artículo por
Mario Rodríguez Guerras
1.- El mal y la maldad
Los principios universales, de los que tanto hablamos, también, sirven para explicar la conducta humana en sus distintas facetas las cuales, a su vez, son consecuencia de ellos mismos. Deleuze nos dice que, en las explicaciones que hace el hombre, no todo es proyección, también, hay análisis, crítica y descripción. Éstas son expresiones de sus diversos aspectos por lo que, entonces, las facetas del hombre serán: La esencia (proyección), la materia (descripción) y la razón (análisis), a las que se añade la crítica (valoración) como forma interesada de la razón.
Los sentimientos en contra de alguien o de algo se manifiestan como negación de su ser, en el mundo de la esencia; estableciendo una distancia física, en el mundo material; buscando justificación a su postura en el mundo de la teoría, lo cual conlleva dar valor a la cosa o la persona solo en cuanto posea utilidad para uno mismo que es quien realmente posee valor, como piensa el señor de su esclavo; y como una descalificación a modo de moralismo racional o social.
Dejando a un lado las interpretaciones sobre el bien y el mal, nos limitaremos a decir que «mal», en general, es toda intervención que causa perjuicio a la voluntad ajena, voluntad que, como hemos visto, posee diversos aspectos. En cada uno de ellos, el daño a la voluntad posee nombres adecuados, siendo el de «mal» un nombre genérico con el que entendernos y bajo cuyo epígrafe incluimos a todos los de su categoría aunque, propiamente, corresponda al daño material. Lo mismo ocurre con el término maldad, que será, a la vez, un concepto determinado y un nombre común de varios conceptos.
El mal se entiende desde el punto de vista del perjudicado, no desde el punto de vista del agresor que solo actúa para obtener algo que desea. Por ello, la justicia y cualquier tipo de conocimiento deben evitar adoptar puntos de vista particulares y deben perseguir valores universales cuyo sentido no dependa de la posición del observador. Y téngase en cuenta que, si el concepto de mal resulta perspectivista, pues se entiende la existencia del mal desde el punto de vista del perjudicado, el del bien, también, pues no se contempla el menoscabo de la voluntad que sufre quien hace lo que a otro beneficia, y la interpretación del bien, un valor aceptado por mayoría y no por verdad, resulta más difícil de discutir que el del mal. La justicia, por ejemplo, puede quedar confundida si decide perseguir, por simpatía, el bien.
2.- Sobre el mal
Cuando el agresor realiza actos sin el fin de lograr un beneficio material y el objetivo es utilizar el poder para deleitarse con el sufrimiento que origina a su víctima, con lo que comprueba su valor personal, dado que, si produce efectos, es que su poder posee un valor, no nos hallamos ante el mal sino ante la maldad.
Si alguien roba a su víctima porque es su medio de vida o para mejorar su economía, estamos ante una agresión material que es consecuencia de una necesidad o, bien, de una utilidad de tipo material. Si alguien roba por hambre o comete una violación, estamos ante una necesidad o conveniencia orgánica, y nos encontramos ante una satisfacción emocional. No justificamos ninguno de estos delitos, la cuestión que se plantea es la utilidad que el sujeto obtiene al cometer el delito. Si alguien, mediante un cálculo racional, miente en un juicio lo hace para obtener una sentencia a su favor. Si se critica al partido contrario, se logran más adeptos a la causa propia. Estos son ejemplos, más o menos acertados, de las ventajas que se pueden lograr al enfrentarse a la voluntad ajena, expuestos para entender la diferencia entre el mal y la maldad ya que la maldad ha de satisfacer una necesidad o no se produciría, pero afirmamos que esa necesidad es de un tipo completamente distinto a las necesidades reales. Sin embargo, conviene, antes de abordar esta cuestión, aclarar todos los conceptos:
a) La violencia verbal es una agresión emocional en el mundo del espíritu.
b) La violencia física es una agresión a una persona o a sus bienes en el mundo material.
c) La mentira será una agresión a la verdad en el mundo de la lógica, y
d) La burla es, en el mundo del análisis, una agresión a la crítica justa.
3.- Sobre la maldad
a) A la violencia verbal le sigue el acoso. Si bien, en algunos casos, el acoso persigue un beneficio, el método empleado es fruto de la racionalización de los actos. Los fines generales y el método empleado, hacen que le cataloguemos dentro de la maldad, con el mal como medio.
b) Un paso más en contra de la justicia y motivada por el fin de alcanzar una satisfacción personal genera, a partir de la violencia física, la maldad como disfrute por el hecho de causar daño. Entiéndase que la violencia suele perseguir obtener algo de la víctima, en cambio, la maldad proporciona el placer de ejercer un poder al que la víctima no se puede oponer.
c) A la mentira la sucede, por esa evolución, el desprecio. Ambas son consecuencia de la razón, un caso, implica un acto, en otro, se limita a una consideración.
