Reseña sobre
el poemario de
Vicente Muñoz Álvarez

por
José A. Olmedo López-Amor

I

nquietante, atípico, sombrío. Calificativos tan precisos son los que describen el octavo poemario de Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966), un poeta, narrador y editor español que es ya —merced a su bagaje— un ilustre letraherido. ¿Por qué inquietante? Pues por ejemplo, por su inicial y arriesgada «advertencia al navegante», o su capacidad para exorcizar demonios con su propia medicina. ¿Por qué atípico? Por ejemplo también, por su larga extensión si lo comparamos con la tónica dominante de los poemarios actuales, o por su extremado acierto en utilizar la prosa como herramienta de irrupción narrativa. Y ¿por qué sombrío? Porque como ya hiciera en una de sus anteriores novelas Mi vida en la penumbra (Eclipsados, 2008), aquí Muñoz Álvarez describe una vida tornasolada por las luces y las sombras de un existencialismo cainita que provoca una diáspora de mitos en aquel que lo padece.

Ya en sus primeros poemarios: Buscando la luz (Vinalia bolsillo, 1998) y Canciones de la gran deriva (Ateneo obrero de Gijón, 1999 y reeditado por Origami, 2012), se aprecia cierto desencanto y desencuentro entre la vida del hombre y del artista en relación con el mundo que lo rodea. De esas diferencias irreconciliables nacen, en la mirada del poeta, angustia, critica, reflexión y duda, como articulaciones de un ensamble mucho más complejo y sombrío; los poemas de este libro, tienen la capacidad de trascender los signos y transmitir estados vitales y texturas, además de llevar de la mano al lector en su periplo y sorprenderlo constantemente.

La sugerente fotografía en blanco y negro escogida para ilustrar la cubierta del libro, es un magnífico trabajo de la fotógrafa creativa Julia D. Velázquez, quien ha sabido, con una maestría impactante, sintetizar toda la atmósfera y singularidad de esta obra con su imagen; la artista madrileña utiliza un viejo automóvil de carrocería desgastada por los años y las lluvias para representar el leit motiv de este road-book en toda regla. Ese vehículo es la metáfora perfecta, ya que encarna físicamente el carácter nómada del yo lírico, toda su dimensión, al ser viejo, gris y en movimiento. Pero además, Julia encuadra el automóvil de manera que subraya la importancia del maletero (equipaje) y de lo reflejado en la luna trasera (edificios y cielo), todo un acierto que da buena cuenta de la talla plástica y comunicadora de la autora. Julia ya trabajó con la poeta Dolors Alberola (Valencia, 1952), elaborando la cubierta de uno de sus libros Todos los trenes mueren en línea recta (Origami, 2012), trabajo donde ya demostró toda su valía como ilustradora.

Como   ya   hicieran   Castaneda,   Thoreau,   o  Kerouac —autores  que  el  propio  Vicente  cita  al  principio  del poemario—, el poeta pretende experimentar la vida en la naturaleza, pero para ello —y a diferencia de ellos—, escoge como escenario la naturaleza mundana de su acontecer diario, algo que lo obliga a estructurar el poemario en cuatro grandes partes; las correspondientes a las estaciones del año, las cuatro campañas de ventas que utiliza un hastiado representante de zapatos, el protagonista del poemario, para ganarse la vida.

Vicente Muñoz Álvarez

Algo de estos tres grandes escritores ha conseguido imprimir Muñoz Álvarez en sus versos: la riqueza del mundo interior de Castaneda, la rebeldía del autor de Desobediencia civil (conferencia que fue publicada en 1848), o la pasión y el asombro itinerante de Kerouac, intrépido por las montañas escribiendo sus haikus. El eclecticismo de Muñoz Álvarez recoge lo mejor de cada uno, quizá más influenciado por éste último, para contarnos la historia de una vida sumida en la frenética inercia de una huida a ninguna parte, un recorrido por el cuaderno de bitácora de un trashumante.

