poemas por
Emmanuel Ortega Tobón
La geometría del fuego
Alas rotas, cielo en llamas,
surco la geometría de un mar incandescente,
y el vientre de la tierra me traga.
La poesía crea y recrea la policromía del alma.
Nací en el huracán de fuego,
nací en los eclipses de tinta del invierno.
Nací junto al lienzo de los astros perpetuos,
ensoñando con el diseño geométrico del alma y el cuerpo,
al igual que Spinoza en su Ética.
La palabra se vierte en mi figura,
su gloria, su nada, son exuberancia y locura de la combustión.
¿De dónde surge la geometría del alma y su calor?
¿Cuáles son los nexos con el laberinto mágico de la hoguera en mi pecho?
Me lancé al horizonte, a la calcinación.
Mirada retrospectiva
¿Por qué sufro cada instante?
¿Por qué siento las aflicciones de la carne quemarme?
Entre los intervalos en que soy, seré y no volveré a ser, sufro por ser ángel, protagonista y
demiurgo.
Seguí sin cuestionar el vértigo de lo terrible mientras descendía por los abismos de lo
sublime.
Con mirada retrospectiva, observé por encima de leer, con mirada perdida encontré el mar
de abismos vacilantes de los habitantes. Quería ser constante en el limbo donde los oráculos
guían mi destino y me perdí…
Quiero encontrarme perdido en lo erótico que una vez fue encanto penetrante y sudor
palpitante de pieles con historias e instantes fluctuantes.
Los átomos se repelen, los sentidos se pierden, las sensaciones viven muriendo y viviendo
mueren
Los versos son conjugados al compás de los tres tiempos y en todos ellos somos miradas
pasajeras encontrándose al final del solsticio que es inicio, final y suspiro.
(Publicado por primera vez en la revista Innombrable, en 2024)
Ríos de tinta
Otra vez estoy aquí sentado,
en la misma soledad de siempre,
con las mismas palabras que en silencio conjuran
el desorden de los sentidos.
Encarnan, aferrándose al ritmo,
para estrangular mi existencia
contra toda pulsión del instinto.
Un conjunto de verbos sacuden mi espíritu.
Rasgaron el esófago e hicieron de la existencia
un devenir de espectros en mares enfurecidos.
Los días pasaron.
Todo lo inanimado se mostraba ajeno,
lejano y confuso.
Los libros estaban blancos, las películas no eran ya proféticas, las pinturas y la poesía
mudan sin tonalidad cromática.
Todo parece teatro, con soundtracks de Chopin,
la pintura de Blake y Goya decorando la habitación.
Todo encanto se transformó en amalgamas de caos
sin color, himnos mudos entre rostros,
miradas en espejos y espacios rotos.
Vértigos sin sensación de fricción.
La soledad y su cofre de memorias,
más allá del olvido y el recuerdo,
sin registros de la anatomía del alma de la palabra
y los himnos a la ausencia del tiempo, que es nada.
Fluctúan los ríos, las nubes esculpiendo las páginas escritas por alguna otra mano y la mía.
Mueren y renacen los ríos de tinta,
que graban con dedos de cuchillos
y voz de diamante los nombres en las fibras musculares.
(Este poema fue publicado previamente en una antología poética de la revista Santa Rabia Poetry)
Sombra primaveral
Muerte que desciende y asciende,
desde la infancia te escucho,
corona de espinas que susurra en voz ajena, nocturna y serena.
Te transformas y vistes las pieles de otros;
con una enigmática sonrisa en cada rostro, de voluntad caprichosa, libre.
Eriges una sombra primaveral que envuelve las noches.
De sublime manto te conviertes en siniestra desde las entrañas, y viceversa, en ese coqueteo te entregas.
Tu presencia y ausencia son misterio que me atrae;
muerte sosiega, muerte serena y triunfante,
sonríe al destino de ser la única inacabable.
Silenciosa, desciendes y asciendes, en el ciclo de lo eterno sin tiempo.
Entrelazadas en la inflorescencia del abismo la vida y la muerte
que desciende y asciende al ser, en un baile sin fin.
Instantes de eternidad
El olvido que somos. El olvido que seremos. El olvido que fuimos. Después del eclipse el espejo susurraba en las mañanas. El frío de la noche que recorre el alma sin provocarla. Tú ausencia inunda la casa, un vacío respira, y la presencia del instante pervive con el espectro de tu figura. En soledad, los recuerdos del pasado visitan mi hogar. Y no estoy. Nos separamos, te fuiste y me fui a otro lugar donde el pasado no tocara. Se perdió el sendero que cruzaba nuestra casa y hogar. Se derrumbaron los puentes, solo quedaron agujeros negros y su radiación, nos llamaron. Luego, unas aves que se incendiaron pasaron frente a mí… Para que las viera y no estaba. Me di cuenta a tiempo. Los años crean lo que los artistas dejaron atrás, un legado de olvido. Los años cultivan y devoran la carne que gime y suda. Aunque siga buscándote. Sin casa, sin hogar y sin puentes. Buscándote sin oráculos. Recordando olvidándote y olvidando recordándote. Contigo y sin ti, en todo lugar donde va mi carne que cae y en silencio grita. Cerrado al mundo, los ecos del silencio derrumbaron los castillos que una vez habitamos. El recuerdo persiste y el olvido persigue las historias labradas en cicatrices y diamantes. El recuerdo persigue y la eterna despedida vive en la carne habitando un silencio indescifrable. El olvido y el recuerdo viven el eclipse: juntos y separados en un eterno instante. (Publicado por primera vez en la revista literaria Ouroboros)
Donde los ecos se esconden
Mi rostro es un mapa de cicatrices,
ojos cansados, sonrisa desgastada.
