artículo por
Marco Minguillo
M
enos de seis meses han sido suficientes para que el actual gobierno peruano, encabezado por el exmilitar Ollanta Humala, dilucide el enigma que generó su candidatura a la presidencia de la República.
En la fase crucial de la campaña electoral, cuando se enfrentaba a la hija del dictador Fujimori, el exmilitar empleó un lenguaje populista que encandiló a diversos sectores sociales, prometiéndoles un gobierno de concertación, diálogo, inclusión social y lucha anticorrupción. Convocando, además, a sus respectivas organizaciones a incorporarse al proyecto.
Y como siempre, las promesas, repetidas hasta la saciedad en campaña electoral, se quebrantan una vez más.
Humala, luego de haberse rodeado de algunos intelectuales y políticos con cierta orientación izquierdista, se deshizo de ellos, con el mismo ímpetu que tienen los jugadores de fútbol cuando arrojan las medias sudadas y malolientes en el camarín de los desamparados.
Humala restructuró su gabinete colocando como presidente del consejo de ministros a su antiguo profesor de la Escuela Militar de Chorrillos, Óscar Váldez; hombre adusto, despótico y audaz en el monólogo.
Asimismo Humala dice que a él le interesa que le juzguen por sus hechos, más que por sus palabras.
Y los hechos hablan por sí solos.
El autoproclamado gobierno de «inclusión social» de Humala aplicó estado de emergencia, respondió con balas e hirió de gravedad a 19 personas en Cajamarca. El motivo fue que los comuneros protestaban contra el proyecto minero Conga de la empresa Yanacocha, que atenta contra la vida y la ecología del lugar. A pesar de ese trágico suceso, el gobierno humalista continúa empecinado en seguir apoyando a la empresa minera, mostrando su felonía a las demandas del pueblo cajamarquino.
Ahora también, Humala, con su acostumbrado discurso de camaleón, dice que no es de izquierda, ni tampoco de derecha. Se considera un nacionalista que recoge las banderas de la justicia social. Habría que preguntarle qué entiende por justicia social hoy… y tal vez mañana o más adelante, ya que pareciera que Humala adapta su discurso en relación con la coyuntura política. Aunque, tal vez, encontremos respuesta a nuestra pregunta en alguna de sus numerosas publicaciones a través de su cuenta Twitter.
Ya que tan efectiva es la capacidad de comunicación oral de nuestro exmilitar, ahora presidente de la República, que se manifiesta predominantemente por el manido Twitter. Como si el poblador peruano mayoritario se informase por ese medio. Al mismo tiempo, se le observa, altivo y sonriente, y de modo frecuente, en pomposas ceremonias militares.
La llamada democracia peruana, y este rimbombante gobierno de «inclusión social», muestra claros signos de continuismo. De lo contrario, cómo podríamos entender un conjunto de hechos sucedidos en los últimos meses.
Su defensa abierta a la impunidad y al olvido en el caso Chavín de Huantar, ejecutado durante la dictadura fujimontesinista. Su decisión de mantener las gollerías del dictador Fujimori en su cárcel dorada de la Dirandro. Su abierta injerencia en el Poder Judicial, exigiendo que se prohíba los viajes al extranjero de presos políticos que han cumplido su condena y están con libertad condicional.
El generar presión política y mediática contra el Jurado Nacional de Elecciones e incluso, modificar al caballazo la ley de Partidos Políticos para impedir que se registre a una organización, de ideología distinta a la del nacionalismo, con el argumento del cuco «terrorismo». La presencia de congresistas corruptos en las propias filas del partido humalista. La amenaza y criminalización de las protestas populares contra las organizaciones de base y la persecución y satanización de sus dirigentes, etc, etc.
Por ese motivo, no es casual que desde la conformación de su segundo gabinete, Humala y su régimen actual, haya recibido loas y bendiciones de toda la casta política y mediática, que no anhela una transformación seria y profunda del modelo socioeconómico peruano, ni mucho menos una democracia participativa con diálogo, inclusión y tolerancia.
Entonces ¿qué debemos esperar del gobierno humalista en los próximos años? ¿Hacia dónde nos enrumbamos? ¿Contribuye este gobierno al fortalecimiento de la unidad latinoamericana?
Lo cierto es que, Humala, de seguir andando por ese camino facilista y antipopular continuará siendo bendecido por las sombras neoliberales de la historia.
Y para eso, basta contemplar los rostros de quienes se regocijan con la imagen del actual Ollanta Humala, sin botas de guerra y sin uniforme, pero con camisita blanca almidonada, saquito gris y zapatitos embetunados.
MARCO MINGUILLO es un escritor peruano radicado en Estocolmo.
@ Contactar con el autor: alistarcomarco [at] hotmail [dot] com
👁 Leer otros textos de este autor:
▫ Madriguera de topos (cuento)
▫ La independencia inconclusa y las elecciones peruanas (artículo)
🖼 Ilustración artículo: Fotografía del Presidente peruano Ollanta Humala;
Wikimedia Commons – usuario Perú.
Revista Almiar – n.º 62 | enero-febrero 2012 – MARGEN CERO™ ✔
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