricas. ¡Ja, ja, ja!
Compro y danzo y levanto las rodillas. 
Sus tarros de pinturas
de plástico y jebe
en mil colores hermosos. ¡Aiiiiiehh!
Yo les tomo como burla todo: desde sus sueños hasta sus monedas,
pasando por sus voces y sus lengua
todo lo pisoteo.
Y me visto de colores - cintas - metales - sedas - caucho.
Me pongo sus pantalones
y sus zapatillas para danzar, sólo para burlarme,
que mi danza
es    la   espera.
Dragón soy. Diablo. Orejas de fuego. Pecho de estrellas.
Placas de oro. Dientes de espejo. Ojos de vidrio. Pecho de hule.
S      O       Y.
Para ellos soy.
Es perfecto el engaño.
Los ejércitos están uno frente a otro.
Soy astuto - soy joven, bello, soy nuevo.
Soy terror de volcán y dulzura de torcaza.
Y en mis manos pongo el terciopelo y algodón
de mis Guantes Rojos cogiendo campanillas
soguillas
limones y manzanas
para distraer al enemigo.
Como satélites en mi derredor gesticulan
los males y la muerte, osos,
gallos, torpes muñecos que el enemigo envía.
Pero sobre mí no prevalecerá jamás ningún imperio.
Soy el nervio y la luz de una nueva vida 
luchando contra las tinieblas. ¡Jooorrr!
Y mi nombre es la música del triunfo eterno ante los siglos. 
¡¡AAAAAAAH!!
¡JoooooorrrR!        ¡JJJOOOOOooooooorrrrrRRRR!

 

línea roja poema Feliciano Mejía Hidalgo

 

«(…) El destino de su país no le ha cortado la vuelta a las raíces de su pueblo. El amor ilimitado que él tiene a las gentes simples confrontadas a las vicisitudes de la historia y a las injusticias sociales de todo género introducen rabia en su corazón ulcerado. (…) Él canta con fervor a la solidaridad con los campesinos que luchan con coraje y abnegación contra aquellos que se apropiaron de sus tierras, aquellos que provocaron el éxodo, hacia las siniestras barriadas de las grandes ciudades, de millones de hombres y mujeres privados de los recursos y de toda esperanza. Es la cólera hirsuta, la roja cólera que reina en este libro de potente revuelta (…) Mejía escruta los repliegues de la historia, fustiga con vehemencia a los conquistadores de todos los orígenes: Españoles, Ingleses, Norteamericanos. ¿Qué vinieron a buscar en su país? ¿La amistad de los habitantes? ¿La voluntad de una cohabitación apacible y aprovechable para todos? ¡Nones! (…) Como Feliciano, yo amo estas palabras de Gandhi: Ahí donde no hay sino que escoger entre la cobardía y la violencia, yo aconsejaré la violencia. Y como él, yo justifico la violencia, aun la extrema, contra aquellos que, durante siglos, han explotado a muerte a los pueblos, a aquellos que creen que todo les está permitido y que, en su ceguera, en su execrable egoísmo continúan pensando que este estado de cosas debe perpetuarse para siempre. Pero los tiempos han cambiado. Los ojos de los pueblos se entreabren y se abren cada vez más. Sus entendimientos más aguzados aprehenden más claramente la absurdidad de los regímenes plutocráticos disfrazados de democracia. (…)».

Athanase Vantchev de Thracy
París, julio-agosto de 2010
(Fragmentos del prólogo de CÍRCULO DE FUEGO en su edición francesa). De: LE CERCLE DE FEU (CÍRCULO DE FUEGO), Edición Institut Culturel de Solenzara. Edición: H.C. París, 2010. Prefacio: DE LA DIGNITE DE L’HOMME. (DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE), pp. 7-23.

 

* * * * *

 

C. Feliciano Mejía Hidalgo

C. Feliciano Mejía Hidalgo, escritor de nacionalidad peruano-francesa (1948) nacido en Abancay, Apurímac, Perú. Ha publicado 18 libros de prosa y poemas para adultos y niños. Ha realizado 21 giras internacionales en Norteamérica, Centro y Sudamérica y Europa.

 

🔗 Web del autor: http://felicianomejia.com/

Ilustración poema: Fotografía por Pedro M. Martínez © | Retrato de Feliciano Mejía por Rodolfo Moreno.

 * N. del E: Se ha intentado guardar la anchura de las líneas y las sangrías tal y como las escribió su autor. Para la lectura de este poema en un dispositivo móvil aconsejamos que el aparato se sitúe en posición horizontal.

 

Mar de poesías Feliciano Mejía Hidalgo

Más poemas en Margen Cero

Revista Almiarn.º 90 | enero-febrero de 2017MARGEN CERO™

 

Siguiente publicación
Rebecca siente gusto a tierra. La siente en la boca. La…