poemas por
César Augusto Terrero

Me encuentro detenido
por los siguientes motivos:
Primero: porque siempre fue
en legítima defensa.
Segundo: por haber
intentado caminar
sobre el charco en la tormenta.
Tercero: por sentirme
solo en la encrucijada.

Ya no puedo ser inocente,
hasta que demuestren lo contrario.
Tengo el deber de declarar
y dejar de guardar silencio.
En caso de decidir declamar,
no me queda ninguna otra opción
que no sea inculparme.
Denme derecho a un traductor
o intérprete
y a una última llamada.

 

Nuestra patria

La vida, de extranjero en extranjero…

Todo yo que aprende a hablar, termina
callando. Toda tú que, al fin, encuentro
con una nueva lengua en una nueva
cama, cae pronto en otro sueño.

¿Ves, de estas letras, la patria?

 

Transformación

Al irse, el huracán
trocó el sentido del tiempo.
Supongo que ahora ya puedo
asomar mi cuerpo escamoso
y extender mis alas de fieltro,
como otra más de esas gárgolas
que sobre las cornisas descansan
y emergen del agua en el canal estrecho
y sinuoso que pasa salmodiando
frente a mi ventana.

En los edificios vecinos,
a través de los rosetones
de las escaleras, se trasluce
gente que sube como si bajara
y que baja como si subiera.
Dan la impresión de haber estado
haciendo exactamente lo mismo
incluso durante el mal tiempo.

Gárgolas, columnas, árboles y colinas
juegan a sumergirse en los brazos de la acequia.
En el ramal del otro lado del puente
hay un cisne negro; en el de acá,
flota y vozna un cisne blanco.
En perspectiva sus cuellos
se trenzan y fluyen formando
una espiral que las ondas
replican entusiastas por todo el canal.

Canal que también se trenza.
Agua que también se va,
da la vuelta y se regresa.

 

IV

Después de su modoso
levitar de sangre azul
y el amor inoculado
al blanco chocolate
y a dosis de perfumes
subliminales protegiéndole
de palabrotas y sudores,
al quitarse la membrana
parisina made in China,
vuelve a la vida con el sexo.

 

La ira de Heráclito

Hasta aquí fue necesario
ocultarse del sol y de la luna,
del polvo y de las nubes,
de los caminos que escuchan,
de las botas puntiagudas
y los huaraches cordiales,
de todo lo distinto y, más,
de todo uniforme.
Llegaron hasta el margen
escondiéndose entre sauces,
mezquites y algodones
mimados por las lluvias.
Aquí se puede suspirar,
comer y rezar, en ese orden.
Los ojos azules se aplacan
en esta temporada,
pero el marrón del caudal
revela la insidia de otros dioses.
Algunos hombres no entrarán
en este río dos veces.

 


 

César Augusto Terrero Escalante. Nació en la Habana, Cuba, en 1966. Desde el 2010 trabaja como profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Colima, en la capital del estado homónimo en el Pacífico mexicano. Ha publicado poemas y reseñas en varias revistas, periódicos y sitios literarios como Almiar/Margen Cero, El Comentario, Letralia, Deriva, Punto de Partida, Desliz, Ciberayllu, Destiempos, El Otro Mensual, Espéculo y Literaturas.com. Ha participado con poemas en varias antologías de la Asociación de Escritores de Mérida, Venezuela. Poemas suyos se incluyeron en la monografía Poetas y narradores cubanos (Blanco Móvil 97, 2005) dedicada a la literatura cubana contemporánea.

email Contactar con el autor: cterreroe[at]hotmail[dot]com

🖼️ Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

 

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