Algunos de los aspectos más interesantes del libro son: la ausencia de letras mayúsculas al comienzo de los textos, y la ausencia también, de comas, durante los poemas en verso, así como de los puntos ortográficos al final de los mismos. Esta técnica, ya utilizada —por ejemplo, en libros de haiku— dota al conjunto de un continuum que trata de encajar su heterogeneidad a la vez que intenta potenciar las elipses incentivando al lector a interpretar el ritmo y las pausas. Sorprende también la disposición de las palabras en los versos, casi siempre breves, hábilmente espaciadas, distribuidas en el centro de la página y formando —en ocasiones— velados caligramas.

Como también sorprende que —al menos— una vez en cada bloque, encontremos cortos poemas que tratan de emular al Senryú japonés, pero con ligeros cambios en su métrica.

Muñoz Álvarez va aglutinando azotes de lucidez en su discurso, de manera que no permite surgir el aburrimiento en el lector en ningún momento de la lectura. Asoma entre sus versos una gran influencia de cultura audiovisual, con referencias constantes a obras cinematográficas de la historia, así como guiños a sucesos muy comentados de nuestra realidad contemporánea. El poeta, para bien o para mal, posee el mismo defecto o virtud que poseyó en su día el gran poeta Gerardo Diego, y es que, cualquier cosa que sucede en su vida, cualquier pensamiento, cualquier sensación, es presumible de convertirse en poesía, y eso explica —entre otras cosas—, la relativamente vasta bibliografía del autor, no solo en poesía, sino también en novela o ensayo.

Son muchas las virtudes de este libro, cosa que se encarga  de  ensalzar  el  poeta  Gsús  Bonilla  (Badajoz, 1971) —finalista del premio nacional de poesía 2011— en el prólogo; unas páginas, donde además de elogiar la obra de Muñoz Álvarez, hace lo propio con su trayectoria y figura, nombrándolo disidente de las corrientes literarias modernas, algo —a mi parecer— que ambos comparten. Y no hace mal, Bonilla, en defender a capa y espada a un autor íntegro, trabajador y sincero, como es Vicente Muñoz, un escribidor que ha ido demostrando —en silencio— su talento durante dos décadas.

Muñoz Álvarez, al que han vinculado desde sus inicios al grupo de poesía de la conciencia, encuentra en la palabra la calidez restauradora de un bálsamo, la seguridad que otorga poseer un arma homicida y la esperanza que inspira conocer el subterfugio o camino que puede transitar la mente humana, bien para protegerse de un mundo hostil, o para tratar de conocerse a sí mismo. Que estos versos del poema titulado Mar adentro, contenido en el libro, sirvan para reafirmar mis impresiones, así como para incitar al buen lector a descubrir a un demiurgo de estilema tan surtido como la propia vida:


Mar adentro
esta corriente
mar adentro
mi lucha
lo que arde
al fondo
de mi corazón
esta deriva
mi naufragio
mi angustia
lo que nadie
más que yo
puede contar
mi apuesta
suicida
por la literatura.

 

línea gris poemario Días de ruta

 