Coloquialmente, se puede emplear el término desprecio sin un sentido peyorativo, realizando con propiedad una valoración objetiva, al hacer referencia a algo que es muy pequeño, en tamaño, cantidad o calidad, en comparación al asunto del que se trate.
d1) La burla es una crítica que no persigue la verdad sino menospreciar a la víctima. La burla exige que, previamente, se haya agredido la voluntad, generalmente, faltando a la verdad. La burla muestra, reconociendo la existencia de una verdad, que la víctima sufrirá la impotencia de no poder demostrar esa verdad y los perjuicios de no poseerla.
Coloquialmente, se llama burla a lo que debiera denominarse, con mayor precisión, mofa. La mofa es la forma con la que, usualmente, se muestra la burla. La mofa es un medio, lo cual significa que su uso puede obedecer a otros motivos.
También se habla de burlar cuando se ha esquivado un peligro. Si ese peligro era la verdad, estamos en el primer caso, como cuando un juez prevarica pues esa burla de la justicia implica falsear la verdad conocida y, además, observamos todos los elementos propios de la maldad: un actor que no obtiene un beneficio material sino que el beneficio lo obtiene un tercero, una víctima que sufre varios perjuicios, y el deleite por el uso de la razón para causarlos sin obtener nada a cambio. No hay mofa pues se descubriría la prevaricación pero el daño innecesario no es el interés inmediato, es el medio, por lo que no es mera agresión. Ahora bien, ante la imposibilidad de generar un tipo material de conducta crítica (la burla), el prevaricador se traslada de forma y lo que genera y muestra, convencido de su justo proceder, es «al menos», el desprecio, un tipo racional de otra forma de conducta. El juicio es la ocasión para alcanzar el fin de pervertir la razón.
Si un juez condena a un delincuente sin suficientes pruebas, estamos ante un vengador. Si condena a alguien por lo que le han dicho de esa persona, no podemos hablar de venganza pues su acto está generado por unos motivos ajenos al caso y a su voluntad que, al no ser introducidos por justicia, pervierten el proceso, y sigue siendo burla. Lo mismo sirve para las interpretaciones personales.
d2) Ahora bien, la burla puede degenerar en difamación. La difamación es la maldad ejercida al demostrar a la víctima que no puede librarse ni de una crítica ni del acto que la genera. La maldad implica un daño y, para ello, tanto vale servirse de una crítica justa pero perjudicial para alguien, que de un desprecio injustificado. Es decir, la maldad no se justifica por emplear contra alguien ni siquiera la verdad. La injusticia de una parte no autoriza a la otra el ejercicio de una acción injusta y la respuesta habría de ser otra que no descalificara a quien la realice.
La difamación es un medio para defender intereses particulares. Se procede, primero, a lograr el desprestigio de una persona entre las demás y, en segundo lugar, se consigue que esas personas ejerzan la miseria sobre su enemigo. La difamación es fruto de una disposición del ser humano a juzgar y condenar a los demás. Quien difama convence a sus oyentes de la culpabilidad de su enemigo, aunque éste sea inocente, y éstos aplicarán al condenado su poder en forma de castigo, ya sea físico, causando daño personal o material, o racional, sometiendo a su víctima a la pena de la burla, el desprecio, o emocional, negando valor a la persona. El éxito de este método se explica por el poder que se le da al oyente, que considera que tiene una razón para ejercer su deseo personal de causar daño. La necesidad de causar daño la poseen los seres que carecen de elevación. La difamación trasforma, mediante la astucia, al oyente en carcelero o verdugo, gracias a su pequeñez, y ejecuta el trabajo sucio que le encarga otro a quien decide suponer que posee autoridad para tener él mismo una justificación del poder que cree que recibe, cuando es un poder que se asigna él solo por lo que la responsabilidad de sus actos es suya, y estos le califican. La astucia, como se habrá comprendido, consiste en conceder al otro poder de concederle a él poder. Esta interpretación es un juego en el que se incluye sin su consentimiento al reo que no acepta el papel que se le asigna y se rebela, en la medida de lo posible, contra la imposición de un poder injusto y miserable. El carcelero, perdida la conciencia de la realidad, presiona con mayor fuerza al preso por lo que entiende es una rebelión contra la autoridad (recuérdese el experimento de Stanford). Pero el carcelero no posee ninguna autoridad legal ni moral (por lo que su víctima tiene derecho a oponerse a su violencia) y solo posee la capacidad de ejercer violencia física o moral que realiza, ocultándose a la vista e intervención de la ley, por su necesidad de dominio y no, como piensa, por justicia.
