artículo por
Víctor Corcoba Herrero
M
e interesa el futuro que nos trabajemos todos con todos. Un futuro, por cierto, que tiene muchos nombres, tantos sueños como personas. Lo podremos ver en junio próximo, donde las Naciones Unidas reunirán al mundo en Río de Janeiro, Brasil, para debatir y decidir cómo acelerar las medidas para lograr un mundo más sano, más equitativo y más próspero para todos. Personalmente, celebro que se produzcan estas conversaciones planetarias entre gentes diversas para pensar en el mañana. Desde luego, la conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en Río, «Río+20», será una oportunidad más de adentrarse en el análisis de lo que somos y de lo que queremos ser. Si en verdad queremos dejar a nuestros descendientes un planeta vivo, en el que se pueda vivir, tenemos que buscar soluciones, mejor hoy, que dentro de unos días. No en vano, el futuro del mundo pende del aliento que nos demos un corazón a otro corazón, y éste al siguiente. Como decía Unamuno: «procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado». El pasado ya es historia. Conviene conocer esa historia pero nada más. Lo que ahora urge es preservar a las próximas generaciones de las locuras presentes y pasadas y mirar hacia adelante con la esperanza de que podemos (y debemos) hacer el futuro que queramos.
Ciertamente, el futuro hay que trabajarlo y hemos de cultivarlo en unidad, vinculadas entre sí todas las civilizaciones y culturas. No se puede seguir destruyendo el medio ambiente. El mundo no puede dividirse entre ricos y pobres. Las desigualdades deben inquietarnos. La brecha salarial en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se ha disparado al nivel más alto en décadas. Sin ir más lejos, en España, el 21% de los hogares está por debajo del umbral de la pobreza. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo, y más de la tercera parte de todas las especies conocidas podrían acabarse si no se le pone freno al cambio climático. Por cierto, ahí está la reciente cumbre del clima celebrada en Durban, que a pesar de haberse prolongado más días, el texto final no levantó el ánimo ni de los negociadores. «Rio+20» ha de ser una nueva oportunidad para la reflexión a nivel mundial sobre el desarrollo sostenible de nuestra época.
El panorama actual es que van disminuyendo los recursos naturales. ¿Cómo podemos ayudar a las personas a salir de la miseria en la que malviven protegiendo el medio ambiente? En la localidad granadina de Dúrcal, un centenar de parados aspiran a un empleo gracias al sueldo al que renunció su alcalde. Son, precisamente, aquellos pequeños gestos los que nos hacen crecer e ilusionarnos. ¿Cómo podemos proporcionar acceso a la energía limpia para todos y velar porque la energía que producimos no contribuya al cambio climático? El sector energético es el mayor responsable del conjunto de estas emisiones sucias, que han de reemplazarse desde ya, por renovables. En Costa Rica, el 93% de la electricidad que se consume es de origen renovable. Todo un ejemplo a seguir. Si no actuamos rápidamente para cambiar nuestro modo de consumir y producir energía, los daños serán irreversibles. Los pequeños cambios en nuestro comportamiento diario, como puede ser caminar, reciclar, apagar los interruptores, aparte de rebajar las emisiones del efecto invernadero, también contribuyen a ahorrar dinero. ¿Cómo podemos estar seguros de que todos los seres humanos pueden obtener el agua, los alimentos y la nutrición que necesitan? Cada día millones de personas no tienen acceso al agua potable, libre de impurezas, y un promedio alto de seres humanos mueren a causa de enfermedades evitables causadas por el agua y el saneamiento. Otra multitud de personas se mueren de hambre, mientras los consumidores de los países ricos siguen desperdiciando alimentos.
El mañana tiene que ser distinto al momento actual. No podemos convivir con la inseguridad alimentaria, con escasez de agua y energía en algunos lugares del planeta, con el infierno del cambio climático, con el aumento de las emisiones de carbono y unos océanos enfermos. Se precisa que una economía verde globalice al planeta. Tenemos que trabajar en ello, sabedores de que es posible tener un desarrollo que active prosperidad ecológica para todo ser humano, sin distinción alguna y con una mejor calidad de vida para toda la especie humana. Todo ello es condición indispensable para avivar un auténtico progreso social que llegue a todos, pero en especial a los más pobres, porque es evidente que es necesario priorizar una economía de las necesidades humanas que sea justa, solidaria y recíproca, mediante políticas de desarrollo humano integral que respeten el derecho de los pueblos y preserven las cualidades vitales de los ambientes naturales.
El futuro, que está inmerso en las personas que lo hacen, radica, a mi juicio, en promover una cultura de la austeridad y sencillez como alternativa saludable, a través de una producción respetuosa con el hábitat y un consumo responsable. Hoy por hoy, el pasado nos encadena y el futuro nos deprime. He aquí por qué se nos escapan los días, sin ponernos de acuerdo sobre lo que anhelamos ser: parte del verso que forma y conforma el planeta. Al diálogo hay que ir por los caminos de la poesía, no del negocio. Cualquier civilización o cultura que no preste atención a la voz del poema es un salvaje. En cualquier caso, las salvajadas de estos moradores, sordos a las baladas, nos acabarán pasando factura a todos, mal que nos pese.
VÍCTOR CORCOBA es un escritor que vive en Granada; licenciado en Derecho y Diplomado en Profesorado de E.G.B, tiene varios libros publicados.
@ Contactar con el autor: corcoba [at] telefonica [dot] net
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Ilustración artículo: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
Revista Almiar – n.º 61 / noviembre-diciembre 2011 – MARGEN CERO™
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