José Antonio Olmedo López-Amor. Nacido el 24 de julio de 1977 en Valencia (España). Titulado en audiovisuales. En la actualidad es empresario del sector servicios.
Amadrinado en las letras en primera instancia por Encarna Beltrán-Huertas, ex-directora del Círculo de Bellas Artes de Valencia, escritora y compositora de música clásica entre otras muchas cosas y alumno de María Teresa Espasa en la actualidad. Colaborador y socio de la asociación Poesía del Mediterráneo durante varios años, así como redactor de su revista (Corazón de papel), actualmente ha sido finalista en el II, III y IV certamen literario organizado por el mismo Ateneo Blasco Ibáñez, de Valencia, en la sección de Poesía.
Pertenece a la agrupación literaria Ateneo Blasco Ibáñez, de Valencia y a la asociación de escritores valencianos: Tertulia la Buhardilla Es miembro de la Red Mundial de Escritores en Español (REMES) y de la red internacional de escritores por la tierra (RIET). Ha colaborado con las revistas digitales: Palabras Diversas; Literaturas.com; Xilote; www.escritores.org; Ariadna; El Desván; Sede; Culturamas y es colaborador y miembro del consejo editorial de la revista Todo literatura.es,  corresponsal en Valencia de la revista digital Absenta en la que publica diversos escritos; artículos, crónicas, poemas, críticas de cine y literatura… etc.
José Antonio Olmedo López-Amor
Socio cofundador junto a su tío Juan Antonio López-Amor Martínez de la asociación artístico-solidaria Arkanos. En dicha asociación es el responsable del Aula de Poesía que organiza eventos como: recitales, tertulias, entrevistas, programas de radio… etc. Socio cofundador del grupo poético Alquimia y Verso, acompañado por Gregorio Muelas Bermúdez, grupo que está en activo y realiza recitales, conferencias, tertulias…
Publicó el 1 de diciembre de 2011 Luces de Antimonio, una antología poética junto con su tío citado anteriormente, un libro de 417 páginas prologado por Isabel Oliver y con ilustraciones realizadas por los autores (Editorial Ateneo Blasco Ibáñez – Colección Algo que decir, volumen XI. El día 19 de enero de 2012 publicó un poema de catorce páginas llamado Anaranjado de metilo en la misma editorial y en un libro de 20 autores perteneciente a la misma colección (volumen XII) que fue presentado en el ámbito cultural de El Corte Inglés, de Valencia. En 2012 participó en la antología del Ateneo Blasco Ibáñez Latidos contra la violencia de género con un texto ensayístico que denuncia la violación de los derechos humanos.
Ganador del primer premio del III certamen literario del Ateneo Blasco Ibáñez en la sección de Narrativa con el relato El Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Ganador del tercer premio del I Certamen de poesía Rima Jotabé con la obra Las Ocho virtudes capitales que ya ha sido publicado en un libro por la editorial Publiberia. Ganador del primer premio del II Certamen de poesía Rima Jotabé con la obra ¿Acaso no es amor haber querido? Ganador de una mención honorífica en el certamen de la primavera 2013 de la asociación castellonense Amigos de la Poesía (ALCAP) por su poema Noche perteneciente al poemario inédito Sinfonía alpina. Tiene dos poemarios inéditos Diario de lo humano y lo divino y Cuaderno íntimo y un libro de relatos inédito en coautoría con Juan Antonio López-Amor llamado Epilogonías. Un libro de haiku, senryu y tanka inédito titulado La soledad encendida, escrito a cuatro manos con Gregorio Muelas Bermúdez verá la luz en breve. También ha publicado recientemente en la última antología de 24 autores, que acaba de editar el Ateneo Blasco Ibáñez en su colección Algo que decir, N.º XXI —que ha sido prologada por el escritor valenciano «Ricardo Bellveser» y cuenta con la participación en la sección Tribuna del catedrático valenciano Francisco Brines— un poema con 288 versos distribuidos en doce páginas, escrito en endecasílabos blancos, llamado El Nacimiento de la Música.
Recientemente ha sido distinguido con el título de embajador de la Rima Jotabé por sus méritos obtenidos en su escritura así como por su divulgación.

 

📕 Días de ruta – Vicente Muñoz Álvarez
Editorial Lupercalia – ISBN: 9788494163951 (2014)

Tapa poemario Días de ruta

🖼️ Imágenes en artículo: (portada del libro) fotografía por Julia D. Velázquez.
Fotografía de Vicente Muñoz, remitida por el autor de la reseña. © de sus autores

 

Reseñas Poemario Días de ruta

Reseñas en Margen Cero

Revista Almiarn.º 75 / julio-agosto de 2014 – 👨‍💻 PmmCMARGEN CERO

 

Siguiente publicación
Poemas por Axel Vite Navarrete: Sentado sobre el hombro del…