Con respecto a esta forma de actuación humana podemos recordar que los griegos poseían una fiesta en la que se burlaban de dos personas, hombre y mujer, elegidos entre los más desfavorecidos a quienes acababan por matar. Supuestamente, era una expiación de los males de la sociedad, una catarsis colectiva. Desde nuestro punto de vista, resulta más lógico pensar que los griegos habían comprendido todas las posibles conductas que la evolución racional del comportamiento humano podía generar y las manifestaban. De la misma forma que vemos, a lo largo de la historia, cómo la ejecución de las sentencias judiciales implicaba una crueldad que no era propia de la justicia y más parecía un escarnio fruto de una necesidad humana que un sufrimiento inherente a la pena impuesta.
4.- Valoración del acto
Podemos también aclarar que robar para no afrontar un gasto es mayor delito que robar por necesidad. Robar arte es aún más grave que robar un bien útil pues el arte no es algo indispensable para la existencia. Por ello, el plagio es un delito de mayor gravedad que el robo de arte pues quien plagia roba algo superfluo para adquirir prestigio o notoriedad en el mundo artístico persiguiendo para sí lo opuesto al desprecio, la alabanza.
La violencia física es más grave que la violencia moral, al menos, cuando ésta última se ejerce en un momento de acaloramiento y también hemos dicho que la mentira y el desprecio, ya que ambas formas pueden atentar contra el prestigio personal, están elaborados mediante la razón y serían agresiones más graves que la descalificación realizada emocionalmente y, conceptualmente, más graves que la agresión física por existir ocultación, la de la verdad. La violencia contra las personas es más perjudicial que la violencia contra los bienes, los hombres poseen voluntad y las cosas solo materia, aunque se causa un daño a los elementos que satisfacen las necesidades materiales del propietario quebrantando indirectamente su voluntad. De la misma forma, la agresión física espontánea es distinta de la acción premeditada; y ésta, diferente de la conspiración. Por supuesto que, en todos los casos, lo que se considera para valorar el daño es la fuerza empleada y el perjuicio causado. Una mentira es más o menos grave que una agresión física dependiendo de las circunstancias en las que se produzca y de las consecuencias que se deriven en cada caso aunque, conceptualmente, sea un acto de mayor gravedad por utilizar la razón y no la materia. En consecuencia, mentir para que otro mate a un tercero es mayor delito moral que asesinar personalmente pues se acaba con la vida de alguien empleando artimañas.
5.- Origen, medios y daños
Ahora bien los actos, en sus diversas formas analizadas, tienen un origen, por lo que los actos son los medios de una voluntad. Esa voluntad posee las mismas formas que los medios. Es decir, por odio, una forma espiritual de la voluntad, se puede matar, recurriendo a un acto de tipo material; o se puede mentir, un acto racional. Pero, a la vez, matar, un acto material, puede tener su origen en una forma espiritual de la voluntad, como el odio; o en una forma racional de esa voluntad, como la eliminación de un opositor. Así que, en la conducta del hombre, debiéramos distinguir el origen de sus actos, la forma de su voluntad y el tipo de de actos que se realizan, los efectos que genera solo a efectos de determinar la gravedad del acto en función del daño que se causa.
Los medios constituyen la acción del actor que produce los efectos en el sujeto pasivo —o no tan pasivo pues como uno de los efectos se puede producir una reacción de la víctima que estaría justificada—.
En el acto debemos distinguir: El principio que le genera, el medio que emplea, el beneficio que obtiene, y, en contrapartida, el perjuicio que sufre la víctima o, dicho de otra manera, la forma de la voluntad afectada. En el actor, el uso de las formas más evolucionadas es más negativo. En cambio, el efecto en la víctima puede ser muy diverso. Por ejemplo, la muerte anula tanto la existencia como el espíritu, por lo que es doblemente dañina. Un acto como la aplicación del electroshock, que anula el espíritu del hombre, es tan grave como un crimen pues un hombre sin voluntad no es nada. Una crítica puede perjudicar la imagen de la víctima pero también el espíritu.
En definitiva, cuánto más evolucionado sea el principio que genera la forma del acto (emocional, inmediata o planificada), mayor gravedad posee conceptualmente el hecho; y lo mismo ocurre cuánto más evolucionado sea el principio que origina el tipo de acto, dando lugar, por ejemplo, dentro de la forma material, a los siguientes tipos: la amenaza, la agresión, la falsedad y el desprestigio.
Todo lo expuesto hasta ahora sobre las formas de conducta puede plasmarse en un esquema:
Razón práctica
Contactar con el autor: direccionroja [at] gmail.com
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🖼️ Ilustración del artículo: Evil Me, By MrTroodon (Own work) [GFDL or CC-BY-SA-3.0-2.5-2.0-1.0], via Wikimedia Commons.
Revista Almiar – n.º 71 | noviembre-diciembre de 2013 – MARGEN CERO™
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