poemas por
Bryan Ayala Córdova

 

Cajas de tormento apremian / incineraciones racionadas
de par en par/ cuando la sombra de tu sombra se colapse /
se tienda hacia los sueños de rodillas
el mundo que conoces habrase dejado de existir
sobre la mirada de los tuyos
de todos aquellos quienes se atrevieron
a posarse como gárgolas gélidas
sobre la cumbre de tus montañas
pequeño delirio de mi sangre
que nada tendrá que ver con voz
ni con la solubilidad de estas palabras
puesto que a veces lo soluble
no es más que un tipo de silencio
acorralado por la inestabilidad
que se conmemora dentro de su sexo
marcando el tiempo suspendido
Rozábase la distancia cual oído
de un ser menester del silencio
inadaptable como mosca
perseguido por la sombra
de tu sombra
muchacha cabellos de lana
pupilas resonantes de alcaloide
amistosas como el temor
a la muerte
tras haberse escuchado al dulce infierno
cantar un sprechgesang
con el vacío de fondo
y esa brisa del no mes
atravesándonos la inspiración

los cuervos nunca dejarán de hablar con nosotros.

 

 

El espejo del oráculo

 

Desde los extremos nacen las sombras / las siluetas / los cánticos / las vértebras / asoman las esquirlas cual aves oscuras flotando sobre la luna / aparecen sedientas de más / arrinconadas entre monumentos de furia / la inmensidad de la escalera / voces paradisíacas imitando al infierno / Nadie ha de ceder ante la voluntad del ruiseñor / no ahora / no ahora que la sola repulsión acaba de llegar a los jardines de la ignorancia buscando quemarlos con gasolina sólida / restricciones superpuestas por juramentos / exceden los espíritus / el aliento incomunicado / el magma despedazado / los ventrículos divergentes / los astros desvistiéndose / la legión de los calzones / interminable flujo de conciencia que toma forma de pene / y vuestras venas dibujando mapas / siendo el tesoro vuestro chancro / animales esquizofrénicos ignorantes aventándose hacia el silencio / cornamenta de vuestros dioses en la tierra / en el Ecuador y en sus montañas / que nacisteis como insurgentes armas de guerra / asedios de confianza / de pantalones / de semen incrustándose en los párpados de la paz / boleta de victoria / seguro de vida / asesinos de la sombra / que en realidad es un sol / un obsequio / su luz de lujuria / voces angelicales que se dispersan con el sonido de las armas / despídanse de su felicidad / de sus sexos y de su futuro / He aquí la gloria de los cielos / atacando la ineptitud personal que recorre las voluntades del destino / pequeños desiertos que reflejan / la verdad de tu callado / animal esquizofrénico / deja ya de mirarte en el espejo / que el ying y el yang son tus calzones / y tu corazón de estafilococo / que se derrite como la cera / en los oídos de tus dioses.

 

 

Sobre la penumbra del Cruz-cóndor

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La Belleza será convulsiva
o no será.

(André Bretón)

 

Qué asedio o qué hipérbole de sueños se ha involucrado defectuosa y silenciosamente en esta
bóveda de confusión / pequeños bordes de éxtasis en el recuerdo de los dioses amarillos / los
sacrilegios del océano / los pensamientos amarrados que formaban rompecabezas en el espacio / la melodía gótica del miedo / acaso soledad desenfrenada / acaso misericordia derramada / ilusiones de voces en el cielo / significativos enigmas / pupilas dilatadas / acaso nieve que se impone o recuerdos de penumbra / acaso venas color bosque semideciduo o distancia
tenebrosa atravesada en los pequeños instantes drenados del eco / Levantad vuestros brazos desesperadamente / levantad vuestros miembros erectos a las nubes / resurgid de las cenizas
de cigarrillo / de la quema de la resurrección prosaica / quién procede a estigmatizar vuestras miradas / silencio / silencio en los templos del terror / no nacidos decrépitos e insolentes / siniestros esclavos de la voluntad / tergiversad entonces: todo aquello que sea puro / toda evocación de realidad / toda penumbra del Cruz-cóndor / todas las plegarias en susurro / las
voces de vuestros dioses / la oscuridad de las cortinas / las vitrinas del apogeo / el vello púbico
de la virgen / los escribas de los cielos / la música de fondo / etcétera / pues en el fondo solamente ha de encontrarse ella / y al amanecer nada más tendrá forma de cristal de caracol
de lluvia / nada más poseerá la incertidumbre del sol / ni las espinas de su corona / ni la sangre de su periodo / ni su diabólica risa • ni su último aliento / sin resurrección / Pues no he de ceder vuestra sangre a la dama de los poemas / nadie ha de vestirse de inocencia / nadie vestirá de paciencia / puesto que todos serán la orgía de los cielos / todos serán uno más que la vida / uno menos que el suicido / una bandera incrustada en el ano de la victoria / y muchas flores en vuestros ojos / que serán un clítoris para Él / que serán un salmo para la tierra / un solo piano para los niños / un oscuro texto para los ciegos / una danza imperfecta para las putas / un sueño para los soñadores / y luego el silencio / Caminante que tropieza / caminante que blasfema / caminante que asesina / tened piedad de la noche / pues de ella nacerán nuestros temores / la lluvia de la que huirás / la esperanza a la que no te has de aferrar / la puerta que no se abrirá /
el cansancio que te sacudirá / la culpa en forma de herida / la visita del pánico al borde de tus párpados / palabras que no llegarás a comprender / ilusiones que te llevarán al borde de la
locura / habrás de recordar entonces, que fue la noche quien nos presentó / caminante
femenino / caminante mariposa / mutilada por los versos / por la inmensidad de la penumbra / por el desierto / por el silencio / por el adiós / Haz de morir de la manera más bella posible.

 

 

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Esto no es un sueño pero quiero despertar.

 

 

separador texto poemas Pequeño delirio

Bryan Ayala Córdova

Bryan Ayala Córdova (Quito, Ecuador, 1997). Estudiante de Ingeniería Ambiental en la Universidad de las Américas del Ecuador. Herido de gravedad por la poesía contemporánea. Algunos de sus textos han sido publicados en la página web de la Revista EL HUMO.

 

📨 Contactar con el autor: bgayala [at] udlanet.ec

 Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

 

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