En el laberinto de cuerpos, libros y calles,
perdí la identidad, la busqué en vano,
Y la resignifiqué al pasar los años
en un devenir sin ocasos.
Huía de los espejos rotos,
de reflejos del agua que mostraban
un rostro que no era mío.
Perdí el sentido de las palabras,
la realidad se desvaneció,
y con ella, el brío del paraíso.
Los huesos se resquebrajaron,
destrozaron con sus rugidos
la abadía del silencio
que inunda los ecos de mi ser
para avivar los matices
en este vaivén.
Los oráculos escapan por otras noches,
donde las oraciones transforman
el suplicio de la corona
que arropa las bestias y los nombres.
Con vehemencia, los ecos del silencio
gozan devorando la locura
de las sutilezas escondidas
entre las luces y las sombras.
Trazos
Trazos son los lugares donde habitamos.
El poeta habita en las palabras, el pintor en las ilustraciones, y en los matices de los colores.
En la vastedad de la imaginación se encuentran, y se pierden en el misterio con la bruma
del lápiz y el papel.
Hablan, buscando expresar por lo que no pueden en el silencio dejar…
Por las flores que se abren, por las noches turbulentas y las sonrisas pasajeras.
Todos saben que existen finales en puntos suspensivos…
Finales trágicos y despedidas que nos llenan de rencores, venenos y nos condenan a vivir
sin atisbo de alegría.
Pero estos personajes buscan con sus tres ojos las gemas que escuchan el socorrer de las
bestias.
Explicando las palabras el poeta pierde.
El artista significando su arte extravía la dirección del sin sentido que solo vive en el
tiempo metafísico.
En el silencio de los gestos inéditos e interminables, se abre una brecha donde viven
muriendo los personajes.
Lo que no volverá a ponerse en el papel o vivirse en la carne.
Los dolores, alegrías, tristezas y amores que perviven entre la fantasía y la médula.
(Publicado por primera vez en la revista Innombrable, en 2024)
Desvanecimiento
Hoy es un día melancólico,
de color gris con tintes dorados
que se desvanecen en mi retina.
La luz se apaga, y mi corazón
late tristemente, como un eco
que se pierde en el silencio.
Exuberante belleza, eres tú,
la que percibe mi ser,
la que me hace sentir vibrante,
aunque solo sea por un instante.
No comprendo nada, solo sé
que el amor que nació de manera inesperada
me ha dejado sin aliento.
El cariño que fue, el adiós que retumba
en mi pecho, hoy miércoles,
me hace odiar el cielo que llora y no llora por su bipolaridad,
tus ojos son ese cielo mío,
Mujer esbelta de sonrisa maníaca y ojos dorados,
con rizos trenzados en tu boca,
que evocan el aroma de los himnos
al amor y la muerte que emana la putrefacción.
Te extrañaré con mis labios rotos,
mi cuerpo fragmentado,
mi alma desvanecida.
No existe cosa más triste
que despedirme y no volver a sentir
el ajetreo de tu cuerpo derrumbándose
contra mí, escuchar tus versos
al celestial universo,
y buscar la filosofía en todo escenario disperso.
Fue un espectáculo frenético,
descender a los abismos sagrados,
y sentir los maleficios de tu cuerpo.
Fue el impacto del encanto inmediato,
donde mi ser estuvo acogido
en el calor de tu hechizo.
Te veo desvanecer como la niebla
en el amanecer,
dejándome solo con el eco
de tus suspiros en mi memoria,
las risas cálidas y susurros
que arrebataron el miedo y se marcharon triunfantes ante el sosiego.
Prolongando el éxtasis del vivir
el aquí y el ahora.
Mi corazón late con tristeza,
mi alma se desvanece
entre letras rojas y negras.
Emmanuel Ortega Tobón nació en la ciudad de Medellín en 1995. Es egresado de Filosofía de la Universidad Católica Luis Amigó. Actualmente estudia una maestría en Educación en la facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín. Su obra poética ha sido publicada en destacadas revistas literarias, como las revistas Innombrable, Alcantarilla y Ouroboros. Además, ha participado en varias antologías de la casa Editorial Mítico y en la editorial Litéfilos.
🖥️ Página del autor (Instagram): sophrosyne096
🖼️️ Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez (martinezcorada.es) ©.
🔖 POEMAS SORPRESA (traídos aquí desde nuestra biblioteca)
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* N. del E: En los poemas aquí publicados se ha procurado que las líneas guarden la extensión tal y como las escribió el autor. Para su lectura en un dispositivo móvil aconsejamos que el aparato se sitúe en posición horizontal.
Revista Almiar – n.º 137 | noviembre-diciembre de 2024 – 👨💻 PmmC – MARGEN CERO™