por
Isidora Rivas Turrado
A la calzada romana mejor conservada de España hasta marzo de 2023,
ahora destrozada
Satinada de presiones
-otrora-
por las ruedas de los carros
y tractores y remolques,
siempre adecuada,
indefensa,
rectilínea hacia los montes,
hacia el Robréu,
hacia la Chana,
tan derecha, densa y llana
—muy muy llana, muy muy densa—
de chaguazos,
jaras, encinas, robles,
urces, brezales, resortes,
testigo de virulencias.
Tú, transitada Calzada,
en rupturas inexperta,
virgen, intacta y erecta
más que ninguna
en la Península Ibérica.
En un agorero marzo,
—errores, entuertos,
caprichos, que no querencias—
tus orillas intactas
vieron vejada tu esencia,
que también la flora y fauna
hablan de ultraje a la fuerza
en honor e integridad,
Calzada,
de género femenino,
que no hubiera ocurrido,
si hubieras sido camino.
Trotarte, galoparte, pisarte,
patalearte…
y pasearse por tus canas
—sigilosas de milenios—
amorosamente,
cuando vi —sumisa tú,
ninguneada—,
la bastarda, férrea y vil
maquinaria
—de raza humana—
penetrarte…
Violación tajante y clara,
sin consentimiento alguno,
porque tú callabas y nadie,
nadie nadie
dijo nada.
De sorpresivos foráneos
y extranjeros,
periodistas, arqueólogos,
politicastros de apodo,
figurantes de los votos
de los otros
ya me duelen las pisadas,
que, en tu convalecencia,
rompen tu tersura y calma
en pro de un diagnóstico
de roderadas.
Eludir, ningunear,
vejar tu buen nombre,
tu estatus, tu origen,
tu consabida raza,
tu abolengo, tu estirpe,
tus encantos,
tu lozanía regalada
en papel
—o en Internet—.
Lo sabían
y callaban.
Que hacen leña todos
de tu orilla desdentada,
de piedras de senectud,
desde Astorga hasta Braga,
de tu dolorida espalda.
Que todos escriben y hablan
como nunca antes se hiciera
de tu piel resquebrajada,
que hasta el río Eria
oye y escucha
y siente
tus lamentos y tus mellas,
ve y mira
y envuelve
los sollozos que conlleva
entre sus piedras,
que de un lado a otro del pueblo
retumban entre la hierba,
del Sagral,
que ya nadie quiere fiestas
y una profunda tristeza
reverbera
en tu faz,
que al Eria revuelto
ganan los pescadores
de noticias y de sones
y rumores.
En tanto que tú conllevas
—por innata sumisión—
entrañable daño,
cosquilleamos tu piel
los ciudadanos,
sin otro uso saber ni conocer
que cabalgar en tus lomos,
tus veredas, tus costados,
tu derechura y garbo,
y mesar en tus márgenes
piedrecillas de guijarros
—caprichos de veleidades—
y los lodos y soportes
que ofreces a caminantes,
sin otro saber hacer
que caminarte y caminarte
y caminarte…
Isidora Rivas Turrado. Defensora activista de lenguas minorizadas, es Licenciada en Filología Hispánica (1981) y Filología Francesa (1983) por la Universidad de Barcelona, Catedrática de Lengua española y literatura en Educación Secundaria y recolectora de literatura de tradición oral, en la provincia de León, con la publicación Pito, pito, cirolito y de terminología léxica del leonés en Voces del Eria.
Contactar con la autora: irivas[at]xtec.cat
🖼️ Ilustración poema: Imagen en pantalla de vídeo en YouTube: Destrucción de la calzada romana de Castrocalbón, Isaac Moreno Gallo (https://www.youtube.com/watch?v=1smS7J4UnOo&ab_channel=IsaacMorenoGallo).
Revista Almiar (Margen Cero™ · PmmC) • n.º 128 • mayo-junio de 2023
Un poema muy bueno y llega dentro. Sí. Me apunto para estar informada
Gracias, Emilia. Tú bien sabes que a veces el arte surge de los escollos.
Un abrazo!
Preciosa poesia! Verdadera, triste y reflexiva.
Muy, muy bonita!!!
Me encanta este poema.
Que llegue muy lejos.
Un abrazo.
Gracias, Marina
Mil gracias, me alegro de poder compartir y que llegue a otras sensibilidades
Que tus sentidas palabras, Isi, sirvan para restañar el dolor por la destrucción de una vía bimilenaria, que ha servido de comunicación entre pueblos; de acceso de animales a campos, a fuentes, al río, de paso de tantas generaciones. ¿Con qué derecho, en este fatídico S. XXI, nuestra soberbia e ignorancia nos aboca a destruir el trabajo de nuestros clásicos antepasados, y aún la memoria de las gentes que la han transitado, de sus afanes, de sus sueños, de su tristeza, de su alegría, de su vida. Todo enterrado en surcos de inevitable y perenne frustración.
Cuánta razón tienes.
Gracias.
Un abrazo.
Precioso poema que expresa magistralmente sentimientos de tristeza e impotencia tras el destrozo cometido a esta calzada romana patrimonio de la humanidad… Gracias por tu poema, Isidora, que remueve el corazón y sensibiliza conciencias.
Quizá es la impotencia lo que aviva la inspiración.
Gracias
Isidora me ha gustado mucho tu poema con ese arte para definirlo y defenderlo que se convierte en sentimiento de tristeza.
Me alegro de que te guste. Se trata de coherencia, de que la técnica y los recursos formales refuercen el contenido o se correspondan con él.